Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 17 de mayo de 2002
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Mundo

Las lecciones de la globalización

A principios de este año, Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, resumió algunas de las premisas de su argumento sobre la globalización, las cuales fueron publicadas por La Jornada el 19 de enero.

Entre lo que escribió destaca:

"Las naciones que han manejado la globalización por sí mismas, como las del este de Asia, se han asegurado en términos generales obtener grandes beneficios y distribuirlos con equidad; estuvieron en condiciones de controlar los términos en que se involucraron en la economía global. En contraste, las naciones que han dejado que la globalización les sea manejada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras instituciones económicas internacionales no han obtenido tan buenos resultados. El problema, por lo tanto, no reside en la globalización en sí, sino en la forma de manejarla.

"Las instituciones financieras internacionales han impulsado una ideología particular -fundamentalismo del mercado- que no es buena ni como política ni como economía; se basa en premisas relativas al funcionamiento de los mercados que no se sostienen ni en los países desarrollados, mucho menos en naciones en desarrollo. El FMI ha postulado estas políticas económicas sin adoptar una visión más amplia de la sociedad ni de la función de la economía en la sociedad. Y las ha impuesto en formas que han socavado las democracias emergentes.

"En términos más generales, la globalización como tal ha sido manejada mediante procedimientos antidemocráticos y desventajosos para las naciones en desarrollo, en especial las que son pobres. Los manifestantes de Seattle denunciaban la ausencia de democracia y de transparencia, el manejo de las instituciones económicas internacionales por parte y para beneficio de intereses corporativos y financieros, y la ausencia de controles y contrapesos democráticos que garanticen que esas instituciones públicas e informales sirvan al interés general. En esas quejas hay más que un grano de verdad."

Señaló: "Esta es la distinción clave: algunos de los países que han tenido mayor éxito en la globalización determinaron su propio ritmo de crecimiento; cada uno se aseguró al crecer que los beneficios se distribuyeran con equidad y rechazó las presunciones básicas del 'consenso de Washington', que postulaban una intervención mínima del gobierno y una rápida privatización y liberalización".

Stiglitz advirtió en su artículo que "con la globalización, el estornudo estadunidense pone en riesgo de pulmonía a buena parte del mundo, y ahora Estados Unidos padece una influenza grave. Con la globalización, la errónea política macroeconómica estadunidense, el fracaso en diseñar un paquete efectivo de estímulos, tiene consecuencias en todo el planeta. Y en todas partes crece la indignación hacia las políticas tradicionales del FMI. Los países en desarrollo están diciendo a los industrializados: 'cuando ustedes experimentan un retroceso, siguen los preceptos que nos enseñan en los cursos de economía: adoptan políticas monetarias y fiscales que promueven el crecimiento. Pero cuando nosotros experimentamos un retroceso, insisten en que adoptemos medidas que frenan el crecimiento. Para ustedes está bien tener déficit; para nosotros están prohibidos, aun si obtenemos fondos mediante la venta de anticipada de recursos naturales'. Prevalece una acentuada sensación de desigualdad, en parte por las enormes consecuencias de mantener políticas de contención".

Por lo tanto, concluyó: "Hoy, en buena parte del mundo en desarrollo, la globalización está en tela de juicio. Por ejemplo en Latinoamérica, después de un breve periodo de crecimiento a principios de la década de 1990, se han instaurado el estancamiento y la recesión. El crecimiento no fue sostenido; algunos dirían que no era sostenible. De hecho, en esta coyuntura, el historial de crecimiento de la llamada era posreformista no es mejor, y en algunos países es mucho peor, que en el muy criticado periodo de sustitución de importaciones de los decenios de 1950 y 1960, cuando los países de la región trataban de industrializarse a base de restringir las compras al exterior. De hecho, los críticos de la reforma señalan que el efímero crecimiento de principios del decenio de 1990 fue apenas una carrerita que ni siquiera compensó la década perdida de 1980.

"En toda la región la gente se pregunta: 'Ƒfalló la reforma o falló la globalización?' La distinción es tal vez artificial, porque la globalización estaba en el centro de las reformas. Incluso en las naciones que se las arreglaron para crecer, como México, los beneficios se han concentrado en el 30 por ciento más rico de la población, sobre todo en el 10 por ciento más alto. Los de abajo han ganado poco, y muchos están peor. Las reformas han expuesto a las naciones a riesgos mayores, y éstos han recaído injustamente en los que menos preparados están para afrontarlos. Al igual que en muchos países donde el ritmo y secuencia de las reformas han hecho que sea mayor la destrucción que la creación de empleos, así también la exposición a riesgos sobrepasó la capacidad de crear instituciones que les hagan frente, entre ellas redes de seguridad efectivas.

"Lo que ahora necesitamos no es sólo una alianza contra el mal, sino una alianza en pro de algo positivo: una alianza global para reducir la pobreza y crear un mejor ambiente, para crear una sociedad global con más justicia social."

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