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El delito de ser mujer

Las mujeres presas, víctimas de una justicia discriminatoria y parcial

· Mayor vulnerabilidad en razón de su género: CNDH
· Muchas son abandonadas por su familia
· Son casi siete mil en el país

María Esther Espinosa

 

Es martes, no importa la fecha ni la hora, ahí un día es igual que otro. A pesarde que es día de visita en el Centro Femenil de Readaptación Social "Tepepan", no hay filas, ni aglomeraciones como las habría en una prisión varonil. Aquí las mujeres se quedan como Penélope, tejiendo sueños y esperando la llegada del ser querido, que nunca vendrá. Porque no sólo son sancionadas por las leyes del hombre, sino abandonadas por sus parejas, maridos o familia.
"Las mujeres que estamos en la cárcel somos como espíritus que deambulan por los mismos lugares. ¿Cuántas veces no habré pisado las mismas lozas en este lugar? La cárcel es como estar en una cripta, pero sin estar muerta, en espera del Juicio Final. Nosotras aguardamos ese juicio para salir al exterior, para salir a vivir".
Así como Sara Aldrete, quien escribe el párrafo anterior, en México se encuentran alrededor de 158 mil 592 personas recluidas en 446 cárceles, de las cuales la población femenina asciende a 6 mil 977 reclusas; a nivel nacional solo existen 10 centros de reclusión exclusivamente femeniles. "En aproximadamente 230 de estos establecimientos existe un rincón una celda o una pequeña sección que alberga población femenina", señala la investigadora Elena Azaola Garrido.
Las mujeres prisioneras son castigadas y sancionadas no solo por las leyes penales, sino olvidadas y abandonadas por su familia y repudiadas por la sociedad. Por lo general, no son autoras sino participes o cómplices empujadas por un varón, actúan como maniquís, característica no sólo de México sino de otros países. Están en prisión porque ayudan a encubrir el ilícito de los hombres, son madres que han ayudado a esconder la droga que el hijo lleva a casa o mujeres que han creído es parte de su obligación como esposas, novias o amantes.
El porcentaje del sexo femenino que llega a la cárcel es bajo en comparación con el del hombre (5 de cada 100), no se amotinan, ni se fugan, por lo que las demandas de las reclusas rara vez son tomadas en cuenta.

Cuando una mujer mata a su marido...
Con las mujeres son más evidentes los valores morales y sociales: cuando una mujer mata a su marido, lo hace como conclusión de una etapa de golpes y lesiones gravísimas. La mayoría purga sentencia por robo, le sigue el delito de daños contra la salud, homicidio, privación ilegal de la libertad, violación, etcétera. Sin embargo, adentro "ni están todas las que son ni son todas las que están".
El 70 por ciento de las mujeres internas tiene entre 18 y 35 años, un tercio de ellas son solteras; otra tercera parte son casadas, y en igual proporción vivían en unión libre. Muy pocas son viudas o divorciadas. Sin embargo e independientemente de su estado civil, el 86 por ciento son madres y tienen, en promedio, 3.5 hijos .
La trasgresora es juzgada por un modelo de comportamiento "masculino" en el que la norma "se desprende a partir de las necesidades de los hombres, siendo la mujer una especie de apéndice que se agrega a dicho modelo", manifiesta Azaola. Por su parte, Rosalinda Avila Selvas directora de Promoción y Participación del Instituto de la Mujer del D. F., opina que "la situación de una mujer en prisión y un hombre en iguales circunstancias tiene diferencias porque el impacto en el tejido familiar y social es mucho mas alto en ellas. Es un problema que no ha sido analizado con una perspectiva de género".
Azaola Garrido señala: "se piensa que si la madre es delincuente necesariamente no es buena madre, por lo que la institución es la que dictamina si puede o no hacerse cargo de sus hijos. La mayoría de las veces se les resta completamente su poder de decisión; incluso para opinar sobre su visita conyugal. El estar privada de la libertad no significa perder todos sus demás derechos".
El mundo carcelario esta compuesto por dos partes: las mujeres presas y las autoridades con las que conviven. No todos los funcionarios son iguales: hay unos que ejercen su autoridad apegados a derecho; sin embargo, abundan las situaciones de maltrato en el sentido de abuso de poder y de falta de respeto.

Infanticidas, arrastradas por situaciones límites de violencia
La psicoanalista habla de su experiencia cuando realizó una de sus investigaciones que luego publicó en El delito de ser mujer: "entrevisté al 100 por ciento de las mujeres que estaban presas por infanticidio, arrastradas por situaciones límites de violencia. Muchas habían sido madres sin haber recibido los cuidados de sus padres cuando habían sido niñas, fueron violadas, expulsadas de su casa, o se unieron a una pareja que las maltrataba. Son circunstancias que permiten ver a este delito desde una perspectiva distinta a la que se emplea para juzgarlas".
Explica, que los programas de enseñanza dentro de la prisión son pobres y no responden a las necesidades de las mujeres; se les quiere seguir enseñando con sistemas que ya fracasaron.
Por lo que se refiere al trabajo, a las internas se les sigue confinando a las "labores propias de su sexo": aseo, bordado, tejido, manualidades": "al tiempo de reproducir los roles de género, les brindan muy pocas oportunidades de elevar y superar su condición. A la falta de trabajo de otra índole, se añade la dificultad para vender los productos que elaboran e incluso para aprovisionarse de los materiales que requieren".
La justicia que se practica es discriminatoria y parcial para estas mujeres solas, pues en muchos casos se les impone la pena de prisión tan sólo por no tener los recursos para cubrir el monto de una fianza que resulta, a veces, irrisoria y desproporcionada en relación con la falta cometida.

La recomendación de la CNDH
Reconociendo la realidad de las prisiones de mujeres la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), emitió, el 14 de febrero de 2002, la Recomendación General número 3, dirigida a los gobernadores de las entidades federativas, al Jefe de Gobierno del Distrito Federal y al Secretario de Seguridad Pública Federal, señalando: "las condiciones de vida en reclusión de las mujeres y los varones, ponen de manifiesto la mayor vulnerabilidad que, sólo por razón de género, tienen las internas.
Afirmó que las reclusas "están excluidas o, al menos no cuentan con iguales oportunidades que los varones, para acceder a determinados derechos que tienen reconocidos. La vulnerabilidad de las mujeres se extiende a sus hijos que permanecen con ellas en la prisión, pues sólo excepcionalmente, cuentan con los satisfactores adecuados y necesarios para su sano desarrollo".
Recomendó la institución que se tomen las medidas necesarias para que las mujeres reclusas reciban un trato respetuoso a su dignidad y a su condición femenina, atendiendo sus necesidades de salud, educación, trabajo productivo y remunerado, en locales totalmente separados de los que ocupan los varones, y que convivan con internas de su misma situación jurídica, sin ningún tipo de sometimiento entre ellas y con personal de custodia exclusivamente femenino.
Asimismo, que se creen instalaciones y programas de atención para las niñas y niños que permanecen con sus madres o sus familias en los centros de reclusión del país, y para que las internas mantengan el contacto necesario con las hijas e hijos que viven en el exterior y se establezcan programas de atención médica general y especializada a las mujeres en reclusión, así como a los hijos que las acompañan; sin olvidar que deben recibirla también los varones reclusos.
Esta recomendación pretende, a partir de reconocer las graves carencias y deficiencias existentes en la mayoría de los centros, que las mujeres internas no sean perjudicadas por las diferencias de género y que, consecuentemente, tanto internas como internos disfruten de los derechos que con el carácter de garantías tienen reconocidos.

Una luz: el programa de Liberación Anticipada
Una luz se asoma para las mujeres presas de los diferentes reclusorios del Distrito Federal con el programa de Beneficios de Liberación Anticipada que el Instituto de la Mujer, junto con otras organizaciones lleva a cabo. A un año de instalado más de cien internas han obtenido su libertad.
En Tepepan, ninguna mujer que sabe será beneficiada con este programa quiso hablar, por temor a provocar envidia a sus compañeras. En los penales coexisten todos los sentimientos, que van desde los celos hasta la solidaridad.
Arcelia Pérez Coronado, coordinadora de Proyectos Especiales del Instituto de la Mujer del D.F., asegura que las mujeres cuando salen de prisión no voltean para nada hacia atrás porque tienen la creencia de que si lo hacen les traerá mala suerte.
No todas las reclusas pueden ser beneficiadas con este programa. Para acogerse al mismo se toman en cuenta varios aspectos como son: el delito, que sean primodelincuentes, porcentaje de la condena que haya cumplido, los meses que la interna ha estudiado y trabajado, buena conducta.
Tanto la Pastoral Penitenciaria, dependiente de la Arquidiócesis de México y los CIAMS, les proporcionan apoyo, como albergue, los avales morales o de trabajo para que sea más ágil su liberación. Hay mujeres que terminan su pena en externación.

Historias carcelarias

"A mi marido y a mí nos acusaron de secuestrar a un niño en la Ciudad de México cuando yo estaba en Michoacán. ¡Cómo voy a pagar algo que no hice! Mi marido decía que el tampoco era culpable. Yo iba a las visitas conyugales y ahí me embaracé de mi segundo hijo. Tiempo después me di cuenta que él si era culpable y ya no quise verlo. Yo soy el único sostén de mis hijos de dos y cinco años que viven conmigo en la cárcel. Los mantengo con los 90 pesos que me pagan a la semana por hacer limpieza. Es muy triste porque no tengo a nadie para que los saque a pasear. Ellos se aburren, quieren ir al circo, a la feria y a conocer el zoológico, pero no hay quien los lleve.

Amalia ayuda económicamente a su hijo que está preso en un reclusorio varonil. Ambos fueron sentenciados por robo de vehículo. "Tengo una pensión por viudez y mis hijas la reciben. Voy a cumplir tres años, me dieron 40 años. Desgraciadamente el abogado solo me sacó dinero, no me ayudó, el comandante de la policía judicial donde trabajé como secretaria, me dijo o tu hijo o tú, pero al final de cuentas los dos estamos en la misma situación".

"Apenas tengo año y medio, estoy por homicidio, es un impacto muy fuerte para mí y para mi familia, el dolor nos ayuda a crecer, finalmente son etapas de la vida, no todo es bueno, estoy pagando, en mi mente está salir de aquí. En este lugar valoras todo, pero lo más importante la libertad. Cuando llegué era insegura y miedosa, como mi compañera que acaba de entrar, tratamos de ayudarnos, traigo una sentencia de 40 años, quiero salir bien por mi hijo, por mi familia".

"Mi pareja mató a la niña y me inculparon a mí, la niña tenía dos años, puse la denuncia y me convirtieron en acusada. Se fue, no he vuelto a saber nada de él. Tengo un hijo de 12 años, viene a verme con mi mamá. Llevo ocho años aquí, me sentenciaron a 23 pero tengo derecho a mi preliberación con 11 años y medio. Hago muchas cosas, estudio una carrera de diseño por correspondencia y estoy pagando una materia de preparatoria, elaboro artesanías, leo mucho, tomo todos los cursos que dan. Mi hijo vivía con mi mamá cuando paso lo de mi hija. Me arrepiento de haberme involucrado con otra pareja".

"Me sentenciaron porque "supuestamente" maté a mi suegro, mi marido está en el Reclusorio Sur, es mi coacusado, a mí me gustaría que las autoridades tomaran en cuenta que la familia es más afectada cuando se priva de la libertad a las madres porque los hijos desafortunadamente van a parar a un organismo de asistencia o se quedan en la calle. Yo tengo la fortuna de tener una familia unida, no ha dejado de venir a verme, sin embargo, muchas de mis compañeras no. Nos sentimos muy contentas con la directora actual, el hecho de que pasen aquí significa que no tienen nada que ocultar".

"Soy de Estados Unidos, tengo ocho años encerrada. Unos amigos me invitaron de vacaciones a México, cuando pretendía regresar a mi país, me detuvieron en el aeropuerto porque una de mis maletas llevaba droga, yo no sabía, aprendí español en el Reclusorio Oriente, mis padres me mandan dinero, cuando salga, pienso seguir estudiando y trabajar en una aerolínea, tengo 28 años".

Datos que obtuvieron Elena Azaola y Cristina José Yacamán en Las mujeres olvidadas, investigación que realizaron sobre la situación de las mujeres en las prisiones de México durante 1993 y 1994.

 

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