Seminario de Educación Superior del Cesu-UNAM
Consideraciones acerca de la reforma de la UNAM
El Seminario de Educación Superior está
formado por investigadores y profesores del área de humanidades
de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Además
de cumplir actividades de investigación y docencia, el seminario
realiza tareas sistemáticas de análisis y discusión
de la coyuntura universitaria. En este contexto, se desea compartir con
la comunidad académica y con el público en general nuestras
apreciaciones sobre la reforma de la UNAM y sobre el Congreso Universitario
en ciernes.
El cambio es consustancial a la naturaleza de la universidad.
La fortaleza de las universidades radica en su propia capacidad de transformación
para ofrecer respuestas pertinentes a las demandas de la sociedad, a los
retos del entorno y a la propia dinámica del conocimiento. A lo
largo de su historia contemporánea, la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM) ha experimentado cambios múltiples. Conserva,
sin embargo, estructuras, normas, procedimientos y prácticas que
ya no corresponden a la magnitud y características actuales de la
universidad ni al contexto en el que está inmersa. Por ello, resultan
inadecuados para impulsar el desarrollo institucional.
A
pesar de sus transformaciones, la UNAM ha mantenido sustancialmente su
organización académica. Las estructuras a partir de las cuales
se crea, enseña y difunde el conocimiento han permanecido prácticamente
iguales en los pasados decenios. En la UNAM se conserva la separación
de las disciplinas con la división por escuelas y facultades establecida
desde 1910 y se mantiene la diferenciación de subsistemas de investigación
sancionada por la Ley Orgánica de 1945. Asimismo, aunque las funciones
de docencia, investigación y difusión son parte del quehacer
cotidiano de los académicos, en la estructura han permanecido apartadas,
sin relaciones orgánicas.
La manera como opera el gobierno universitario ya no corresponde
a las necesidades que tiene la UNAM en esta época. No cuenta con
todos los medios y elementos para crear consensos y definir el rumbo de
la institución frente a una comunidad que es heterogénea
en sus concepciones y en los modos de relacionarse con la universidad.
Nuestra casa de estudios es un sistema académico muy complejo, donde
el control y el ejercicio del poder, así como las formas de gestión
y administración, impiden que la comunidad participe democráticamente
en la toma de decisiones. Son características del gobierno universitario:
la centralización, la falta de credibilidad en la representación
y representatividad de las comunidades en los cuerpos colegiados y, por
tanto, la escasa participación de académicos y estudiantes
en la definición del rumbo institucional. Además, la excesiva
burocratización dificulta el cabal desarrollo de la academia, consume
recursos que deberían destinarse a las funciones sustantivas e impone
criterios de organización y trabajo por encima de las normas vigentes.
Desde el entorno político de la educación
se han establecido medidas que, al adoptarse en la universidad, hicieron
surgir en el ámbito laboral tensiones entre la estructura normativa
asentada en el Estatuto del Personal Académico de 1974 y la que
se estableció con los programas de estímulos. Las medidas
aplicadas en el sistema de evaluación por méritos han implicado
un régimen de dictamen paralelo. Además, no han resuelto
ni el problema del salario ni el del retiro de los académicos. Frente
a las ventajas que se les atribuyen en algunos medios, han tenido efectos
no deseados sobre el trabajo académico, pues han alentado prácticas
de productivismo e individualismo basadas en los valores de la competencia,
que inhiben el trabajo colectivo, esencia de la academia, y la expresión
de la universidad como comunidad.
Sin embargo, no hay que perder de vista el contexto en
que se inscriben las posibilidades de una transformación universitaria.
Hasta hoy la UNAM ha representado un centro indiscutible en la formación
de profesionistas y ha conseguido un lugar destacado en el país
y en el mundo por la investigación científica, social y humanística
que lleva a cabo. También, por el papel que ha desempeñado
en la proyección de la cultura mexicana. Hoy día existen
varias instituciones de educación superior con las que comparte
su responsabilidad social. Este hecho no puede significar que las instituciones
tengan que competir por fondos cuando lo que se requiere es desarrollar
y consolidar el sistema de educación superior y particularmente
las instituciones públicas. En el caso de la UNAM es menester estimular
su desempeño para que colabore con otras instituciones y ayude a
romper la heterogeneidad y la desigualdad que caracteriza a dicho sistema.
Transformar en la UNAM la docencia, las formas en que se realiza, difunde
y disemina la investigación y, en general, las prácticas
y la vida académica, resulta una exigencia para que la institución
juegue el papel que le toca cumplir en el futuro de México.
Además, en los años recientes las políticas
educativas han promovido cambios normativos, académicos y administrativos
en las universidades. El financiamiento ha sido insuficiente. El sistema
de educación superior se ha diversificado mediante el aumento de
opciones tecnológicas e instituciones privadas. Se han impulsado
programas para otorgar recursos económicos adicionales a los subsidios
federal y estatal. También, se ha impulsado la vinculación
de las instituciones con su entorno social, así como de la investigación
con el sistema productivo. En la sociedad se ha creado un mayor equilibrio
entre los poderes públicos y la alternancia en el poder de los partidos
políticos en los ámbitos federal y local abre a la universidad
nuevos retos y posibilidades. En este marco, la UNAM requiere definir un
nuevo modelo de relaciones con el Estado, desde una postura que reafirme
su autonomía, su carácter público y nacional. La universidad,
junto con las otras instituciones públicas, tiene que participar
de una manera más activa en la definición de las políticas
que afecten la vida académica y para garantizar un financiamiento
oportuno, suficiente y seguro, lo cual es insoslayable. Sin esta participación,
y sin los fondos adecuados, una reforma integral carece de viabilidad.
El sentido de la reforma universitaria
La reforma integral de la UNAM es necesaria. Es un camino
para restablecer una vida académica, creativa e innovadora, entendida
ésta como los vínculos entre los actores de la institución,
fincados en la búsqueda del saber y el conocimiento, así
como también en la voluntad y el compromiso de construir la democracia.
La reforma debe emprenderse como un proceso continuo con etapas y plazos
concretos. Requiere de condiciones que aseguren la participación
activa de las comunidades que la integran. La reforma es un proceso académico,
político y cultural. Académico, porque su propósito
fundamental consiste en mejorar las formas y contenidos para la generación,
transmisión y aplicación del conocimiento. Político,
porque parte de la idea que la universidad es un espacio en el cual convergen
distintas perspectivas y propuestas, encarnadas por actores diversos, que
se mantienen en tensión. Cultural, porque los cambios académicos
y políticos se traducirán en nuevos valores, prácticas
y relaciones entre los actores de la institución.
En el proceso de reforma, por medio de un diálogo
amplio e incluyente, se irán gestando acuerdos, normas y estructuras
de organización. Del cambio surgirá una forma de gobierno
legítima fincada en una participación amplia de los universitarios
en sus estructuras y procesos. La participación generará,
asimismo, un clima de confianza para que se atiendan y satisfagan las demandas
de las comunidades y darle credibilidad a las políticas académicas
que se implanten. En un sistema participativo se actúa con mayor
responsabilidad en la realización de las tareas y se reduce significativamente
la simulación en el trabajo.
Se trata de construir un régimen político
en el que pueda dirimirse el conflicto sin que ocurran fracturas o rupturas
institucionales. Que permita darle racionalidad al debate de distintos
proyectos, estimular el sentido de pertenencia e identidades colectivas
en los actores en medio de su diversidad. Asimismo, que exista un respeto
absoluto a las visiones y opiniones plurales como rasgo esencial de una
nueva cultura política universitaria.
La reforma consiste en transformar la academia, el conjunto
de actores que mantienen relaciones, vivencias e interacciones en cumplimiento
de las funciones universitarias. Supone, bajo los fines y principios que
fundamentan la institución, que la academia adquiera el poder de
decidir sobre los aspectos que dan sentido y rumbo a la universidad. Por
tanto, que los estudiantes y los académicos tengan una representación
que les permita participar efectivamente en los cuerpos colegiados, entendidos
como el espacio fundamental de la toma de decisiones en la institución.
Las autoridades unipersonales tendrán el encargo de ejecutar tales
acuerdos, de rendir informes sobre los resultados y de coordinar, combinar
y orientar el interés general de la institución con los objetivos
locales y particulares.
Algunas perspectivas para la reforma
La construcción de una nueva organización
académica debe ser el objetivo central de la reforma. La globalización,
los rezagos, las desigualdades sociales, los problemas y necesidades derivados
de la transición política y las crisis económicas
del país le plantean a la UNAM la necesidad de transformarse mediante
nuevos modos de producción y comunicación del conocimiento.
La interdisciplina, la colaboración, la cooperación y el
trabajo colectivo son los ejes sobre los cuales conviene fincar las relaciones
académicas. Los vínculos de la investigación con la
enseñanza, el fortalecimiento de los niveles de bachillerato, licenciatura
y posgrado, el diseño y operación de formas innovadoras de
atención a los estudiantes, que propicien el aprendizaje significativo,
autónomo e independiente, así como nuevas maneras de articulación
con el entorno social son, entre otros, temas que la reforma no puede omitir.
En el proceso de reforma es necesaria la revisión
de los principales ordenamientos normativos de la institución: la
Ley Orgánica, el Estatuto General y el Estatuto del Personal Académico.
El sentido del cambio normativo es fortalecer la autonomía de la
universidad y auspiciar una gestión descentralizada y coordinada
de las unidades que la integran. Se trata de garantizar que los órganos
colegiados tengan independencia de las autoridades unipersonales y que
funcionen como un verdadero contrapeso a ellas. En el mismo sentido, se
debe ampliar la participación de la comunidad en el nombramiento
de autoridades.
Es indispensable ordenar el régimen académico
laboral impulsando el trabajo en colaboración y la equidad de oportunidades
de promoción en la carrera universitaria. Sentar bases para la renovación
de los cuadros académicos de la institución mediante la incorporación
de profesores e investigadores jóvenes, promover mecanismos de movilidad
de la planta académica y programas de retiro digno para quienes
se jubilan. Asimismo, dar cabida a una organización del trabajo
que conjugue esfuerzos y eleve las capacidades de producir y transmitir
conocimiento.
La reforma requiere garantizar que la administración
universitaria esté al servicio de la academia. Para tal efecto,
resulta indispensable descentralizar la administración, desconcentrar
y simplificar trámites y establecer procedimientos efectivos de
rendición de cuentas. Por otra parte, es necesario dar lugar a formas
de planeación académica sustentadas en el trabajo de los
órganos colegiados y en la consulta a las comunidades. Debe haber
transparencia en la distribución y el uso de los recursos.
La Universidad Nacional tiene un compromiso y una responsabilidad
social ineludibles. Por ello, la reforma ha de considerar nuevas maneras
de articulación entre la institución y las demandas sociales
más urgentes. También, contribuir al diseño de opciones
para enfrentar los retos económicos, políticos, educativos,
culturales y científicos de la nación; anticipar riesgos
y ofrecer soluciones.
Una postura ante el congreso
En marcha está el proceso hacia el Congreso Universitario
y están definidas las bases para su organización. Es necesario
reconocer, sin embargo, que un sinnúmero de universitarios no han
mostrado interés por participar en éste, no se han sentido
convocados o manifiestan su rechazo debido al método y las formas
políticas que se han empleado para organizarlo.
Por ello, nos parece oportuno y de suma importancia llamar
a la reflexión sobre la agenda de la reforma, discusión aún
ausente en el proceso hacia el congreso. Proponemos el debate sobre las
formas y mecanismos de participación en el mismo. Entendemos que
los objetivos de la reforma trascienden a un suceso de este tipo en extensión
y profundidad. Por ello, ha de insistirse en abrir amplios foros de discusión
y en subrayar la necesidad de estudios sobre la problemática universitaria
que lleguen oportunamente a la comunidad. Se trata, en fin, de convocar
a un diálogo muy amplio entre todos los universitarios para impulsar
la reforma integral de esta casa de estudios.
Seminario de Educación Superior del Centro de
Estudios sobre la Universidad /UNAM. Armando Alcántara, Alejandro
Canales, Hugo Casanova Cardiel, Raúl Domínguez, Javier Mendoza
Rojas, Humberto Muñoz García, Jorge Martínez Stack,
Imanol Ordorika y Roberto Rodríguez.