Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 7 de enero de 2002
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Economía
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¤ Cuantiosas aportaciones del consorcio a campañas del actual presidente y su padre

De las cenizas de Enron surge el primer gran escándalo del gobierno de Bush

¤ El Senado citará a comparecer a importantes ejecutivos de la empresa y a contadores

Tal vez no se trate aún del ''cáncer de la Presidencia'' del que John Dean alertó a Richard Nixon en los primeros días de Watergate, pero el colapso del conglomerado energético Enron cobra forma de pronto como un problema mayúsculo para George Bush.

Allí aparecen todos los ingredientes de un clásico escándalo washingtoniano: el mayor fracaso corporativo de la historia, un primer ejecutivo en términos tan amigables con George Bush que éste lo llama Kenny Boy y un historial de cuantiosas aportaciones del consorcio basado en Houston a las campañas de Bush padre y Bush hijo a la Casa Blanca.

La pieza que faltaba cayó en su lugar la semana pasada, al anunciarse una investigación senatorial, con citatorios para la comparecencia de importantes ejecutivos de Enron -incluido el Kenny Boy Kenneth Lay-; representantes del despacho contable Arthur Andersen, que de singular manera falló en prever el desastre, y quizá también figuras importantes del gobierno de Bush.

Escándalo financiero con personajes familiares

La lista de personajes es confortablemente familiar. El apoderado principal de Enron, por ejemplo, es Robert Bennett, el superabogado de a 500 dólares la hora que participó en el más reciente escándalo presidencial en Washington, al representar a Bill Clinton en la demanda de acoso sexual entablada por Paula Jones, la cual condujo directamente a la saga de Monica Lewinsky.

Bajo cualquier criterio, Enron constituye un tremendo escándalo financiero, una historia de adeudos ocultos y compañías ficticias, auditorías incompetentes y escasa supervisión gubernamental, para no hablar del súbito empobrecimiento de miles de empleados a quienes se obligó a tener sus ahorros de jubilación en acciones de Enron hoy carentes de valor, en tanto los ejecutivos convertían en efectivo acciones y opciones hasta por mil 700 millones de libras esterlinas durante 2000 y 2001.

Hasta ahora, sin embargo, Enron ha sido el perro que no ladró, o más bien, al que nadie hizo caso porque los medios estaban concentrados en Afganistán y apenas se atrevían a mencionar semejantes asuntos, mientras los porcentajes de apoyo popular al presidente rondaban la marca de 90 por ciento. El caso Enron estalló en noviembre, pero la primera vez que se preguntó a Bush sobre la debacle fue el 28 de diciembre.

Un factor clave para las elecciones de 2004

Todo eso cambiará ahora que el foco informativo empiece a desplazarse de la campaña antiterrorista a los asuntos internos. No sólo es este un año de elecciones a la mitad del periodo presidencial, en el que los demócratas necesitan apenas media docena de escaños para recapturar la Cámara de Representantes, sino que las miras comienzan a dirigirse a la competencia por la Casa Blanca que tendrá lugar en 2004, y en esos cálculos Enron puede ser un factor de importancia.

El ex candidato y la promesa de buscar la verdad

Por lo menos tres comités del Congreso han comenzado a husmear en la cuestión, pero la investigación principal será llevada a cabo por el Comité de Asuntos Gubernamentales del Senado, presidido por Joe Lieberman, demócrata de Connecticut. No debe olvidarse que Lieberman fue candidato a la vicepresidencia con Al Gore en la elección pasada, y se cree que tiene aspiraciones al cargo número uno en 2004.

Hasta ahora Lieberman se ha ceñido puntualmente al libreto de los escándalos washingtonianos. En declaraciones que recuerdan a los investigadores de los casos Watergate, Irán-contras y Whitewater, ha prometido con solemnidad que su investigación será imparcial, ''una búsqueda de la verdad, no una cacería de brujas'', aunque no deja de advertir que ''llegaremos hasta donde la búsqueda nos lleve''. Si es así, el viaje puede resultar de lo más interesante.

Enron ha sido una fuente de dinero para políticos de todos los colores. De 1990 en adelante, según el Centro pro Responsabilidad Política que monitorea tales aportaciones, el consorcio realizó contribuciones por 5 mil 800 millones de dólares a republicanos en tres cuartas partes de los casos. De manera nada sorprendente, los principales beneficiarios individuales han sido los dos senadores por Texas, Kay Bailey Hutchinson y Phil Gramm, cuya esposa, Wendy, es miembro del consejo de administración de Enron.

Al igual que la mayoría de empresas que aportan fondos para campañas, Enron ha protegido sus apuestas. En el Capitolio, 71 de los 100 senadores actuales y la mitad de los 435 representantes han recibido contribuciones. La inversión fructificó con creces cuando el consorcio obtuvo la exención fiscal para su negocio de derivados energéticos conforme a una ley de 2000 que regula el comercio de futuros.

La familia Bush ha sido objeto especial de sus atenciones: Lay apareció en la campaña Bush-Cheney entre los ''pioneros'' que reunieron por lo menos 100 mil dólares para la campaña, mientras la empresa destinó otros 100 mil para la gala de la toma de posesión, con otra aportación igual de Kenny Boy y su esposa.

De mayor daño potencial es su posible papel tras bambalinas en la formulación de la política energética de Bush. Por lo menos cuatro consultores y ejecutivos de Enron han realizado tareas para el gobierno. Lay, campeón de la política desregulatoria favorecida por la Casa Blanca, ha sido con frecuencia consejero informal del grupo de trabajo que bajo la dirección del vicepresidente Dick Cheney delineó la estrategia nacional de energía.

''Tenemos que preguntarnos si la asesoría dada perseguía intereses propios'', afirma Lieberman. O, para ponerlo en términos más llanos, si el petrolero texano en la Casa Blanca y el barón de la energía de Houston mantenían una sociedad de beneficios mutuos. Esta es una pregunta cuya respuesta ya no admite evasión.

Rupert Cornwell

Copyright: The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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