Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 9 de septiembre de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >

Política

Carlos Fazio

Frente patriótico

El árbol se juzga por sus frutos. El arte de gobernar no es el arte de remendar. Tampoco se puede gobernar un país a pura saliva. La retórica, el adjetivo, lo anecdótico son mera fachada. La propaganda y la demagogia tienen sus límites; no se pueden ocultar los hechos todo el tiempo. Ninguna de las promesas del hombre del "cambio" se ha cumplido. Prometió aumento de la producción, trabajo, seguridad, paz en Chiapas, transparencia, combate a la corrupción y un largo etcétera. Sin embargo, el deterioro general del país en lugar de haberse detenido se ha acentuado. La transición es simple continuismo; recambio de administradores. La democracia es una ficción; no puede haber democracia en un país con 70 millones de pobres. La Constitución es letra muerta. La justicia está al servicio de los poderosos. Lo privado ha desplazado a lo público. En el cascarón hueco de las instituciones del Estado siguen anidando las viejas mafias cleptocráticas. Campea la impunidad. Chiapas y otras regiones del país viven bajo el signo de la militarización. Hay un Estado contrainsurgente en ciernes. Crece el paramilitarismo contra las comunidades indígenas autonómicas. Los derechos humanos rigen para Cuba y Nigeria, no para México.

La historia de estos últimos tiempos es la historia de una gran frustración y de una gran mentira. Como en los últimos regímenes del partido de Estado, la economía de México, a semejanza de una camisa de fuerza, sigue siendo ordenada desde afuera y es manejada por un puñado de tecnócratas que antes trabajaba para los gobiernos priístas. Pero no nos equivoquemos. El régimen conservador que administra Vicente Fox tiene un proyecto de dominación. Y de país: México, SA. El sueño de un país privatizado. Oligárquico, corporativo. De elites clasistas y facciosas. Predadoras y subsidiadas por un Estado nana; neointerventor hacia arriba, en contra de las mayorías.

No sin contradicciones, la derecha en el poder -con su clase política de foxistas, panistas, priístas y tontos útiles- ha puesto el país a remate; reniega de la soberanía nacional. La cancillería de Tlatelolco ha sido asaltada por un grupo de aventureros anexionistas, que ha tornado una política exterior principista en subordinación al imperio. El "tercer vínculo", el militar, acorrala a la oficialidad patriótica de las fuerzas armadas; inexorablemente, el Comando Norte impulsado por el Pentágono aumentará la dependencia de la institución armada. La seguridad interna ya es controlada por la comunidad de inteligencia estadunidense. La banca ha sido entregada al capital extranjero. La energía (Pemex, la Comisión Federal de Electricidad, el agua) y la educación pública aguardan en la lista de espera de las privatizaciones.

En el proyecto oligárquico, la sociedad fragmentada -resultado de años de políticas neoliberales excluyentes- camina hacia una sociedad de castas. Hay libre tránsito de capital, pero no de personas. Una contrarreforma laboral, pro patronal y divisionista pretende darle un tiro de gracia a las conquistas históricas de los trabajadores. Rotas ex profeso las cadenas productivas, el campo mexicano está desahuciado; la próxima apertura del TLC completará la obra. Un puñado de megacorporaciones y neolatifundistas trasnacionales rapaces espera el golpe final contra el campesinado; la tierra y los recursos naturales como botín.

México vive una emergencia nacional. La patria está en peligro. Es necesario construir otro proyecto de nación. Elaborar un programa que dé vida a un frente cívico opositor, como alternativa de poder ciudadano real. Dirigido a transformar las viejas estructuras oligárquicas, caciquiles, clientelares, mafiosas. Un proyecto colectivo de nación con eje en lo social popular, para beneficio de las mayorías. Que recupere los espacios públicos para una ciudadanía participativa que construya su destino. Que sea capaz de forjar una democracia humanista y con plena soberanía popular, donde exista rendición de cuentas. Un país libre de interferencia externa. Independiente. Que mire al sur, no al norte. Con vocación bolivariana; que impulse una nación de repúblicas hermanas en pie de igualdad, sin tutorías imperiales.

Es preciso hacer política, pero política de enérgica y firme oposición. Y política de oposición no significa ni transar ni olvidar; implica condena. Es preciso hacer política, pero política sincera y eficaz; comprometida, sin mesianismos. Eso implica voluntad y acción. Y por encima de todo, requiere conciencia y confianza en las propias fuerzas. Sin sobrestimarlas, pero también sin subestimarlas. No se parte de cero. Hay en México mucha experiencia acumulada, producto de las diversas formas de lucha: políticas, sociales, sindicales, campesinas, estudiantiles; legales unas, de autodefensa o clandestinas otras. Están surgiendo nuevas formas de hacer política. Una política horizontal, asamblearia, de redes en la base, muchas veces expresión de una democracia directa, participativa, autonómica. Pero es necesario trascender los movimientos de resistencia locales, articularlos en un nuevo proyecto de nación. No para controlarlos sino para potenciarlos, combinando lo local con lo regional, lo nacional y lo internacional. ƑCómo? No lo sabemos. No hay modelos. Lo que seamos capaces de construir. La lucha por venir será la misma de ayer: defensiva y ofensiva contra las fuerzas reaccionarias y por la salvaguardia de nuestra libertad nacional e individual. Pero es ley de estrategia no hacer el juego del adversario, ni entrar en el terreno por él elegido.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año