Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 2 de febrero de 2002
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Política

Marta Tawil

Cobardes y valientes

I. Recientemente, el portavoz del consejo de asentamientos hebreos, Yehuda Mor-Yosef, afirmó al diario israelí Maariv que los 52 reservistas israelíes que en una carta pública anunciaron su negativa a colaborar con la política de ocupación y opresión al pueblo palestino "son una bola de cobardes... Rehusarse a prestar servicio en el ejército es una enfermedad mental que causa desorientación e identificación con el enemigo". Para los colonos judíos asentados de manera ilegal en los territorios ocupados de Palestina, así como para la derecha israelí, la actitud de este puñado de soldados es el reflejo de la manipulación mental a la que están sometidos "por algunos elementos europeos e israelíes". Para ellos, los israelíes deben matar y morir en nombre de Eretz Israel, la bíblica tierra de Israel que ellos ocupan desde 1967, según la voluntad que Dios expresara hace cerca de 3 mil años.

El Estado que ellos tienen en mente, sin embargo, no se acerca ni con mucho a su ideal y, por el contrario, se encuentra cada vez más debilitado; su terquedad no está haciendo otra cosa más que mantener como rehén a una sociedad ante la cual los actos criminales cometidos por su ejército y sus servicios de seguridad se cubren con el manto de la "defensa de la seguridad". Frente a la escandalosa simpleza, intolerancia y lo obtuso de sus argumentos, resulta difícil no ver que los cobardes son ellos, atrincherados e incapaces de reconocer que puedan existir seres humanos con conciencia democrática. La cobardía está en todas partes, en los gobiernos y líderes mundiales que cínicamente explotan la ceguera y paranoia en la que se encuentra enfrascado el mundo después del 11 de septiembre, o en los mediocres que prefieren simplemente quedarse callados, como el actual ministro del Exterior israelí, el laborista Shimon Peres, quien sigue prestándose al juego de dar al gobierno criminal que representa un cariz de moderación ante la comunidad internacional; quien en privado es capaz de dar excusas del tipo "es difícil criticar lo que hace el gobierno de mi país contra los palestinos cuando Estados Unidos no lo hace"; quien sigue solapando a un primer ministro que a lo largo de su carrera política y militar se ha opuesto abierta y reiteradamente a todas las iniciativas multilaterales y bilaterales para la paz: Campo David en 1979, Madrid en 1991, Oslo en 1993, el sur de Líbano en 2000.

Desafortunadamente, las señales negativas se multiplican por todas partes y agudizan el pesimismo acerca de lo que está por venir. Paralelamente a la violencia cotidiana que viven los palestinos aislados en sus guetos, se suma el "plan de seguridad" para la ciudad de Jerusalén que Ariel Sharon acaba de aprobar y que pronto presentará ante la Knesset. Dicho plan contempla la construcción de un muro de 11 kilómetros que dividirá a las partes este y oeste de Jerusalén, y que se hará con barreras, cercos y cámaras. En pocas palabras, de concretarse este plan estaríamos ante la redición del Berlín de la guerra fría versión Medio Oriente. Así, la Jerusalén ocupada desde 1967 quedaría aún más aislada de Cisjordania, y dividida ya no sólo por la barrera sicológica y política que prevalece desde 1967, sino ahora también físicamente.

 

II. En el decenio de los años cincuenta, siendo comandante en jefe de la Fuerza de Defensa Israelí, Moshe Dayan describió emocionado las represalias militares por parte de Israel como una "droga", "primero, porque obligan a los árabes a adoptar medidas drásticas para protegerse y, segundo, porque permiten al gobierno israelí mantener altos niveles de tensión en el país y en el ejército". Medio siglo después puede decirse que, con sus variantes, este ambiente de "alta tensión" y de sed de venganza (que, por cierto, en la Europa de los años veinte fue muy propicio para el surgimiento del fascismo) sigue estando vigente en la política del gobierno israelí hacia los árabes de Palestina. No se trata de negociar en un plano de igualdad con el vecino incómodo, se trata de eliminarlo como interlocutor válido (para interlocutores, los estadunidenses). Se da prioridad a la táctica; la estrategia brilla por su ausencia. La guerra sigue siendo vista como un problema táctico y tecnológico, y no político, social y económico.

La buena noticia es que la tensión actual que prevalece en el ejército ha empezado a dar otro tipo de resultados, por ahora limitados, pero no por ello insignificantes. La tensión permanente y exacerbada en la que la guerra colonial mantiene al ejército israelí se ha transformado para algunos de sus miembros en confusión y descontento. Paralelamente, acontecimientos como el pasado encuentro en París entre Avraham Burg, líder laborista presidente de la Knesset, y su homólogo palestino Ahmed Qorei, o el surgimiento de una alternativa secular, democrática y nacionalista de resistencia palestina, que encabezan personalidades de gran prestigio como Edward Said y Mustafá Barghouti, son sin duda señales positivas que se suman a las movilizaciones de organizaciones pacifistas israelíes que tratan de aprovechar este tipo de símbolos para ampliar y completar el apoyo y la base local e internacional de los que todavía se atreven a desafiar a los cobardes.

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