Dos horas de espera y caos vial al olvido cuando
empezó a sonar la lira del neoyorquino
Mostró Lenny Kravitz el infinito poder del rocanrol,
en el Azteca
Cautivado por el público mexicano, hasta se quitó
las gafas oscuras para verlo nítidamente
JORGE CABALLERO
Las dos y media horas de espera, el horrible caos vial
en el Circuito Azteca y los agresivos cateos del personal de vigilancia
del Grupo Lobo fueron olvidados cuando Lenny Kravitz y su banda comenzaron
a roquear y mostraron el infinito poder del rocanrol, en su primer concierto
en el estadio Azteca, efectuado en la última hora del sábado
y la primera del domingo.
Con
envolventes luces robóticas multicolores, pantallas videntes, que
mostraron aspectos/detalles del escenario y músicos que escapaban
a la óptica humana y, por supuesto, el impresionante sonido y calidad
musical hicieron que Mister Kravitz y compañía efectuaran
un trepidante e inolvidable concierto, que se inició excelente y
nunca bajó esa franja.
Fue un pulcro toquinsototote, como pocas veces se ha visto
en estas tierras de Dios, con un par de liras deshechas/rehechas en las
dos horas de concierto, una golpeante batería que subvirtió
los sentidos, un inquietante bajo que acabó con cualquier lógica
neuronal conocida y las incisiones/deconstrucciones de un sax azul fuerte.
La fuerza del rocanrol del músico negro pronto
prendió a mujeres y hombres por igual; por ahí se escuchó
decir a un machín: "Ese güey es mi novio"; una chica que en
sus ojos tenía concentrado las tonalidades del mar caribe replicó:
"El mío también"; pero Mister Kravitz, vestido con un look
retro setentero, sus pétreos lentes oscuros y su piel de zorro colgada
a los hombros, fue objeto de deseo de las 55 mil almas en la cancha del
Azteca.
Mister Kravitz interpretó una veintena de canciones,
pero con Again, American woman, Rock and roll is dead,
Are you gonna my way y Fly away el concierto alcanzó
un nivel apoteósico.
La fascinación/hechizo al que Mister Kravitz sometió
al público mexicano fue mutuo: "Durante 13 años de mi vida
he viajado dando conciertos en el mundo y el público mexicano es
el más hermoso y cálido que he visto"; y, como McCarthur,
adelantó: "Regresaré"; el rugido de los 55 mil espectadores
reunidos en el óvalo de la casa del equipo de futbol Necaxa confirmaron
la apreciación del músico neoyorquino. Evidentemente afectado
Mister Kravitz respondió: "Muchas, muchas gracias"; ... bueno...
hasta los lentes se quitó para ver nítidamente al público
mexicano.
Casi perfecto
El concierto hubiera sido perfecto de no ser porque en
la canción Belive el micrófono de Kravitz falló
y no se escuchó por un rato de la rola; eso y la altura de la ciudad
de México impidieron la perfección del acto: "Es muy difícil
tocar aquí", dijo un exhausto Lenny Kravitz cuando el micrófono
volvió a funcionar.
Otros de los grandes/grandes momentos de la actuación
fue cuando el neoyorquino atacó el escenario para tocar las manos
de sus fanáticos de las primeras filas y descendió para que
los afortunados lo cubrieran con una alfombra de manos lascivas, que naufragaron
cachondamente por todo el cuerpo de Mister Kravitz.
De teloneros estuvieron el colombiano Kabas y la estadunidense
Pink, a quienes no se les prestó mucha atención.
Reporte de la SSP
Al final del concierto, la Secretaría de Seguridad
Pública sólo reportó: "En la calzada de Tlalpan se
registró una riña entre los espectadores. Extraoficialmente
se supo que fue desfigurada una persona; sin embargo, los involucrados
se retiraron por sus propios medios"; los 994 efectivos, los 123 vehículos
y los 60 semovientes (caballos), destinados a resguardar la seguridad no
los encontraron.