Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 23 de abril de 2002
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Editorial
CUBA-MEXICO: DESASTRE

En una inopinada respuesta al reciente voto del gobierno de Vicente Fox en la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Cuba, el presidente cubano, Fidel Castro, dio a conocer la transcripción íntegra de la conversación telefónica en la que el primero le pidió que limitara su estancia en la cumbre de Monterrey al tiempo mínimo indispensable para leer su ponencia y que no "agrediera a Estados Unidos o al presidente Bush". El hecho coloca las relaciones Cuba-México en el nivel más bajo de su historia -muy a pesar de dos sociedades unidas por el afecto, la solidaridad y la mutua simpatía-, pone en evidencia aspectos deplorables de ambos gobiernos y deja mal parados a los dos estadistas.

Por una parte, del texto de la conversación divulgada ayer se desprende que sí existieron peticiones concretas de Fox -sistemáticamente negadas por éste y por sus voceros- para que el mandatario cubano acotase su visita y se abstuviera de tocar diversos temas.

En un encuentro organizado por la ONU, el presidente anfitrión no tenía ninguna razón para pedir a uno de los invitados que se abstuviera de tocar ciertos asuntos. De cualquier forma, aunque el intercambio telefónico fue un tanto ríspido en sus primeros momentos, a la postre Castro estuvo de acuerdo con lo que él mismo llamó "una fórmula honorable y aceptable" y un acuerdo de "amigos y caballeros" para su participación en la cumbre de Monterrey. No había, en consecuencia, motivos para insinuar primero -desde la tribuna del encuentro- ni para divulgar posteriormente -como lo hizo ayer- la existencia de esas condicionantes.

El propósito real de la publicación de la charla telefónica no parece ser otro que aportar las pruebas que con tanta insistencia demandó la parte mexicana a la cubana a propósito de lo sucedido en la capital neoleonesa. También debe mencionarse, a modo de corolario, que apenas el viernes pasado el gobierno de Fox emitió un voto contra La Habana en la asamblea de la ONU sobre derechos humanos, postura que ha sido considerada inaceptable e indignante, no sólo en Cuba, sino también en sectores de la sociedad mexicana que, de acuerdo con su representación legislativa, resultan mayoritarios.

Con todo, no es posible justificar la grabación y la posterior difusión de una conversación que Fox había pedido desde un inicio como "privada, entre tú y yo", según la transcripción dada a conocer por el mandatario cubano, quien de esa manera se presenta ante el conjunto mundial de los gobernantes como un interlocutor poco confiable y ofrece una muestra de falta de ética política que recuerda, por cierto, la bajeza semejante cometida por Fox en tiempos de su campaña presidencial, cuando se comunicó telefónicamente con sus rivales Francisco Labastida y Cuauhtémoc Cárdenas, sin advertirles que la conversación estaba siendo escuchada -y difundida- por los medios informativos.

En otro sentido, la transcripción referida muestra que el mandatario mexicano mintió repetidamente a la opinión pública cuando negó haber pedido a Castro que acortara su estancia en el país, y pone en evidencia, además, a un Fox ansioso por complacer y por agradar al gobierno estadunidense.

La respuesta del gobierno mexicano, divulgada anoche mismo por el vocero presidencial, Rodolfo Elizondo, resulta tranquilizadora sólo en la medida en que se descartó, en lo inmediato, una ruptura de las relaciones diplomáticas, pero es inocultable que éstas han quedado reducidas a un nivel meramente simbólico. Es preocupante, en cambio, el llamado a la "unidad nacional" formulado por ese funcionario ante la actual crisis diplomática, porque tiene el tono de un chantaje dirigido a quienes critican los desatinos de la actual política exterior, incluidos los desencuentros con Cuba.

Para finalizar, la fraternidad que une a las sociedades cubana y mexicana se merece mucho más que las torpezas cometidas por los gobernantes de ambos países. Cabe exigir que ambos regímenes sean capaces de asumir miradas autocríticas, se den cuenta del desastre que han provocado con sus animadversiones personales y su inflexibilidad, y que emprendan acciones urgentes, profundas y de buena voluntad para remediarlo.
 

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