Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 22 de mayo de 2002
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Capital

Emilio Pradilla Cobos

Costos y viabilidad del segundo piso

El hecho de que el Gobierno del Distrito Federal tuviera que declarar desiertas las licitaciones para la construcción de las tres primeras partes de las cinco en que dividió la etapa 2002 del segundo piso de Periférico y Viaducto -porque lo presupuestado por las empresas constructoras para estas partes superó el costo previsto para toda la etapa- evidencia otra debilidad del megaproyecto vial. Tomar a priori la decisión de construirla, y fijar el monto presupuestal anual y total asignado a la obra antes de tener un proyecto ejecutivo completo e integrado de todas las etapas, sobre todo de la primera, impidió al gobierno capitalino hacer un cálculo real de su costo. Establecido así el monto máximo asignado, el riesgo de que las propuestas lo superaran adquirió alta probabilidad.

La obra, en su porción de Viaducto, se desarrolla en una zona de alto riesgo sísmico y con suelo de baja resistencia, por ubicarse en la llamada zona del lago; igualmente, hay que tener en cuenta el curso del río entubado que corre por su centro, y otras obras hidráulicas complejas. Al mismo tiempo, en el trazo del proyecto existen ductos, infraestructura hidráulica y energética cuyo trazo, se sabe, es muy poco conocido. En estas condiciones, las bases de la licitación incluían factores de alto riesgo para las constructoras, por la fragilidad del terreno, la incertidumbre sobre las redes existentes, y la obligación de asumir los costos de posibles afectaciones, que les imponían.

La realización de las obras en un turno vespertino y menor a la jornada laboral normal, dejando luego la vía limpia a la circulación, supone para las empresas dificultades extremas de organización y sobrecostos notorios debidos a: régimen laboral, discontinuidad del trabajo que se realiza en un solo turno, inactividad de la maquinaria y equipo durante dos tercios del tiempo útil, desplazamiento y confinamiento cotidiano del equipo pesado y materiales prefabricados, etcétera. Las constructoras privadas cobran estos costos y protegen sus ganancias. Aparentemente la prisa extrema no permitió al gobierno tener en cuenta y calcular el costo de estas circunstancias limitantes, dando el resultado conocido en la licitación.

La respuesta del gobierno capitalino ante esta situación no ha sido un análisis cuidadoso y reposado de la viabilidad presupuestal de la obra, que incluya también la discusión sobre su pertinencia urbana y ambiental. La solución ha sido confusa y tan apresurada como la decisión inicial de construirla. Se habló de simplificar las bases de la licitación, lo que pondría en duda su seguridad. Igualmente, el secretario de Finanzas anunció el aumento del monto asignado en 350 millones de pesos, sin evaluar el impacto que podría tener sobre el costo global de la obra. Ese incremento, basado en nuevos recortes a las partidas de operación de la administración, cuyo impacto sobre su funcionamiento y programas prioritarios desconoce la opinión pública, ocurriría en el mismo momento en que se reconoce una importante caída en los ingresos del DF debida a la recesión, y una gran reducción de las participaciones y transferencias presupuestales federales, que sin duda afectarán rubros sustantivos de la inversión y el gasto en obras y servicios prioritarios de interés social y colectivo. Los mil 500 o los mil 850 millones de pesos asignados al segundo piso servirían mejor para cubrir parte de estos recortes. Afortunadamente unos días más tarde el jefe de Gobierno desestimó el anuncio.

Hoy no sabemos a ciencia cierta el futuro del proyecto. Si se mantiene, preguntaríamos al Gobierno del DF: Ƒcuáles son las razones reales para asignarle tan alto grado de prioridad a un proyecto que beneficia a tan poca gente, que no resuelve el problema de transporte público para la mayoría, que sólo sirve a una pequeña porción del territorio urbano, y que tantos cuestionamos razonadamente? Parecería que el gobierno capitalino, prisionero de una decisión pragmática, sin sustento en la planeación y apresurada, no tiene la capacidad de reconocer su equivocación, analizar a fondo los hechos y dar marcha atrás para evitar mayores riesgos y costos. Puede ser también que una lectura superficial de las encuestas lo haga pensar que hay que sacrificar cualquier cosa a cambio de la popularidad electoral que le daría entre las capas medias y altas la realización de una obra "de prestigio" y "grandeza".

Un rasgo necesario de los gobiernos democráticos es la voluntad de oír las razones de la sociedad, debatirlas y aceptarlas; esto es más obvio cuando se trata de las razones de la realidad, que no se vencen con voluntarismo. Solicitamos nuevamente al gobierno capitalino que abra un compás de espera, reflexión propia y discusión pública sobre la viabilidad, pertinencia y prioridad del proyecto. Es propio de sabios y demócratas reconocer una equivocación, cuando ello puede evitar problemas más graves que los que se pretende resolver.

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