Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 9 de septiembre de 2002
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Política

Iván Restrepo

Ahora pongamos el ejemplo en casa

Acaba de terminar la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, magna reunión a la que asistieron decenas de jefes de Estado con sus ministros y asesores, además de empresarios, expertos de centros de investigación y organismos internacionales y miles de personas defensoras del ambiente. Estas últimas realizaron su Foro Global, donde cuestionaron el papel que en el deterioro del planeta juegan las grandes potencias (con Estados Unidos a la cabeza) y la situación económica y social fruto de las nuevas reglas fijadas por los centros de poder económico y militar. México se hizo presente con una numerosa delegación oficial (casi cien personas), y no menos nutrida fue la de las organizaciones no gubernamentales. Como se esperaba de esta multitudinaria reunión, sus frutos no fueron los que el mundo necesita en estos momentos con tanta urgencia. Sin embargo, son rescatables algunos acuerdos importantes que ojalá tengan cumplimiento, pues la experiencia muestra que existe un largo trecho entre lo que se acuerda y lo que se realiza. El Protocolo de Kyoto es buen ejemplo al respecto. Pero seamos optimistas y retornemos al México real.

Para abrir boca, digamos que nuestro país, orgullosamente la novena potencia económica del mundo, es la décima en destrucción de recursos naturales y no figura en los 50 primeros sitios en desarrollo humano. Algo comprensible, pues más de la mitad de la población es víctima de la pobreza. Estamos hablando de unos 53 millones de personas que viven en el campo y los cinturones de miseria de las ciudades. Pero sí somos, y en Johannesburgo se informó de ello, megapotencia en biodiversidad e impulsores internacionales de su conservación y manejo racional. Sin embargo, en las zonas de México donde existe esta riqueza la gente es pobre, y no la aprovecha adecuadamente. Otros son los que se benefician y trabajan para apoderarse de ella. Después de Brasil somos el país del continente con mayor tasa de destrucción de áreas forestales, fruto de la expansión agrícola hacia las tierras de ladera y selva, los talamontes, la migración y el aumento poblacional. Los programas para evitar la deforestación y contrarrestarla con la siembra de millones de árboles han sido un fracaso.

Si las cosas andan mal en el sector rural, no menos grave es lo que ocurre en las áreas urbanas, especialmente en los conglomerados metropolitanos. Somos en América Latina campeones en generar los mayores niveles de óxidos de carbono. No logramos disminuir los índices de contaminación de aire, lo que se refleja en elevados índices de padecimientos respiratorias, que le cuestan a la sociedad en atención médica, oficial o privada, en ausentismo laboral y educativo y en enfermedades degenerativas. Aunque en la ciudad de México hace tres años que no se presentan contingencias atmosféricas, 90 por ciento de los días del año los niveles de contaminación son superiores a los límites tolerables por la salud. Esa mala calidad del aire se debe a un transporte público deficiente, a los cientos de miles de vehículos particulares, chatarras o no, que violan las normas fijadas por las autoridades para controlar la emisión de gases, a la mala calidad de la gasolina. También contribuyen las emisiones provenientes de la gran industria y de miles de empresas medianas y pequeñas. Si antes la zona metropolitana de la ciudad de México era símbolo de contaminación atmosférica, hoy lo son también Guadalajara, Monterrey, Puebla, Oaxaca, Tijuana y Ciudad Juárez.

No sólo está contaminado el aire citadino, sino que hay crisis en el abastecimiento de agua potable, subsidiada a quienes pueden pagar lo justo por ella y cara para los pobres. Los sistemas de distribución deben atender a más usuarios y no cesa el desperdicio de líquido en las redes de conducción y en muchísimos hogares. Las fuentes de abastecimiento están al tope de uso o sobrexplotadas, como sucede en la cuenca del valle de México y las principales ciudades del país. Igual ocurre en cuanto a la basura que generan los hogares y la industria. La de ésta última más peligrosa, por sus efectos negativos en el ambiente y la salud pública.

En fin, nuestro país es uno de los signatarios más frecuentes de acuerdos internacionales para cuidar el ambiente y los recursos naturales, para combatir la pobreza. Luego de Johannesburgo es tiempo de predicar con el ejemplo, en casa.

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