Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 12 de julio de 2002
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Política

Horacio Labastida

Paz con justicia y dignidad

Cuando los guerrilleros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) decidieron transformar la batalla iniciada el primero de enero de 1994 en San Cristóbal de las Casas, en un movimiento a favor de la paz, reflejando sentimientos expresados por considerables mayorías de mexicanos, izaron de inmediato el emblema que da perfil y sentido a la cruzada por la paz. Pero los zapatistas no están dispuestos a aceptar una instancia de paz perversa o vacía de connotaciones profundamente humanas, semejante a la que desde entonces otorga primordial importancia el supremo gobierno, pues saben bien, de acuerdo con amplia experiencia de la historia, que la paz vacua o maligna no implica nada diferente a la reproducción del dominio de los menos en la colectividad.

Paz carente de trascendencia para el pueblo insurgente de 1810 y 1813 fue la acordada por Iturbide y el virrey Juan de O'Donoju, al suscribir los Tratados de Córdoba (1821). Paz insignificante para el bien de la democracia fue la convenida por Madero y Porfirio Díaz en los Tratados de Ciudad Juárez (1911). Paz vacía al interés de la patria fue la admitida por Obregón y Calles en los Tratados de Bucareli (1923). Paz infamante fue la ofrecida por Adolfo López Mateos al insigne caudillo agrarista Rubén Jaramillo, asesinado por el ejército en Xochimilco (1962). Paz oprobiosa fue la que Gustavo Díaz Ordaz propuso a los estudiantes huelguistas, en 1968, al simular el diálogo que concluyó en la masacre del 2 de octubre. El EZLN no concibe la paz asociada a la mentira, el engaño y la felonía de autoridades, ni la paz que proviene de conveniencias subyacentes y enhebradas a los señores del dinero y del gran capital trasnacional (Plan Puebla-Panamá), que mediante agentes conscientes de su papel perjuro subordinan la soberanía de los pueblos a instancias faccionales y retrógradas, es decir, a las clases del retroceso señaladas por José María Luis Mora en su célebre programa ilustrado de 1833-1834.

ƑCuál es la paz de los zapatistas chiapanecos? Su respuesta es clara y muy sencilla. La bandera que levantan desde que suspendieron las hostilidades militares es la de paz con justicia y dignidad. La justicia fue perfilada desde que Ricardo Flores Magón, siguiendo en esto al eminente José María Morelos, la percibió como entrelazamiento humano en el que nadie, ni una sola familia, carezca de los medios económicos y culturales que perfeccionen día a día la conciencia moral del hombre para sí mismo y para los demás. Hacer de la interrelación humana un acto ético sin solución de continuidad es la convivencia justa de los unos y los otros. Y la dignidad se refiere a la plenitud del goce de libertad para realizar en la historia los más altos valores de una cultura. La opresión social en cualquiera de sus formas, política o económica, es indigna, cosificante, o sea la conversión y tratamiento del hombre en esclavo o mera mercancía dentro del juego de la producción y del pensamiento. Tal propuesta de paz, que los zapatistas demandaron en la Cámara de Diputados y que les fue negada por el Congreso, traduce por igual ideales nacionales y universales.

Las protestas de Seattle, Porto Alegre, España y Argentina, entre otras muchas, contra una globalización que, observa Marcos Kaplan en su reciente Estado y globalización (UNAM, México, 2002, p. 392), "multiplica desigualdades, desequilibrios y conflictos; impone... subordinación neocolonial... destruye actores y tejidos sociales..." (y abandona) "a su destino a un resto mayoritario", en beneficio de una minoría acaudalada, son en su fondo y de manera expresa como estima Pablo González Casanova (La Jornada, no. 6413, p 11) muestras virtuales y actuales de que otro mundo sí es posible, o sea un mundo de paz con justicia y dignidad.

Ahora la sociedad civil está nuevamente junto al EZLN, al inaugurar el pasado 4 de julio en San Cristóbal de las Casas el Encuentro Nacional de la Paz, cuyas mesas de trabajo concluyeron tres días después, proclamando la validez de los aún vigentes acuerdos de San Andrés e izando una vez más la bandera de paz con justicia y dignidad.

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