Luis Javier Garrido
El mito
La arremetida delirante de Vicente Fox contra la Constitución
mexicana de 1917 constituye un grave error político, pues evidencia
una vez más que quien pretende gobernar al país no tiene
más proyecto que el de sus predecesores.
1. El pueblo mexicano entiende bien que
el gobierno foxista no representa "transición democrática"
alguna en relación con el régimen de la tecnocracia priísta
(1982-2000), porque se sustenta en la impunidad de los mismos intereses
dominantes que en connivencia con fuerzas del exterior han prevalecido
sobre los derechos de los mexicanos, y por eso a nadie llama la atención
que en los últimos meses se haya descubierto a Fox como un personaje
tan corrupto como Salinas y Zedillo y que se esfuerce en aparecer como
el principal encubridor de éstos.
2. "La transición" en el caso de
México no podía haber sido más que un proceso de reconocimiento
pleno de los derechos individuales y sociales de los mexicanos que se coartaron
en los años del priísmo y para establecer un verdadero estado
de derecho. Pero para Fox ésta significa precisamente lo contrario,
desconocer los derechos colectivos y mantener las estructuras del narcopoder
en los bancos y en las grandes empresas asociadas a sus amigos, de
ahí que cada vez que aprovecha sus giras al exterior para hablar
del "cambio" y de "la transición" que, según dice, llegaron
con él, aparezca como un sicótico.
3. Las declaraciones que hizo a los periódicos
de los estados, publicadas en El Universal (23 de mayo), afirmando
que su tarea es lograr "una transición pactada", no logran esconder
por lo mismo que en su delirio del segundo año, Fox pretende disciplinar
a los partidos a sus compromisos con la administración Bush.
4. El proyecto trasnacional de cancelar
los derechos fundamentales de la nación mexicana sobre sus recursos
básicos y de desmantelar el sistema de garantías sociales
de nuestro país, no se esconde ya, y el propio Fox, quien tiene
la encomienda de Washington de negociar los cambios constitucionales con
la oposición partidista, declaró en Madrid durante una entrevista
en el programa Milenio, de Televisión Española (17
de mayo), que la Constitución mexicana responde al "régimen
anterior", e insistió en que además de algunos cambios en
materia política es necesario hacerle dos modificaciones que para
él son fundamentales: tanto en materia laboral como de energía.
Y que por ello su gobierno había procedido a una revisión
de la misma a fin de ponerla "al día", anunciando que se llevarán
a cabo audiencias públicas para legitimar esta iniciativa, elaborada
a espaldas y en contra de los mexicanos.
5. La revisión de este proyecto antinacional,
que se ha pretendido legitimar con la participación cómplice
de los partidos políticos y de los académicos funcionales
al foxismo, tanto en la mesa para la reforma del Estado de Muñoz
Ledo en 2000 como en las consultas de la Secretaría de Gobernación
en 2001, muestra claramente que lo que se pretende es desmantelar no sólo
al Estado surgido de la Revolución Mexicana sino a la nación
misma, eliminando todos los obstáculos para que el capital trasnacional
se adueñe de los recursos básicos del país y obtenga
una mano de obra barata. Con el pretexto de que se buscan cambios políticos
que "modernicen" al régimen, que en su mayor parte son también
verdaderas contrarreformas como la pretensión de establecer la relección
de diputados y senadores para el periodo inmediato posterior o la de fortalecer
el presidencialismo eliminando la intervención del Senado en la
conducción de la política exterior y el requisito de los
permisos al Presidente para ausentarse del país, lo que se pretende
en el fondo es satisfacer las exigencias de Washington.
6. El escándalo que se ha suscitado
en las últimas semanas sobre las irregularidades en las elecciones
de 2000, en especial por las evidencias de que Vicente Fox alcanzó
la Presidencia utilizando un macrofinanciamiento ilegal, proveniente del
extranjero, y que en buena medida es de empresas que buscaban beneficiarse
de las futuras políticas de privatización del foxismo, no
sólo ha abierto como tema de discusión la conveniencia para
el país de que Fox permanezca en el cargo, sino que ha hecho evidente
que este individuo no tiene legitimidad alguna para pretender cambiar la
naturaleza del Estado. El gobierno foxista no quiere reconocer sin embargo
que es tan espurio como los gobiernos priístas y que no tiene mandato
popular para modificar la Constitución, y pretende mantener un discurso
sicótico sobre "el cambio" y "la transición" que no existen.
7. El rasgo fundamental del régimen
priísta fue incumplir el marco legal del país, y lo que urge
ahora es respetarlo y no intentar modificarlo con precipitación
y al margen de los mexicanos para satisfacer la ambición del capital
trasnacional y de los Amigos de Fox coludidos con esos intereses. La Constitución
mexicana de 1917 no responde a régimen alguno, como afirmó
Fox en su estulticia, pues el sistema de partido de Estado no se empezó
a edificar sino hasta después de 1929, y fue un sistema de hecho
y no de derecho. Y si bien la Constitución fue modificada en las
últimas siete décadas, muchos de los cambios que se le hicieron
-por lo menos hasta los años setenta- tendieron a ampliar las garantías
individuales y sociales, aun cuando esto sólo fuese declarativo.
8. La crítica que se le hizo de manera
recurrente al anterior régimen fue que durante siete décadas
se había modificado más de 400 veces la Constitución
sin que hubiese una participación de la ciudadanía para ello,
pero lo cierto es que su espíritu originario sólo se trastocó
con los cambios de orientación neoliberal aprobados durante los
años de Salinas y de Zedillo. Y por ello no sorprende que el gobierno
foxista pretenda ahora hacerle de golpe a la Constitución nada menos
que 615 cambios; según revelaba Milenio Diario (13 de mayo),
siguiendo la misma mecánica del priísmo de hacerlos sin la
participación de la ciudadanía.
9. La costosísima campaña
llevada a cabo por el gobierno de Fox para crear las condiciones para estos
cambios constitucionales, pretendiendo que si no se entregan petróleo
y electricidad a las empresas extranjeras el país va al desastre,
no es nueva, pues ya se utilizó hasta la saciedad en los dos últimos
gobiernos, que siguieron el mismo modelo de abandonar a las empresas públicas
dejando de invertir en ellas y culparlas de todas las formas de corrupción.
10. La "transición foxista" no es
más que un mito que no logra encubrir que la amplísima contrarreforma
constitucional que desde Washington se le ha encomendado al gobierno actual
busca hacer de México el patio trasero de Estados Unidos.