Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 13 de febrero de 2002
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Política

Javier Oliva Posada

Opinar sobre las fuerzas armadas

El caso Gallardo ha concitado, y con razón, la atención de buena parte de los medios de comunicación en días recientes. Debe reconocerse por principio que el tratamiento de los temas relacionados con el Ejército Mexicano ha sido, además de poco frecuente, sin el debido acceso a información que en general permita la realización de análisis y reflexiones a profundidad.

No obstante, es fehaciente el manipuleo y la franca ignorancia para abordar, con prejuicios y creencias sin soporte, el estudio de un agente político de primer orden como son las fuerzas armadas. He leído, visto y escuchado comentarios francamente dolosos y carentes de un rigor analítico mínimo. José Cárdenas, Sergio Sarmiento, Lorenzo Meyer, Sergio Aguayo, Pedro Ferriz, por mencionar algunos, destacan por la temeridad de sus conclusiones no sólo sobre el caso Gallardo sino en temas vinculados directamente con la seguridad nacional. En medio de ese ambiente de imprecisiones, qué pensar de la simultánea publicación en estos días de varias fotografías en El Universal sobre los acontecimientos de octubre de 1968.

Es cierto que vende más el amarillismo y el sensacionalismo. Pero no debiera ser desde posiciones de quienes ocupan un lugar preponderante en la generación de la opinión pública. Si ahí parara el daño, quizá no sería tan preocupante; sin embargo, los efectos generados deben llamar la atención.

ƑCuáles son -como parece- las intenciones de afectar el prestigio de las fuerzas armadas? Con los referidos antecedentes, si de deteriorar la imagen de las fuerzas armadas se trata, para con ello ampliar la percepción social de que se requiere un cambio, y drástico, en su doctrina y misión, se va por el mejor camino.

Por eso, cualquier tema para ser tratado en los medios de comunicación demanda una dosis considerable de trabajo previo y de estudio. Sobre todo, si se considera que vivimos un proceso de transformación tanto en el sistema político como en las relaciones sociales, y con mayor razón debiera procederse con todo cuidado.

Otro aspecto a considerar es la extravagante confusión que hay entre la institución armada y el predominio priísta de 71 años. Si bien es cierto que el nacimiento del moderno Ejército Mexicano corresponde, como debía ser, al surgimiento de un nuevo Estado, Constitución y sistema político, ello no implica que las fuerzas armadas guarden partidarismo alguno. Desde el sexenio de Manuel Avila Camacho, cuando desapareció el sector militar de la ahora organización priísta, gradualmente los integrantes de las fuerzas armadas han abandonado las tareas políticas (para mayores datos puede consultarse la obra de Roderic Ai Camp publicada por el Fondo de Cultura Económica).

En ocasiones pareciera que en afán de revancha se propicia el acceso de procesos que impulsan la pérdida de identidad nacional, con la promoción de una supuesta mala imagen de las fuerzas armadas a partir de un solo caso (el de Gallardo), y se refuerza que en el cambio de gobierno la derecha y parte de la izquierda coinciden en un error de percepción de que el sentido de nación y de patria tiene un origen de partido político.

Evaluar críticamente la función de Ejército, Fuerza Aérea y Armada resultaría muy provechoso si el objetivo fuera la continuidad del país en la autodeterminación. Pero si lo que se pretende es debilitar el nacionalismo, la integridad territorial y los valores culturales, afectar a las fuerzas armadas es una elección bien calculada. Critiquemos, sí, con argumentos y reflexión.

Catedrático del Colegio Militar.

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