Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 13 de febrero de 2002
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Economía
Pensarán que oculto algo, pero no es así, dice en el Senado

Lay se acoge a su derecho a no declarar sobre el caso de Enron

La empresa destinó más de 5.7 millones de dólares a contribuciones para los partidos Republicano y Demócrata

JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES

Washington y Nueva York, 12 de febrero. Kenneth Lay, ex presidente ejecutivo de Enron, se presentó hoy ante el Congreso en lo que debió haber sido un punto culminante en la investigación de la quiebra empresarial más grande de la historia estadunidense, pero, como se esperaba, ofreció silencio sobre el escándalo que ha hecho temblar a la cúpula empresarial y política de este país.

Lay tenía buenas razones para callar. Ahora, una de las figuras empresariales más famosas del país podría afrontar cargos criminales por su comportamiento profesional en este caso.

Pero no sólo se trata de Lay, sino del comportamiento de un grupo de ejecutivos de lo que era la séptima empresa más grande de este país; de que Lay fue amigo y principal benefactor del presidente George W. Bush (él y su empresa contribuyeron con 623 mil dólares a la carrera política de Bush); y la lista sigue: por lo menos cuatro miembros del gabinete presidencial tenían relaciones personales con la firma; cuatro altos funcionarios del gobierno de Bush eran ex empleados o contratistas; 71 senadores y 187 representantes federales recibieron contribuciones electorales, y la empresa destinó más de 5.7 millones de dólares en contribuciones políticas a ambos partidos (la mayoría a los republicanos), Y más allá de Washington, el caso de la firma eléctrica con Lay al frente reveló la falta de transparencia en el mundo empresarial y financiero.

El caso de Enron también se trata de "cómo fue que 29 ejecutivos de alto nivel pudieron ganar mil millones en ventas de acciones en 2001 mientras la gente de abajo lo perdió todo", como dijo hoy el senador Byron Dorgan en la audiencia con Lay.

El comité de Comercio del Senado obligó a Lay a presentarse este martes ante el Congreso después de que el ejecutivo se negó a hacerlo voluntariamente, pero nadie se sorprendió cuando declaró que, por consejo de sus abogados, invocaba la quinta enmienda de la Constitución (el derecho de no autoinculparse) para rehusar rendir testimonio y responder a preguntas de los legisladores.

Se dice profundamente triste por el colapso y su efecto para sus empleados

En una brevísima declaración, Lay expresó su "profunda tristeza" por el colapso de Enron y las consecuencias para sus empleados y accionistas. Insistió en que deseaba informar sobre lo ocurrido, pero que su abogado lo había convencido de invocar su derecho a no declarar. Esto, admitió, será "percibido por algunos como si tuviera algo que ocultar", pero reiteró que no es así. Después de dos minutos de iniciada la audiencia, se le permitió retirarse.

Antes, otros cuatro importantes ejecutivos de Enron habían invocado la quinta enmienda, y hasta la fecha, sólo uno de los más importantes, Jeffrey Skilling, se atrevió a hablar ante el Congreso. Pero sus declaraciones, la semana pasada, de que "no estaba enterado" del comportamiento irresponsable y posiblemente ilegal de sus subordinados y compañeros dentro de Enron provocó tal incredulidad entre los legisladores, los analistas y otros, que hasta su propia madre declaró a Newsweek que su hijo tenía que saber más de lo que confiesa. "Cuando uno es el presidente ejecutivo y está en la junta directiva, debería saber lo que está ocurriendo con el resto de la empresa", comentó Betty Skilling.

"Es un escándalo maravilloso ?aparte de los miles que fueron golpeados por sus consecuencias?", escribió hoy la columnista texana Molly Ivins. "Y el escándalo mejora día con día" Desde la cúpula política de Texas, añadió, hasta la nacional, además de Wall Street, están involucradas. The Economist señala en su editorial que "el lío sólo sigue ampliándose.... El único ingrediente que falta en el escándalo ?hasta ahora? es el sexo".
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Dos meses después de que Enron anunció su bancarrota legal, las consecuencias están tocando desde el propio presidente Bush (Lay y Enron fueron sus donantes políticos más generosos) hasta cientos de legisladores que han recibido contribuciones electorales de la empresa.

Además, se continúa investigando no sólo a los ejecutivos de la empresa, sino a su junta directiva, sus auditores y sus banqueros. También ha afectado a Wall Street, ya que el caso ha minado la confianza de inversionistas y analistas en lo que es un pilar del sistema capitalista: la transparencia y confiabilidad de los informes financieros empresariales y la gobernabilidad del propio sector privado. Ahora, todos están examinando las cuentas de empresas que se sospecha que podrían ser "el próximo Enron".

La empresa eléctrica ha puesto esta cuestión en el centro del debate: ¿cómo fue posible que una firma ocultara más de mil millones de pérdidas, proyectara una imagen optimista de su futuro convenciendo a analistas de Wall Street, a bancos como Citibank y a las más altas esferas políticas de Washington, y maniobrara para generar millones de dólares para unos cuantos ejecutivos (29 hasta la última cuenta), quienes sabían del desastre que se aproximaba, sin que nadie se diera cuenta?

La respuesta es la que convierte esto en un escándalo político, y no sólo económico. Tal como lo define John Sweeney, presidente de la central obrera AFL-CIO, "lo más atroz de este escándalo es que Enron no violó las reglas (las leyes): Enron escribió las reglas".

El caso Enron es el de una empresa que promovió el ideal de la desregulación del sector privado invirtiendo millones de dólares en actividades de cabildeo de la cúpula política, en apoyar campañas electorales e intervenir en el desarrollo de políticas económicas para favorecer sus operaciones en el sector energético y de comercializar todo tipo de actividades vinculadas con la llamada "nueva economía" de la era cibernética.

Enron logró crear el medio ambiente empresarial y político en el que pudo realizar las maniobras que elevaron la firma a ser una de las principales empresas del mundo, objeto de elogios como una industria de "vanguardia", y que finalmente la llevaron al desastre, todo ello sin violar las leyes.

Fue por estos vínculos con la cúpula de Washington y Wall Street que el desastre financiero de Enron se convierte en un escándalo nacional. Sus íntimas relaciones con la Casa Blanca, su participación en el diseño de políticas energéticas del gobierno de Bush al ser invitada a reuniones privadas coordinadas por el vicepresidente Dick Cheney, y sus extensos contactos con el Poder Legislativo (con políticos de ambos partidos), han provocado un renovado debate sobre la relación del dinero privado y la política pública en este país.

La red de influencia política de Enron era amplia, y más allá de su sede en Houston y a nivel estatal en Texas, su influencia llegaba hasta lo más alto en Washington, empezando por el propio presidente (quien llamaba a Lay Kenny-boy), que recibió más de 110 mil dólares de Enron en contribuciones para su última campaña presidencial. Pero los tentáculos están por todas partes: el dinero o relación profesional con Enron tocan al procurador general John Ashcroft; al asesor principal de Bush en la Casa Blanca, Karl Rove; al secretario del Ejército, Thomas White, y a Elizabeth Moler, quien ocupa el segundo puesto en la jerarquía del Departamento de Energía y quien fue miembro de la Comisión Federal de Regulación Eléctrica durante el gobierno de Bill Clinton; al presidente del Partido Republicano y ex cabildero de Enron, Marc Racicot, y a Lawrence Lindsey, asesor económico de Bush y ex consultor de la empresa, entre muchos otros.

Además, más de 30 altos funcionarios del gobierno de Bush ingresaron a sus puestos siendo accionistas de Enron. Casi la mitad de los legisladores federales han recibido contribuciones políticas de la empresa. Esto ha resucitado la iniciativa, estancada durante años por maniobras de legisladores, para promover una reforma del sistema de financiamiento de las campañas electorales. La Cámara podría votar sobre propuestas para esta reforma tan pronto como mañana.

Afectadas, las cinco empresas de contabilidad más grandes del mundo

Por otro lado, la falta de gobernabilidad y transparencia en la información financiera de Enron ha creado una pesadilla en Wall Street, que afecta a las cinco empresas de contabilidad más grandes del mundo, empezando por Arthur Andersen, contratada por Enron para ser tanto su auditor como su asesor, y el debate sobre la falta de confiabilidad en la capacidad del sector privado de autogobernarse ?o sea, un golpe fuerte contra la esencia del argumento de la desregulación, de que el mercado libre es más responsable y eficaz que el gobierno en gobernar el mundo económico.

"El mantra de Enron de que el gobierno puede estropear todo lo que toca y que los mercados son superiores ya no tiene ninguna credibilidad", declaró al New York Times el profesor William Hogan, de la Kennedy School of Government, de la universidad de Harvard.

De pronto, Wall Street tiene en sus manos una empresa cuyas acciones hace un año estaban valuadas en 80 dólares, en agosto costaban 45 y acabaron oscilando en alrededor de 0.67 centavos antes de ser retirada de la bolsa de Nueva York, y todo mundo espera la respuesta a la pregunta: ¿cómo es posible? "El hecho de que una empresa tan grande y bien conocida como Enron pudiera esencialmente vaporizarse en unos cuantos meses ha agitado hasta a los inversionistas más cínicos de Wall Street", comentó recientemente el New York Times.

De hecho, algunos siguen argumentando que este desastre fue sólo una serie de errores, y que no se debe culpar al "modelo". El propio abogado de Enron, al registrar la bancarrota ante un tribunal en Nueva York, en diciembre, declaró que Enron "fue y verdaderamente es una historia americana exitosa".

Pero como comenta el economista Doug Henwood: "si aprovecharse de vínculos políticos y tramar cómo despojar a consumidores e inversionistas, mientras se esconde detrás de mucha retórica de libre mercado, es lo que hoy constituye un historia de éxito americana, entonces Enron ciertamente califica". Henwood sostiene que los vínculos políticos de Enron utilizados para abrir el campo de maniobra que marcó tanto su éxito como su desastre demuestran que "detrás de cada fantasía del mercado libre está escondido el poder estatal, administrado por los mejores políticos que el dinero pueda comprar".

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