Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 18 de marzo de 2002
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Política

Javier Oliva Posadas

Las armas y los asuntos políticos

Señalan Rafael Bañon y José A. Olmeda en su ensayo El estudio de las fuerzas armadas como un rasgo distintivo del Estado contemporáneo que las fuerzas armadas constantemente adquieren mayor relevancia política y preponderancia presupuestal. Ejemplos tenemos por todo el mundo. Rusia y el conflicto en Chehenia obligan tanto a Vladimir Putin como al aparato administrativo a mantener e incrementar haberes y beneficios de los soldados.

Qué decir de los principales integrantes del equipo de trabajo de George W. Bush, Colin Powell, Donald Rumsfeld, Dick Cheney; los tres son militares, retirados, pero lo son. Recientemente, en Chile los analistas precisaron que el reciente relevo del general Ricardo Izurieta por el general Emilio Cheyre como jefe del Ejército cierra en definitiva el periodo de la llamada transición, pues Augusto Pinochet ya no intervino en dicho cambio.

En nuestro país, las cosas por supuesto no son muy diferentes. Salvo las percepciones insulares, es decir, ver y percibir a México como una excepción planetaria, los temas concernientes con las fuerzas armadas cobran fuerza e interés. Si a lo anterior le adicionamos sus tareas y el éxito con el que han enfrentado a distintas y poderosas bandas de narcotraficantes, es de entender el porqué de ese aumento en su preponderancia.

Es cierto, no hay suficiente pluralidad ni preparación para discutir y analizar el papel, atribuciones y capacidad de participación de las fuerzas armadas en áreas que aparentemente les son ajenas. Sin embargo, los niveles alcanzados por el crimen organizado para desafiar a la autoridad civil (en cualquiera de sus ámbitos) han propiciado que para hacerle frente sea indispensable contar con una institución que tenga además de disciplina, una percepción clara de cuál es su misión.

Uno de los rasgos distintivos de nuestro naciente siglo es la precisión, como señala Italo Calvino en sus Seis propuestas para el próximo milenio. La precisión que lo mismo va de la tecnología a la expresión clara de nuestros sentimientos. La ambigüedad, la vaguedad y, en resumen, la generalidad, poco contribuyen al estudio, en este caso, de las tareas y responsabilidades de las fuerzas armadas. Sin duda, precisión y disciplina, para cualquier organización, son aspectos que le aseguran dirección en su desarrollo.

Los ejércitos de cualquier país del mundo tienen como actividad principal la manutención de la integridad territorial y la soberanía de la nación. Si por alguna causa interna se ve acechada esta última, el accionar de las fuerzas armadas, que puede gustar o no, es inmediato. Si las policías, si los Ministerio Público, si otras instancias administrativas y organizaciones sociales fallan, los ejércitos no pueden permitírselo.

Los recientes éxitos alcanzados en el enfrentamiento al narcotráfico y todas sus secuelas han incrementado el peso político de las fuerzas armadas. También es de esperar que suceda lo mismo en la próxima partida presupuestal correspondiente. La capacidad de acopio de información, la presencia por todo el territorio y mares nacionales, les permite tener una visión muy consistente de la realidad nacional; de allí que la información precisa pueda permitir acciones consecuentes.

Finalmente, es importante que las críticas y reflexiones sobre estos temas se consideren desde un punto de vista más dinámico, es decir, que las fuerzas armadas, parte sustancial del sistema político, sean percibidas como integrantes del mismo y no como una entidad fuera de los parámetros jurídicos, institucionales y, por supuesto, políticos.

Para los siguientes años, veremos muy probablemente, un incremento en la actividad preventiva de las fuerzas armadas respecto del crimen organizado. Ya sea por su capacidad tecnológica, de fuego o de corrupción, la delincuencia puede hacer frente a las policías locales o federales. Lo ideal sería que no fuera así, es decir, que se tuvieran las corporaciones policiacas suficientemente aptas. Pero ante el riesgo de la descomposición social, quedan medidas por aplicar.

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