Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 19 de marzo de 2002
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Política

Fernando del Paso

Religión y educación/ V

La actualidad

Pienso que ya ha quedado claro a estas alturas que estoy lejos de ser imparcial, y que, hasta cierto punto, y en ciertas cosas, no sólo no deseo, sino que me sería imposible serlo. En mi opinión, si la imparcialidad es una virtud, la imparcialidad absoluta es una imposibilidad.

Enseñar la historia del pensamiento religioso es y será siempre materia de polémica y controversia, en la medida en que las religiones influyen en el comportamiento individual y colectivo, y establecen normas que en ocasiones entran en franco conflicto con algunos objetivos de gobiernos y sociedades considerados como progresistas. Lo ideal sería invitar a profesores y catedráticos de tendencias distintas, y a veces opuestas, en un intento de lograr un equilibrio razonable o, ante la imposibilidad de llevarlos a todos los planteles, promover, como antes señalábamos, debates por televisión en circuitos cerrados nacionales. Sin embargo, creo que hay posiciones irrenunciables, y que en la docencia jamás deberíamos claudicar ante el oscurantismo, que desde luego incluye, entre otras cosas, el racismo, la irracionalidad y la coerción de la libertad.

Una enseñanza, pues, como la que yo propongo, no presumiría jamás ser dueña de la verdad, pero al mismo tiempo le negaría derecho a toda religión, secta o culto, de proclamarse como su propietario.

Para ello, será siempre útil analizar el estado actual de las religiones en el mundo y en particular en nuestro país, en su relación con los cambios sociales, morales y políticos de la época. Por supuesto la actualidad de 2015 será muy distinta a la nuestra, y la de 2040 muy diferente a la de 2015.

Podríamos, para estudiar nuestra actualidad, la que hoy vivimos, extenderla, digamos a unos diez años. La magnitud de la catástrofe del pasado 11 de septiembre y de las sombrías consecuencias que sufrimos, y que probablemente sufriremos por mucho tiempo más, ha colocado este trágico e impensable suceso en el centro de nuestra actualidad, y por lo mismo en un programa como el que propongo sería obligado analizar sus causas, por demás complejas, y tratar de separar aquéllas de carácter político y económico de las meramente religiosas, si es que tal cosa es posible.

El conflicto del Medio Oriente entre Israel y Palestina no podría estar ausente de un programa de la actualidad religiosa en el mundo, y en particular como una de las causas del atentado terrorista contra las Torres Gemelas del World Trade Center.

El espacio no me permite extenderme sobre este asunto, que tantas implicaciones tiene. Pero haría falta señalar, por lo menos, algunos factores. Uno de ellos, el odio que Estados Unidos se ha ganado con sus políticas intervencionistas en gran parte del mundo, por un lado, y por el otro el fenómeno de los fundamentalismos musulmanes de hoy día, como el argelino y el shiíta, derivados algunos de teocracias y regímenes retrógradas en grado inconcebible, como, precisamente, el talibán.

En un país como el nuestro, donde a diferencia de naciones como el Reino Unido, Francia, Alemania y el propio Estados Unidos la inmigración musulmana y la conversión al islamismo son casi inexistentes, se podrá analizar, con calma y cierta distancia, las peligrosas características de esos fundamentalismos.

La idea, por ejemplo, de que todo musulmán que perece en una guerra santachiapas-evangelicos asciende directamente al paraíso; los diversos grados de marginación y esclavitud de la mujer según los distintos países islámicos, y la intolerancia que ha llevado a ofrecer una cuantiosa recompensa a quien dé muerte a escritores como Salman Rushdie.

Otros problemas actuales merecerían también la atención, sobre todo porque se presentan como conflictos religiosos sin serlo. Tal, la situación en Irlanda, donde las facciones católicas y protestantes se enfrentan no en defensa de creencias y dogmas -como podrían ser los del culto mariano-, sino por la conquista del poder, en una lucha alimentada por la intolerancia y rancios rencores. Asimismo, la pertinaz beligerancia entre hin-dúes y sikhs.

Otros temas a tratar serían la actitud de las Iglesias bautistas, que en 1997 instaron a sus 15 millones de feligreses a un boicot contra la empresa Disney, por la decisión de ésta de proporcionar beneficios médicos a las parejas de sus empleados homosexuales, contrastada con la posición de la Iglesia anglicana, la cual no sólo permite desde hace tiempo que se ordenen mujeres, sino que, hace unos meses, dio su plácida aquiescencia para que uno de sus sacerdotes, divorciado y padre de una hija, se sometiera a una operación quirúrgica que lo convirtió en una sacerdotisa que continúa desempeñando su ministerio con la aprobación tácita de sus feligreses.

Otro tema: la decisión, en 1997, de los llamados Discípulos de Cristo en apoyo de la oposición de la Asamblea General de las Naciones Unidas al embargo contra Cuba, decisión en la cual al mismo tiempo se exhortó al retiro de las tropas estadunidenses de Okinawa, y se hizo hincapié en la importancia que tiene la ciudad de Jerusalén para judíos, musulmanes y cristianos por igual.

En el campo de la irracionalidad debería también ser materia de estudio la actitud de sectas -entre ellas la autodenominada de la scientología-, cuyos miembros rechazan para ellos y sus hijos médicos y medicinas, y a causa de la cual han ocurrido cientos de muertes, muchas de ellas de criaturas inocentes.

Vale también la pena reflexionar sobre el hecho de que, aunque parezca mentira, la teoría de Darwin sufre graves ataques en varias partes de Estados Unidos, y no estaría por demás plantear en clase si los días de Dios se miden en horas terrestres o en eternidades, y valorar el hermoso pensamiento que, según un servidor, se atribuye a Tomás de Aquino: "Un poco de ciencia aleja de Dios, un mucho de ciencia acerca a Dios".

Será quizás necesario, en un futuro próximo, considerar algunos cambios en el vocabulario, ya que palabras como "secta" y "culto" han adquirido cierto sentido peyorativo, en tanto que en América Latina -México desde luego comprendido- diversas ramificaciones cristianas, llamémoslas así, han creado zonas de influencia importantes, cuya crónica y geografía están por hacerse, como la Iglesia de la Luz del Mundo, los adventistas del Séptimo Día, los metodistas, los anabaptistas, los pentecostales, los hijos de Jehová y otras más, cuyo estudio, en virtud del número considerable de fieles con los que cuentan en México, y la persecución de que han sido objeto muchos de ellos -por ejemplo, en Chiapas- requerirá toda la comprensión y el respeto posibles.

Desde luego, el panorama religioso de México no estará completo sin el conocimiento de la historia del judaísmo en nuestro territorio; sin la historia de los menonitas, a quienes en la década de los veinte el presidente Obregón concedió privilegios excepcionales -de los que ignoro si aún gozan- como la exención del servicio militar y la creación de un orden económico autónomo, y sin un vistazo al panorama del sincretismo religioso producto de las bodas -bodas, a veces, de sangre- de creencias ancestrales de nuestros diversos grupos étnicos con el cristianismo.

Asimismo, no saldrá sobrando que nuestros estudiantes conozcan, así sea a vuelo de pájaro, la historia escandalosa de los llamados "tele-evangelistas" de Estados Unidos, amasadores de enormes fortunas a costillas de la fe y la ingenuidad de millones de televidentes, como Billy Graham, por mencionar sólo a uno de ellos, y que tengan presentes los llamados "cultos apocalípticos", que en las últimas décadas han desembocado en lamentables suicidios masivos: el de Jim Jones y sus seguidores en la Guayana, en 1978; el de Marshall Applewhite y sus fieles en San Diego, en 1997; el caso de los "davidianos", discípulos de David Koresh, que cuatro años antes, en 1993, desembocó en el oscuro drama de Waco, Texas, y la tragedia, más reciente, que tuvo como escenario Uganda. Lo mismo, las complicidades del célebre mister Moon con la CIA (Agencia Central de Inteligencia estadunidense).

La actitud de la Iglesia en Latinoamérica, y en particular en nuestro país, en lo que concierne a la oposición al uso de anticonceptivos, actitud que está lejos de favorecer algunas políticas demográficas y de salud aplicadas a la prevención del desmesurado crecimiento de la población o de enfermedades como el sida, debe también ser objeto de un análisis mesurado y de un debate respetuoso. Más delicado es aún, pero a mi parecer inevitable, abordar el tema del aborto, sus modalidades y la ley en México y otros países del mundo al respecto.

Inmenso como parece este programa, y pese a que muchas cosas se quedaron en el tintero, pienso que, como asignatura que se llevaría a lo largo de seis años de primaria, tres de secundaria y tres de preparatoria, es no sólo factible, sino que de paso nuestros estudiantes algo, o mucho, aprenderían de historia y geografía, costumbres y leyendas, literatura e idiosincrasia de las naciones del mundo. No sería ésta una enseñanza, desde luego, que fuera del gusto de los fariseos y mercaderes modernos y no faltarán los educadores y pedagogos que aducirán que un proyecto de esta naturaleza contiene un exceso de conocimientos, muchos de ellos fuera del alcance de la comprensión de los alumnos.

Quisiera subrayar que una actitud semejante, de ocurrir, no se diferenciaría gran cosa de la política general de la televisión mexicana, abocada al empobrecimiento de las ideas y del lenguaje, y deseo recordar que precisamente uno de los objetivos de la educación es el entendimiento. El entendimiento de las cosas, y el entendimiento de los demás.

Si esta enseñanza se da y se aprende con modestia y honestidad, con respeto, no estará jamás peleada con la poesía y la belleza, con la bondad, con la tolerancia o con las verdades y creencias personales, y mucho menos con los principios cristianos.

Una acerba polémica, tan antigua como la Iglesia, parece haber sido al fin zanjada. Se afirmaba que ningún ser humano que creciera fuera de la fe cristiana encontraría la salvación. Esto comprendía a todos los cristianos nacidos antes de Jesús, y el propio San Agustín afirmó que incluso los niños no bautizados serían víctimas del fuego eterno.

Pero ahora el papa Juan Pablo II ha declarado que la salvación está destinada a todos los justos de la Tierra, es decir, a los creyentes de todas las religiones y lo mismo a agnósticos y ateos. De modo que, en tanto se imparta con la mayor ecuanimidad posible y se reciba con una generosa apertura de espíritu, esta enseñanza tampoco estará reñida con el paraíso.

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