Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 8 de abril de 2002
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Espectáculos
TOROS

Fue boxeador, futbolista y novillero antes de iniciar su carrera en Hollywood

El gringo Budd Boetticher, el mejor realizador de cine taurino en México

Filmó a Velázquez, Solórzano y Cagancho Emilio García Riera lo elogió

LUMBRERA CHICO

Después de la Segunda Guerra Mundial, Hollywood realizó el sueño étnico de Hitler: crear una "raza superior", formada por hombres y mujeres blancos, rubios, de incomparable belleza física, invencibles en todos los terrenos. Al aplauso que la ultraderecha estadunidense brinda hoy a la criminal ofensiva que impulsa actualmente el gobierno de Israel -a cuyo régimen José Saramago ha comparado, en plena justicia, con la dictadura de Hitler-, contribuyó sin duda el racismo del cine de Hollywood. ¿A qué viene este prólogo, aparentemente fuera de lugar en una página de toros? A que este espacio no puede sino condenar ardientemente la política etnocida de George W. Bush y Ariel Sharon contra el pueblo palestino.

De maletilla a cineasta

A Oscar Manfred von Boetticher, nacido el 29 de julio de 1918 y muerto el 30 de noviembre de 2001 en Estados Unidos, le tocó explorar esa otra veta del racismo de Hollywood que fueron las cintas de vaqueros contra indios. Mejor conocido como Budd Boetticher -nos escribe desde Aguascalientes, el colega y aficionado taurino Gustavo Arturo de Alba, director de la revista Crisol-, este sorprendente realizador filmó algunos de los mejores western de la época.

Boetticher, según André Bazin -ideólogo del grupo de críticos y directores franceses agrupados en la revista Cahiers du Cinéma-, es el autor del "mejor western" filmado en Hollywood después de la guerra: Hombres sin destino (Seven men from now), que data de 1956, una cinta que no tiene "nada de símbolos ni de segundas intenciones filosóficas, ni sombra de sicología, sino, nada más, personajes ultraconvencionales en situaciones archiconocidas (pero que ofrece) en cambio, una puesta en escena extraordinariamente ingeniosa, y sobre todo una invención constante en cuanto a los detalles, capaces de renovar el interés de las situaciones".

Del entusiasta apunte de Bazin, citado por De Alba, se infiere que Boetticher fue un observador excepcional de la condición humana, virtud que ratificó tanto en sus numerosas películas de vaqueros como en Legs Diamond, adaptación de la espléndida novela de William Kennedy sobre la vida de un famoso gangster que hizo su dinero gracias al contrabando de alcohol.

No es gratuito que el cine de Boetticher gire en torno de personajes marginales que luchan por ascender socialmente en un contexto del todo adverso. Para relatar esas historias terribles, el realizador contó sin duda con el estímulo de su propia trayectoria autobiográfica. No olvidemos que, antes de llegar a Hollywood, fue boxeador profesional y jugador de futbol americano, actividades ambas de las cuales fue rudamente expulsado a golpes, durísimos golpes por lo demás. Pero amante de la mala vida y de las dificultades extremas, vino entonces a México, en los años 30, y pugnó por hacerse torero.

Tiempo de esplendor

Aquellos eran en México años de enorme importancia en cuanto a la vida taurina del país se refiere. Estaban en el candelero los grandes -Garza, El Soldado, Armillita, Fermín Rivera-, y la afición era tan grande que a veces había hasta dos y tres corridas por semana y la gente dormía frente a las taquillas de El Toreo de Cuatro Caminos.

Boetticher no logró convertirse en figura pero aprendió a ver y comprender, como pocos estadunidenses, la esencia mítica de la lidia, una ventaja que en 1940 le permitió fungir como asistente de Rouben Mamoulian, director de Sangre y arena. Con esa equipaje cultural, se integró entonces a Hollywood y debutó en 1944 como director con One mysterious nigth. Luego hizo una decena de cintas que él mismo calificaba como "olvidables", pero en 1950 regresa a México y, con dinero y patrocinio de John Wayne, filma The bullfigther and the lady, con Robert Stack y Joy Page.

Después de ese relativo éxito -del que Emilio García Riera destaca "lo bien fotografiadas que están las escenas taurinas"-, Boetticher inicia el ascenso de su carrera como realizador de westerns con The Cimarron Kid (1951), Bronco Buster (1952), Red ball express (1952), Horizons West (1952), City beneath the sea (1953), pero en 1954 vuelve al tema taurino con The magnificent matador, con Anthony Queen y Maureen O'Hara, en la que subraya el problema del miedo del torero, y en la que actúan Jesús Solórzano, Antonio Velázquez, Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes, El Ranchero Aguilar, Félix Briones y el gitano Cagancho.

En los créditos de tan conspicuo elenco, aparece Carlos Arruza como "asesor taurino" de Boetticher. A propósito de esa cinta, García Riera -citado por De Alba?, anota que el director, por presiones de Hollywood tuvo que evitar escenas "delicadas" como la muerte de los toros y el trabajo de los picadores, pero ello no obstante, Boetticher cerró la película "con un rollo entero filmado en el ruedo, y muy bien filmado además" que, añade el crítico, anunciaba ya "el buen semidocumental" que rodaría años más tarde con Arruza, logrando el mejor trabajo cinematográfico sobre la tauromaquia realizado hasta ahora en este país.

De esa película, y de los terribles sacrificios que tuvo que hacer Boetticher para financiarla, hablaremos en este espacio dentro de ocho días...

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