Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 18 de marzo de 2002
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Cultura
En el espectáculo de Yves Pepin, ni voces a la Enrique Rocha ni sonidos de caracol

Se inicia la Cumbre Tajín con luz y sonido que linda con el cine

Un misterio, el costo del acto de inauguración; todo el festival representa un gasto de $74 millones

RENATO RAVELO ENVIADO

Papantla, Ver., 17 de marzo. Cuentan en la zona del Totonacapan que en una ocasión dos voladores, por esas extrañas razones que tienen los mitos, en lugar de descender a la tierra para culminar el ritual que caracteriza a la región siguieron girando en el cielo para desaparecer y dejar con el rito inconcluso la promesa, la postergación, que la noche del sábado, en la inauguración del espectáculo de luz y sonido, fue recordada con dos cometas que giraron con luces artificiales como motor en el cielo.

De los 74 millones de pesos que costó la tercera versión de la llamada Cumbre Tajín, es un secreto el precio del espectáculo diseñado con tecnología de punta por la empresa ECA2, la misma que hizo la clausura del mundial de Francia. Yves Pepin, el responsable, evade la pregunta: "no sé, yo no puse los dineros". Lo cierto es que el valor es alto, porque demuestra una forma en la que los avances en la ciencia pueden conciliar la pequeña mentira que anida entre las piedras viejas de la arqueología con el valor de uso respetuoso del imaginario que generan.

A la Plaza del Arroyo se ha llegado en un compacto grupo, rodeado de 40 estudiantes, que hacen las veces de contenedor, a la primera parte del espectáculo en la que se emitirán discursos visuales y textuales: existe un pueblo vivo representado en sus quehaceres comerciales por habitantes de la región; las pirámides como pantalla pueden evocar espacios y movimientos, sensaciones de grandeza o deterioro. Al homenajear a la región y hacer la primera función en totonaca el discurso textual queda como una suave caída de agua.

Aun así una llamada al director del centro INAH, Daniel Goeritz, parece indicar que no existe unanimidad en cuanto a la realización de este espectáculo de sorpresas visuales, de apantalles que por momentos parecen dirigirse a lo cinematográfico, pero que se encuentran amarrados por un estricto y fluido guión del escritor Carlos Montemayor: "Confirmo, es el arquitecto René del proyecto Jürgen (Brüggenmann), no lo dejen pasar".

El daño de la luz a la pirámide del dios Tajín, primero celebrada por reflectores ágiles que de repente la cubren por una vegetación verde y virtual, el efecto que pueda tener tanto uso de hielo seco, o de la misma pólvora, para quienes son especialistas en conservación, quizá sea motivo de disidencia. Lo cierto es que el plan es comprar este año las luces fijas, el próximo el sonido y finalmente los procesadores (lo más caro), que en esta ocasión solamente se alquilaron, en espera de que el gobernador Miguel Alemán, la noche del domingo, dé la aprobación final al término de la función.

El recorrido de menos de 700 personas (cifra promedio esperada) continúa con la realización de un juego de pelota en el que hay una imagen que traiciona al diseñador, proveniente de la sintaxis hollywoodense, cuando entre el hielo seco, a contraluz hace caminar lentamente, con el dibujo apenas de las siluetas, a los seis jugadores que emularán esta práctica con más pasión que tino.

En la pirámide del dios Tajín cuatro cuadros de la historia regional han sido representados por actores maquillados como piedras. La sensación estética es de veracidad. A ello ha contribuido el grupo de percusionistas que acompañó las evoluciones. Si bien el público invitado, que es de la comunidad, avala con su atenta admiración la validez del hecho, el posible daño de la tarima o de los propios actores al estar arriba de pirámides, es menester de los especialistas.

Pero también, en ese caso, tendría que evaluarse la conveniencia de cerrarlas al público, porque en Tajín la piedra vieja tiene el valor de uso de provocar magia, de convertirse en imán energético que en estos días, con motivo de la llegada de la Primavera, atrae la llegada de fieles de muchas creencias. Aquí se recuerda el chiste sobre la zona: ¿sabías que Tajín fue el límite de los toltecas?/ Cómo crees, era zona del Totonacapan/ No, de los toltecas, pero del cemento.

El año pasado, y esto no es un chiste, esa magia de la zona le generó a la región una derrama económica por 5 millones 300 mil pesos, así como una afluencia de 200 mil visitantes, quienes según los organizadores de la cumbre dejaron 600 pesos cada uno.

A la pirámide de los nichos se le ilumina de tenues colores, se destacan sus trazos, resaltan, es como la radiografía de la construcción que identifica el lugar, en la que ponen los indígenas ofrendas, el centro de ese desorden extraño de edificios que es Tajín. De repente llueve, pero solamente en la pirámide, el chipi arrecia, aparecen los truenos, Tajín Dios del Trueno se destruye a sí mismo y un niño asistente suspira de pérdida, porque la bella pirámide ya era como suya.

El impacto de la coreografía con tintes contemporáneos en la parte culminante, que se inicia con el diálogo de dos hombres pájaros de una pirámide a otra, hace pensar que Pepin se propuso no buscar el estereotipo de los espectáculos de las otras zonas arqueológicas: sonido de caracol, voz de Enrique Rocha ?grave?, sino el arquetipo, renovación de lo antiguo, de manera erótica y lúdica, incluso con un guiño de malicia cuando hace que los bailarines hagan esa otra pirámide, la de la tabla gimnástica del high school.

Pero al final de cuentas los actores en zancos con rehiletes de cohetes, que recuerdan los fuegos artificiales de las otras cumbres, más nutridas en gente, más cubiertas por la prensa, más accidentadas en instalaciones, solamente son el preámbulo del solitario vuelo de dos papalotes que poco a poco se extinguen, con el mito vigente por la necesidad sofisticada del asombro.

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