Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 10 de abril de 2002
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Editorial
 
DIGNIDAD RECUPERADA

SOLLa negativa del Senado de la República a autorizar el viaje a Estados Unidos y Canadá que el presidente Vicente Fox tenía previsto entre el 15 y el 18 de abril constituye un punto de inflexión en las relaciones entre el Ejecutivo federal y el Legislativo, como lo evidenció la airada y desafortunada respuesta presidencial.

Por principio de cuentas, debe apuntarse que la determinación --en la que la bancada de Acción Nacional se quedó sola frente al resto de las fuerzas políticas representadas en el órgano legislativo-- no es necesariamente consecuencia de una apreciación en torno a la conveniencia o inconveniencia del periplo presidencial, sino un gesto y un mensaje político frente a las torpezas, las vergüenzas y las indignidades en el manejo de las relaciones exteriores por parte del actual encargado de ellas, Jorge G. Castañeda, y del propio titular del Ejecutivo. En tribuna, la priísta Silvia Hernández enumeró algunas de las fallas más exasperantes en la relación bilateral con Estados Unidos: falta de defensa determinada de los connacionales frente a las agresiones legales de que son objeto en el país vecino, ausencia de información sobre el manejo fronterizo, indolencia gubernamental ante las violaciones al Tratado de Libre Comercio por parte de nuestro principal socio en él, desconocimiento del Congreso de la Unión en la autorización para que un buque de guerra mexicano participara en maniobras conjuntas, y falta de rendición de cuentas sobre los resultados de la cumbre de Monterrey. Esos señalamientos son otras tantas inquietudes en las cuales los senadores de la oposición representan a importantes, y posiblemente mayoritarios, sectores de la población que desaprueban la liquidación, por parte del actual gobierno, de los principios rectores de la política exterior mexicana.

Más allá del descontento senatorial con la manera en que se ha manejado la relación bilateral, que es una combinación de arrogancia hacia la sociedad, de sumisión hacia Washington y de ineptitud y torpeza hacia todas partes, la negativa a autorizar la visita de Fox a los otros países firmantes del TLC debe verse, también, como una recuperación de la dignidad parlamentaria, a cuya erosión colaboraron --debe reconocerse-- los propios legisladores que no exigieron, en los momentos en que lo ameritaba, la presencia de Castañeda para que rindiera cuentas sobre los varios y graves desastres que ha causado en los escasos quince meses que lleva al frente de la Cancillería.

Aunque tardía, la reacción de los senadores de oposición resulta saludable y positiva, pues, en dos sentidos: porque significa un mensaje inequívoco de que ni el Presidente ni el canciller pueden disponer de la política exterior del país como si fuera de su exclusiva responsabilidad o, peor aun, de su propiedad, y porque anuncia que, en lo que le queda a la actual legislatura, habrá un Senado vigilante, activo y atento al desarrollo de esa política exterior. El lugar común que hermana la buena fortuna presidencial con la del resto del país es, básicamente, cierto, pero en esta ocasión el revés para el mandatario se traduce en un beneficio para la sociedad y el Estado en su conjunto.

En su mensaje de réplica, emitido horas después de la desautorización a su viaje, Fox dijo que la cancelación habría de implicar "una descortesía ante anfitriones y autoridades gubernamentales canadienses y estadunidenses", pero omitió el hecho de que parte del malestar legislativo ante su política exterior se origina en las severas descortesías --por llamarlas de modo suave-- cometidas recientemente por sus empleados con Fidel Castro y otros mandatarios y representantes presentes en Monterrey. En su alocución, el Presidente se refirió al supuesto daño que la desaprobación del viaje causa a los mexicanos en Estados Unidos, pero guardó silencio sobre los nulos resultados de su gobierno en la defensa de esos connacionales. Asimismo, el jefe del Ejecutivo dijo a su audiencia televisiva y radial que "la oposición se ha empeñado en que mi gobierno no cumpla con el cambio por el cual ustedes votaron". Sin embargo no es claro que la liquidación de los principios diplomáticos mexicanos haya sido parte del mandato que la ciudadanía emitió el 2 de julio del año antepasado.

Más allá de enfados y exabruptos ojalá circunstanciales, cabe esperar que el presidente Fox tenga la sabiduría y el espíritu republicano necesarios para comprender que el trago amargo que le hizo pasar ayer el Senado es consecuencia directa de los desfiguros de su canciller y que, si quiere evitarse nuevos episodios tan penosos como éste, deberá cambiar radicalmente de ideas, de orientaciones y de personal en el ámbito de la política exterior.
 

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