Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 4 de febrero de 2002
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Cultura
MANUEL ALVAREZ BRAVO 100 AÑOS

Ť "Cada foto suya es un aniversario que demanda festejo", expresó Carlos Monsiváis

El artista de la lente en Bellas Artes: cien velas para cien años de luz

Ť El recinto, copado; ''todas las clases sociales'' se volcaron para homenajear a la figura internacional

MERRY MAC MASTERS

La fotografía mexicana estuvo de plácemes. Su decano, Manuel Alvarez Bravo, fue festejado con motivo de sus "100 años de luz", que hoy se cumplen. Hubo de todo, como en los cumpleaños: música, Las mañanitas, parabienes, velas y pastel. Lo que varió fue la escala. No cualquiera hace su fiesta en el Palacio de Bellas Artes. Tampoco cualquiera alcanza el siglo de vida convertido en figura mundial. Como dijo en su momento Carlos Monsiváis, "cada foto de don Manuel Alvarez Bravo es un aniversario que demanda un festejo".

Ayer la gente hizo larga fila para alcanzar un lugar en el Teatro de Bellas Artes, cuyo aforo de mil 800 lugares se ocupó en su totalidad. Para aquellos que no entraron, había una muestra fotográfica de don Manuel frente al edificio marmóleo.

homenaje_alvarez4Cuando faltaban unos minutos para que se iniciara el concierto que le ofrecería la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Enrique Arturo Diemecke, y con la participación de la soprano Conchita Julián, el homenajeado fue llevado tras bambalinas, al camerino 111. Allí, don Manuel escuchó sorprendido a Sara Bermúdez, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, quien le informaba que el homenaje era internacional, por lo de la exposición de Rotterdam y el pedido de Cuba de una muestra.

Ante la pregunta de rigor, ¿cuál es el secreto para vivir 100 años?, el cumpleañero aconsejó: "ve delante de ellas (las mujeres)".

Adentro del camerino también estaba Diemecke. El fotógrafo se dijo preocupado por lo "largo" de la Cuarta sinfonía de Mahler, cuya duración es de 54 minutos, que se tocaría por ser de las preferidas del decano. El conductor habló de la posibilidad de "aligerar" el segundo movimiento.

En punto de las 13 horas, el festejado, en silla de ruedas, hizo su aparición a la mitad del foro de Bellas Artes; la ovación fue inmediata. Al iniciarse la función, un niño pequeño corrió espontáneo hacia el escenario llamando la atención de las personas de las primeras filas. Era Nicolás, nieto de don Manuel por su hija Genoveva.

Una vez terminado el concierto, y en lo que el festejado fue llevado al escenario, la Sinfónica Nacional le tocó Las mañanitas. Don Manuel apretó las manos en agradecimiento, mientras su gremio, el fotográfico, estaba literalmente "a sus pies" accionando el obturador.

Allí estaban sus colegas: Héctor García, Paulina Lavista, Bordes Mangel, Graciela Iturbide, Pablo Ortiz Monasterio, Pedro Meyer, Yolanda Andrade, incluso, el brasileño Sebastiao Salgado, quien en comentarios con La Jornada se refirió a la participación de "todas las clases sociales" en el homenaje. No es un reconocimiento sólo de México, sino de toda América Latina, observó.

El tiempo de su lado

El escritor Carlos Monsiváis calificó el libro-homenaje Cien años, cien días de ser "al mismo tiempo que una celebración, una retrospectiva muy selecta de curaduría a cargo del autor, la atención y el cuidado de Colette (su esposa), y un centenar de oportunidades conmemorativas". Al fin y al cabo, siguió Monsiváis, para usar la expresión de un filósofo inglés, el tiempo está de su lado.

"En 1922 don Manuel inicia su obra del equilibrio clásico entre la espontaneidad y la serenidad, entre la intención cumplida y las imágenes que jamás agotan su significado. El ejercicio libre y riguroso de los poderes visuales es el punto de partida de su revaloración de lo que nos rodea y no sabíamos que nos pertenece, de su indagación sobre lo que no está allí y aparece convocado por la voluntad artística y la estrategia, ni deliberada ni involuntaria, surge con las primeras fotos. Pensar desde las imágenes, convertir lo común en lo desconocido, captar lo que por tan esencial sólo en una segunda instancia es simbólico, profundizar en la capacidad admirativa de lo real y lo surreal, hacernos concientes de nuestro desconocimiento de lo evidente, poner de relieve que sin la decisión de asombro todo es opresivo y a fin de cuentas invisible".

Don Manuel, afirmó Monsiváis, "impulsa la vocación del descubrimiento, y por eso él que sigue sus lecciones y el que escudriña sus fotos, se añade, lo sepa o no, a la legión de fotógrafos mentales".

El homenajeado canceló una estampilla postal alusiva. Luego, recibió la medalla conmemorativa del Palacio de Bellas Artes de Saúl Juárez, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes.

En medio de la Sala Nacional se levantaba un pastel beige de cinco pisos, rematado con la efigie de un fotógrafo con cámara y tripié. Para allá se dirigió la concurrencia. Después llegó don Manuel, quien fue colocado detrás del pastel para una nueva sesión fotográfica. Por fin se prendieron las velas para inmediatamente ser apagadas por un grupo de niños. El Coral Mexicano del INBA entonó Las mañanitas. Llegó un mesero y el festejado recibió una copa de vino blanco de manos de su enfermera.

 Era tal la cantidad de personas en la Sala Nacional que el maestro fue llevado al extremo sur, para después quedar en la Sala Diego Rivera. Allí, siguió saludando a todos aquellos que logran llegar a su lado. Llamó "precioso" el Perfil de La Jornada que se dedicó a él: "Nunca había visto publicado tan grande La buena fama durmiendo".

Felicidades y muchos de estos, don Manuel. 

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