Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 10 de enero de 2002
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Política
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Sergio Zermeño

Una democracia sin sentido

Diversidad, pluralidad, contingencia, alternancia, multivalencia, sociedad red, son conceptos que han venido a sustituir las nociones de determinación, hegemonía, centralidad, autoridad, contradicción, proyecto histórico, etcétera. Ganamos mucha libertad con ese cambio que se operó a gran velocidad, entre el final de los años setenta y la década que siguió (arrancó con el eurocomunismo y cristalizó en la propuesta posmoderna). El individuo y las organizaciones de la sociedad civil ocuparon un lugar mucho mejor valorado y los partidos políticos, sobre todo los más verticales y centralizados, perdieron, como es de suponerse, muchísima de su autoridad y la pretensión de que los aparatos estatales, partidistas, sindicales, etcétera, eran depositarios, de por sí, de una legitimidad superior a la del sujeto y el pequeño grupo.

Ahora bien, lo que comienza a parecer claro después de veinte años de iniciada esta euforia es que, al menos en lo que a política se refiere, se ha ido extremadamente lejos en tal multiversidad. En ese marco cada partido, cada corriente en un partido u organización política, cada individuo no puede decidir cada mañana con qué posición acumulará durante el día más puntos para su causa, independientemente de la orientación histórica de su país, de la función del gobierno y de la de su partido en esa dinámica global.

Lo que ha sucedido, como en el ascenso de Vicente Fox y del PAN (y mucho daño nos ha hecho pensar que se trata de entidades inconexas o autónomas), es una desgracia. Comienza a resultar evidente que el importante cúmulo de mexicanos que pensamos que el PRI debía retirarse dejando la conducción del país a una nueva propuesta, a una nueva orientación para el futuro, nos damos cuenta, a más de un año de ejercicio en el poder, que en lugar de propuesta, coordinación y orientación, tenemos ante nuestros ojos diversidad de opiniones, pluralidad de posiciones empatadas, contrapuestas, empantanadas; pero aún es más alarmante que todo eso pase en el seno de una misma intencionalidad política que no es una entre tantas, sino la del partido en el gobierno y su articulación con el gobierno, la que está obligada a generar una idea de futuro, una axiología, sobre lo que está mal aquí y cómo deben cambiarse las cosas.

Los panistas se ufanan de haber distanciado al partido y al gobierno, muy al contrario de lo acontecido en la historia mexicana y en la del PRI, y de haber ido incluso al extremo de la confrontación; pero estamos comenzando a vivir un hartazgo por la falta de responsabilidad que esto implica. Tal posición puede tener sentido cuando un proyecto de gran claridad y fortaleza es propuesto por un grupo en el poder. Entonces se entiende que el partido tome cierta distancia y busque ciertos contrapesos. Pero cuando hay un déficit, como en nuestro país y en el momento actual, no sólo de modelo futuro, sino también de eficacia administrativa, resulta extremadamente ridículo que el PAN se coloque como contrapeso de Fox. Esa visión de red y de escenario disperso le hace el juego a los poderosísimos intereses del mundo global que penetran en México sin misericordia y que a partir del 11 de septiembre han demostrado su funcionamiento unificado, centralizado y autoritario.

En lo más alto del escenario, Fernández de Cevallos corrige con desplantes y gritos al Presidente y lo deja en ridículo con su reforma a la ley indígena; luego, ambas instancias desdeñan llegar a acuerdos previos para una reforma hacendaria que nos hubiera ahorrado, pero sobre todo a las instituciones de la República, meses de desgaste; en fin, los panistas invitan al Presidente a una convención del partido en la que prácticamente le perdonan la vida ante la mirada inquisitiva del jefe Diego; la consigna vuelve a ser la misma: el panismo no es una sirvienta del Presidente. Pero todas esas confrontaciones, escenificaciones y desgastes no forman parte de una polémica profunda en torno al proyecto de país, sino que constituyen pleitos leguleyos, reclamos de cuotas de poder bajo el pretexto de la limpieza normativa.

Echa a andar un segundo año de gobierno y ya nadie quiere vivir en la parálisis. La política no puede ser más un pleito de barandilla; México está cansado de los marqueses de Punta Diamante.

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