Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 7 de junio de 2002
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Espectáculos

JAZZ

Antonio Malacara

Festival de Jazz en la ESM/ III

EN LAS PRIMERAS horas de la tarde, el auditorio Angélica Morales estuvo otra vez lleno en su totalidad. La Super Big Band de Pepe Mata hizo un estupendo papel, a pesar de la ausencia de Jaco González, quien no llegó para integrarse a la sección de saxofones. Pero la sola presencia de Remi Álvarez, Juan Alzate, Fernando Acosta y Juan Ramos, en los saxos, hacen de esta banda algo de veras monumental. Pero para hablar de esta banda necesitamos un espacio especial, que seguramente tendremos muy pronto.

ENSEGUIDA SUBIO al escenario la New Pop Jazz Band, integrada por estudiantes de la Superior de Música y dirigida por el maestro Enrique Valadez, quien se encarga de la cátedra de bajo y jam session, y quien además está programado, con diferentes combos, para cinco de los seis días del festival. Ayer la banda tuvo 28 elementos, además de cinco bailarinas invitadas que intervinieron en tres temas, improvisando la mayor parte de sus coreografías con más ganas que fortuna.

LOS MEJORES INSTANTES de este ensamble fueron para la interpretación de Summertime, pues aunque los inicios se daban con una versión alegrona y carnavalesca, el final fue diseñado para que toda la sección de metales bajara a pasearse entre el público, improvisando y soplando libremente en un happening de free-jazz bastante emotivo. El auditorio se sacudió y aplaudió totalmente complacido.

ENTRE LOS MUSICOS destacaron los solos de un trompetista, aunque de repente se quedaba sin aire y se le ahogaban los registros que pretendía alcanzar, además de las discretas intervenciones de Pablo Sánchez en el sax barítono. El resto de los metales cumplió entre altibajos. Los tres pianistas rotantes pasaron desapercibidos, el bajista se dejó ver muy bien casi al final; mientras que uno de los guitarristas dio realmente pena con sus deshilvanados y raquíticos fraseos. Lucas Lede, en cambio, hizo un dignísimo papel en la batería.

LO MEJOR ESTABA por llegar cuando el auditorio se quedó prácticamente vacío. Sólo 30 o 40 personas esperamos la participación del trío Aguilar/Barbosa/Rentería, aunque antes de éste llegó un dueto de guitarras que, fuera de programa, se aventó tres nerviosos esbozos de Ellington y Metheny. Estábamos a punto de emigrar cuando algo muy cercano a la magia nos detuvo en el asiento.

BERNARDO AGUILAR, alumno a punto de titularse, y que minutos antes llegó al quite del dúo de nervios, tomó la guitarra y se sentó para delinear los primeros acordes; Marco Rentería hizo gala inmediata de recursos en el bajo y Rodrigo Barbosa, ex alumno de la ESM, apenas acarició la musicostarola y los platillos, balanceándose en un sutil discurso de percusiones que poco a poco fue subiendo de intensidad, pero sin perder en ningún momento la ecuanimidad. Como atraídas por un imán, varias sombras empezaron a ocupar las butacas.

Propuesta de bolero en jazz


DESPUES DEL PRIMER golpe de encantamiento, nos asestan un bajón todavía más sorprendente al escuchar las primeras notas de Contigo en la distancia, sí, la de César Portillo de la Luz. Comparándola con la introducción, esta pieza pasó sin pena ni gloria; por más correcta que apareció en sus arreglos, nos sentimos caer en el jazz de supermercado... pero Rentería vuelve a construir en el bajo una serie de figuras de enorme belleza y el aparente fiasco se convierte en una muy solvente propuesta de bolero en jazz. Paloma.

PERO NO, SEÑORAS y señores. Qué paloma ni qué ojo de hacha. Medio segundo después la batería estalla en un poderosísimo groove para introducir Cien años, ni más ni menos, la canción con la que Pedro Infante enamorara a tres billones de amas de casa en Latinoamérica. Pero en esta ocasión el trío no se limitó a jazzear el tema, lo rediseñó de tal manera que cada instrumentista se abandonó en una vertiginosa carrera entre la samba y la creatividad y el bop y el virtuosismo. Los Cien años fueron entonces una mera referencia temática para la construcción de una soberbia catedral que pocas veces aparece por estas esferas, las de buscar un sonido mexicanista sin abandonar un solo instante la universalidad de la síncopa jazzera. La emoción se fue más allá de cualquier límite.

FINALIZARON CON ALGO de Charles Mingus. Pero eso ya fue "lo de menos".

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