Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 26 de abril de 2002
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Economía
ECONOMIA MORAL

Pobreza de tiempo en México

Julio Boltvinik

La nueva ortodoxia


LA TEORIA ECONOMICA dominante, la que se enseña en la mayor parte de las escuelas de economía del mundo como la teoría económica, y que se conoce como la teoría neoclásica, es la que sustenta el pensamiento neoliberal. Hasta mediados del siglo pasado esta teoría concebía a los hogares como unidades exclusivamente de consumo. La única restricción al bienestar de dichos hogares eran los ingresos con los que adquirían bienes de consumo. Sobre esta base se mantuvo la versión de la "teoría del consumidor" (su nombre lo dice todo) durante más de un siglo. Naturalmente, en otras escuelas de pensamiento había plena claridad de que los hogares eran unidades de consumo y de producción simultáneamente, aunque ciertas actividades domésticas no se concebían claramente como actividades productivas, hasta que el pensamiento feminista lo puso en evidencia. A mediados de los años sesenta el propio paradigma neoclásico se transforma. Gary Becker, con el lenguaje y los instrumentos de la teoría neoclásica, desarrolla una concepción de los hogares en la que éstos son productores y consumidores simultáneamente. Particularmente reconoce que los bienes adquiridos en el mercado no son, con frecuencia, los satisfactores finales de las necesidades humanas, sino que deben ser procesados en el hogar. Así lo expresa Becker: "La producción de una comida, por ejemplo, puede requerir el insumo de pan, vino, carne, tiempo dedicado a las compras, tiempo de preparación, sillas, libros de cocina y así sucesivamente. Este enfoque abandona la separación tradicional entre producción y consumo y convierte a los hogares en productores y consumidores"1. Así describe este cambio un autor de un libro de texto reciente sobre la organización económica de los hogares: "Desde los cincuenta y los sesenta los economistas reconocieron la importancia del tiempo como una restricción del comportamiento. Debido a que el consumo involucra tiempo además de bienes y servicios, se dieron cuenta que los hogares enfrentaban una restricción tanto de ingreso como de tiempo limitado"2.

En pobreza, vieja ortodoxia


LA PROFESORA ARACELI Damián, en la ponencia que cité en esta columna la semana pasada3, señala acertadamente que a pesar de este cambio en la teoría económica, la forma dominante de medir la pobreza, que considera sólo los ingresos de la población, pasa por alto la necesidad de considerar el tiempo como un componente esencial del bienestar. En este sentido, este método de medición de la pobreza está rezagado respecto a la teoría económica que los propios practicantes del método profesan como la teoría adecuada.

NO SE NECESITA compartir la visión teórica neoclásica para estar de acuerdo con Becker en la imperiosa necesidad de introducir el tiempo dedicado a las tareas domésticas en el análisis de los hogares. Pero, como explicamos en la entrega pasada, el concepto de pobreza de tiempo va más allá y debe considerar los tiempos necesarios para la educación y la recreación.

El acierto de Vickery


LA PROFESORA DAMIAN describe en su ponencia en qué consiste la propuesta de la autora estadunidense Vickery4, quien construye lo que llama el estándar generalizado de pobreza. Para ello parte de la idea de que los mínimos requeridos por los hogares son combinaciones de ingresos y tiempo disponibles, pero con umbrales mínimos independientes de tiempo e ingresos. Si bien un mayor ingreso puede sustituir la falta de tiempo hasta cierto punto, ello tiene un límite. Esta es una idea acertada de Vickery. Para ilustrar su acierto, pensemos de momento sólo en la alimentación. Si en un hogar todos los alimentos que consumen los miembros del hogar (incluso fuera de él) son preparados en él, incluyendo las botanas, el costo monetario de la alimentación llega a su mínimo, pero el tiempo de preparación (y de abasto) llega a su máximo. El tiempo de trabajo doméstico se puede ir disminuyendo si se compran algunos alimentos listos para consumirse, lo que sin embargo hará aumentar el monto de dinero requerido. O bien, el tiempo dedicado por los miembros del hogar puede disminuirse contratando personal de servicio doméstico.

DE ESTA MANERA, toda definición de ingreso mínimo supone, de manera asociada, un paquete de tareas para el trabajo doméstico. Si el ingreso mínimo está definido, como hacen diversos autores en México, en función de una canasta mínima de alimentos, todos ellos para cocinar en casa, y no se incluyen previsiones, por ejemplo, para un refrigerador ni una licuadora, se está diseñando un paquete de tareas domésticas que incluyen ir varias veces al día de compras, realizar el molido de chiles, jitomates, etcétera, en metate, preparar las bebidas en casa. Cuando definimos en 1982 la Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales (CNSE) en Coplamar estábamos concientes de este hecho. Así, afirmamos: "Otro criterio de carácter general utilizado en la elaboración de la lista de bienes y servicios fue la consideración de que el trabajo doméstico no fuera llevado a límites excesivos, por lo que se incluyeron algunos bienes que simplifican este trabajo (por ejemplo refrigerador y licuadora)"5.

Comparación Vickery-Boltvinik


ARACELI DAMIAN PRESENTA también el procedimiento seguido por Julio Boltvinik en el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP) para medir la pobreza de tiempo. En la ponencia de la profesora se hace notar que "existen ciertas similitudes entre la propuesta de Vickery y la de Boltvinik"6. En efecto, ambos autores coinciden en el procedimiento general. Para saber si los miembros de un hogar son pobres de tiempo es necesario descontar de las 168 horas que conforman una semana los tiempos requeridos para sueño, alimentación y aseo, y los requerimientos de tiempo de trabajo doméstico, para luego comparar el tiempo que queda disponible con las horas trabajadas extradomésticamente. En el MMIP se extiende la norma constitucional de 48 horas semanales al trabajo doméstico también. De esta manera, si una persona trabaja extradomésticamente 48 horas, ya no puede, según estas normas, realizar trabajo doméstico sin incurrir en pobreza de tiempo. Lo mismo ocurriría con la persona que trabaja 48 horas en el hogar, ya no podría realizar trabajo extradoméstico sin incurrir en pobreza de tiempo. Está implícito, si descontamos 10 horas diarias de sueño, aseo y consumo de alimentos, que las personas, en la norma, deberían disponer, de lunes a sábado, 6 horas para traslados y tiempo libre. Como los tiempos de traslado al trabajo varían enormemente, las personas podrían tener entre, digamos, 5.5 y cero horas de tiempo libre diariamente.

SI LAS ENCUESTAS captasen regularmente los tiempos de traslado empleados por las personas, se volvería útil definir una norma máxima de traslado contra la cual cotejar el tiempo efectivamente empleado. Dos horas al día podría ser una norma máxima razonable, dejando, por tanto, el tiempo libre en cuatro horas diarias de lunes a sábado, más 14 horas los domingos, lo que daría un total semanal de tiempo libre de 38 horas.

VICKERY FIJA 40 horas a la semana como norma de trabajo extradoméstico, añadiendo nueve horas de traslado y otras actividades relacionadas con el trabajo. Pero la autora estadunidense, como señala Damián, asume como norma máxima aceptable que esta persona realice también 36.6 horas de trabajo doméstico a la semana. Es decir, un total acumulado de trabajo de 76.6 horas semanales, casi 13 horas al día de lunes a sábado. Vickery define en sólo 12 horas a la semana el tiempo libre necesario para mantener física y mentalmente sana a una persona. Como señala Damián, Vickery tiene una visión minimalista de los requerimientos de tiempo libre de las personas. En efecto, se trata del tiempo libre mínimo para no enfermarse y no del requerido para disfrutar (aunque sea un poco) la vida. Sus normas de tiempo libre podrían interpretarse como el umbral de la pobreza extrema de tiempo y no de la pobreza de tiempo en general.

Evaluando la propuesta de Boltvinik


LA PROFESORA DAMIAN utiliza nuevos datos sobre el uso del tiempo de las personas que ha venido generando el INEGI para evaluar si los parámetros usados en esta metodología son consistentes con la realidad del país. En primer lugar analiza cuánto tiempo dedican al trabajo doméstico y al extradoméstico las personas que sólo realizan una de estas actividades. Concluye que la norma de 48 horas es no sólo una norma jurídica sino que se acerca al tiempo promedio que las personas dedican a estas actividades. Sugiere, por tanto, conservar esta norma. Después compara los requerimientos de trabajo doméstico estimados por Boltvinik para diversos tipos y tamaños de hogares con los cálculos de Vickery y con los que realizó Teresita de Barbieri7. Los cálculos de Boltvinik van desde 0.3 jornadas o 16 horas semanales para hogares de menos de 4 personas, sin menores de 10 años, que cuentan con equipo ahorrador de trabajo doméstico, hasta 1.8 jornadas semanales (86.4 horas) para hogares numerosos, con menores y sin equipo ahorrador de trabajo doméstico. La conclusión de Damián es que los requerimientos así calculados son muy similares a los estimados por Vickery y por Barbieri y que están en el orden de magnitud correcto. Evalúa después las normas de edad para realizar trabajo de ambos tipos, que Boltvinik fija entre 15 y 69 años, llegando a la conclusión de que ambos límites son consistentes con la práctica social del trabajo extradoméstico, pero no evalúa la del trabajo doméstico. Finalmente evalúa la norma que permite el trabajo (hasta de 20 horas a la semana) de los estudiantes de 15 y más años, llegando también a la conclusión de que es consistente con la práctica social.

La pobreza de tiempo en México


Una vez validados los parámetros usados en el MMIP, la profesora Damián la utiliza para calcular la evolución de la pobreza de tiempo en México y mostrar sus interrelaciones con la pobreza de ingresos. Reproducimos aquí un cuadro de su ponencia que muestra las matrices de la pobreza por ingresos y de tiempo en 1994, 1996, 1998 y 2000. En cada año hay cuatro celdas. En la de arriba a la izquierda se ubican los hogares que son pobres de tiempo y de ingresos. En la de abajo a la derecha, los que no son pobres por ninguno de los dos criterios. En la celda derecha de arriba están los pobres de ingresos y no pobres de tiempo, es decir, los pobres con tiempo disponible. Por último, en la celda de abajo a la izquierda están los que no son pobres por ingresos pero sí por tiempo. La profesora Damián analiza los resultados en los siguientes términos:

"En 1996, año en que las consecuencias de la crisis de diciembre de 1994 se reflejan claramente (la pobreza por ingreso aumentó de 64.3% a 74.7%), el porcentaje de hogares pobres por ingreso, pero no por tiempo se ubica en el nivel más alto de toda la década, llegando a casi 40% de la población. A medida que la economía se va recuperando, el porcentaje de este tipo de hogares tiende a disminuir, pasando a 36.3% en 1998 y a 35.1% en 2000." "Los datos sobre las brechas ?continúa la profesora Damián citando datos que no he reproducido aquí? de ingreso y tiempo nos confirman la situación antes descrita. Mientras que la intensidad media de la carencia de ingresos aumentó 7.4%, la de tiempo se elevó en tan sólo 1.5%. Esto significa que los hogares tuvieron una escasa posibilidad de aumentar el trabajo extradoméstico realizado aun cuando hubo un significativo deterioro del ingreso."

La ponente muestra entonces que entre 1996 y el 2000 hay un fuerte aumento en la intensidad de la pobreza de tiempo y comenta: "Esto quiere decir que no sólo aumentó el número de trabajadores, sino que aquellos que ya participaban en el mercado de trabajo también intensificaron su esfuerzo laboral". Y concluye: "Esta evidencia nos confirma que la cantidad de trabajo efectivamente realizado en la economía es procíclica, los hogares pueden aumentar significativamente su esfuerzo laboral en la medida en que la economía se expande" pero no en las crisis, a pesar de las estrategias de sobrevivencia de los hogares.

cuadro


1 Gary S. Becker, Economic Theory, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1971, p.45

2 Keith W. Bryant, The Economic Organization of the Household, Cambridge University Press, Cambridge, Reino Unido, 1990, p.9)

3 "La pobreza de tiempo. El caso de México", ponencia presentada en el Seminario de investigación del Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano, El Colegio de México, abril de 2002. Próxima publicación en alguna de las revistas de esta institución.

4 Clair Vickery, "The Time-poor: A New Look at poverty", The Journal of Human Resources

5 Coplamar, Necesidades esenciales y estructura productiva en México. Lineamientos de programación para el proyecto nacional, Presidencia de la República, México, 1982, p.118

6 El desarrollo del MMIP, incluyendo el procedimiento para el cálculo de la pobreza, se desarrolló de manera independiente del trabajo de Vickery, que si bien fue publicado en 1977, había pasado desapercibido en buena parte de la bibliografía de pobreza. Yo lo conocí apenas hace un año.

7 Teresita de Barbieri, Mujeres y vida cotidiana, SEP/80, México, Fondo de Cultura Económica, México, 1984

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