Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 18 de febrero de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Editorial
ESPIRITU DE DIALOGO

Ayer por la noche, los aspirantes a dirigir el Partido de la Revolución Democrática sostuvieron un debate en el que no se eludió la divergencia, pero que resultó, en términos generales, serio y civilizado.

Está por confirmarse un encuentro semejante entre los dos aspirantes a la presidencia del Revolucionario Institucional; en los tiempos que corren, y habida cuenta de la gran competitividad política, no parece razonable ni prudente que el tricolor se abstenga de enviar al electorado una muestra de civismo, como la que implica una confrontación de ideas entre las corrientes internas de un partido.

Al margen de las instancias partidarias, en las esferas gubernamentales está previsto para hoy un encuentro entre el presidente Vicente Fox y el jefe del Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, orientado a limar diferencias -ojalá- sobre la persona idónea para dirigir la seguridad pública capitalina y el procedimiento correcto para designarla.

Los debates intrapartidarios y las negociaciones entre el Ejecutivo federal y el gobierno capitalino son hechos distintos, pero igualmente auspiciosos. Sin ignorar las debilidades e inconsecuencias del actual proceso de transición en el que está empeñado el país, debe reconocerse un hecho político positivo: la negociación y el diálogo político parecen haber adquirido carta de naturalidad en nuestra vida republicana, y ese dato da cierto margen al optimismo.

Para aquilatar el cambio experimentado en los usos políticos del país, cabe recordar que las polémicas y las negociaciones que hoy resultan naturales y hasta inevitables eran, hasta hace unos años, impensables.

La búsqueda de acuerdos ante diferencias políticas programáticas era casi sinónimo de claudicación, y negociar con los adversarios parecía sinónimo de traición. Para colmo, la vida política en su conjunto estaba dominada por una fuerza hegemónica, el PRI, que no tenía el menor interés en discutir ni en buscar acuerdos. De hecho, el primer candidato presidencial que aceptó medirse en un debate público con sus adversarios fue, precisamente, el último mandatario de ese partido: Ernesto Zedillo. En los órganos del Legislativo, el partido del gobierno tuvo, hasta 1997, mayorías absolutas que aplastaban argumentos opositores mediante el mayoriteo. Se hizo célebre la frase de que, entre los legisladores, el PRI solía perder los debates y ganar las votaciones.

Ciertamente, en materia de negociación y diálogo, los actores políticos han hecho de necesidad virtud. El Ejecutivo federal se enfrenta, por primera vez en la historia moderna, a poderes Legislativo y Judicial realmente independientes, y el PRI es un partido opositor que necesita convencer a la ciudadanía de su voluntad efectiva de transformación y democratización interna. Pero, a fin de cuentas, la sociedad gana, en definitiva, cuando las formaciones partidarias y los representantes populares se ven obligados a discutir entre ellas, y de cara al público, para darse legitimidad. Entre el alud de malas noticias de nuestros tiempos, ésta es una buena.
 

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año