Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 9 de septiembre de 2002
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Espectáculos
Dos horas de espera y caos vial al olvido cuando empezó a sonar la lira del neoyorquino

Mostró Lenny Kravitz el infinito poder del rocanrol, en el Azteca

Cautivado por el público mexicano, hasta se quitó las gafas oscuras para verlo nítidamente

JORGE CABALLERO

Las dos y media horas de espera, el horrible caos vial en el Circuito Azteca y los agresivos cateos del personal de vigilancia del Grupo Lobo fueron olvidados cuando Lenny Kravitz y su banda comenzaron a roquear y mostraron el infinito poder del rocanrol, en su primer concierto en el estadio Azteca, efectuado en la última hora del sábado y la primera del domingo.

Con envolventes luces robóticas multicolores, pantallas videntes, que mostraron aspectos/detalles del escenario y músicos que escapaban a la óptica humana y, por supuesto, el impresionante sonido y calidad musical hicieron que Mister Kravitz y compañía efectuaran un trepidante e inolvidable concierto, que se inició excelente y nunca bajó esa franja.

Fue un pulcro toquinsototote, como pocas veces se ha visto en estas tierras de Dios, con un par de liras deshechas/rehechas en las dos horas de concierto, una golpeante batería que subvirtió los sentidos, un inquietante bajo que acabó con cualquier lógica neuronal conocida y las incisiones/deconstrucciones de un sax azul fuerte.

La fuerza del rocanrol del músico negro pronto prendió a mujeres y hombres por igual; por ahí se escuchó decir a un machín: "Ese güey es mi novio"; una chica que en sus ojos tenía concentrado las tonalidades del mar caribe replicó: "El mío también"; pero Mister Kravitz, vestido con un look retro setentero, sus pétreos lentes oscuros y su piel de zorro colgada a los hombros, fue objeto de deseo de las 55 mil almas en la cancha del Azteca.

Mister Kravitz interpretó una veintena de canciones, pero con Again, American woman, Rock and roll is dead, Are you gonna my way y Fly away el concierto alcanzó un nivel apoteósico.

La fascinación/hechizo al que Mister Kravitz sometió al público mexicano fue mutuo: "Durante 13 años de mi vida he viajado dando conciertos en el mundo y el público mexicano es el más hermoso y cálido que he visto"; y, como McCarthur, adelantó: "Regresaré"; el rugido de los 55 mil espectadores reunidos en el óvalo de la casa del equipo de futbol Necaxa confirmaron la apreciación del músico neoyorquino. Evidentemente afectado Mister Kravitz respondió: "Muchas, muchas gracias"; ... bueno... hasta los lentes se quitó para ver nítidamente al público mexicano.

Casi perfecto

El concierto hubiera sido perfecto de no ser porque en la canción Belive el micrófono de Kravitz falló y no se escuchó por un rato de la rola; eso y la altura de la ciudad de México impidieron la perfección del acto: "Es muy difícil tocar aquí", dijo un exhausto Lenny Kravitz cuando el micrófono volvió a funcionar.

Otros de los grandes/grandes momentos de la actuación fue cuando el neoyorquino atacó el escenario para tocar las manos de sus fanáticos de las primeras filas y descendió para que los afortunados lo cubrieran con una alfombra de manos lascivas, que naufragaron cachondamente por todo el cuerpo de Mister Kravitz.

De teloneros estuvieron el colombiano Kabas y la estadunidense Pink, a quienes no se les prestó mucha atención.

Reporte de la SSP

Al final del concierto, la Secretaría de Seguridad Pública sólo reportó: "En la calzada de Tlalpan se registró una riña entre los espectadores. Extraoficialmente se supo que fue desfigurada una persona; sin embargo, los involucrados se retiraron por sus propios medios"; los 994 efectivos, los 123 vehículos y los 60 semovientes (caballos), destinados a resguardar la seguridad no los encontraron.

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