TOROS
Como ganadero de El Batán, triunfó
el novillero de época, Gabino Aguilar
Murió ayer el último gran artista de
la fiesta, Alfonso Ramírez El Calesero
Reaparecen el 16 de septiembre en la Plaza México
los niños toreros de Telmex
LUMBRERA CHICO
Ayer, a las ocho de la mañana, en su casa del Distrito
Federal, murió Alfonso Ramírez El Calesero, el último
gran artista del toreo mexicano. Por eso, en punto de las cuatro de la
tarde, el público reunido en la Monumental Plaza México le
brindó el espontáneo homenaje de un calurosísimo aplauso
que se prolongó tres minutos. Muchos aficionados, golpeados por
la noticia, rompieron a llorar en los tendidos.
A quien la emoción le descompuso el rostro fue
al matador José Antonio Ramírez El Capitán,
que apoderó ayer a los novilleros Christian Ortega y Guillermo Martínez.
Con la barbilla clavada sobre el nudo de la corbata, el segundo vástago
de El Calesa apenas alcanzó a quienes, puestos de pie no
cesaban de batir las palmas con el sincero dolor de la pérdida.
Nacido
en Aguascalientes en 1914, El Calesero deja una rica leyenda empedrada
de anécdotas insuperables. A principios de los años 50, después
de clavar un par de banderillas en la placita de Orizaba, la gente lo obligó
a dar la vuelta al ruedo y el director de la banda de música, víctima
del paroxismo, ordenó a sus ejecutantes que le tocaran el Himno
Nacional.
En otra ocasión, actuando en El Toreo de Cuatro
Caminos, ante la renuencia de su cuadrilla a bregar un toro de regalo,
montó a caballo y efectuó la suerte de varas, cumpliendo
así una hazaña que ningún matador en funciones ha
repetido jamás.
Virtuoso excepcional en el toreo con el capote, fue el
creador del quite que lo perpetúa, la caleserina, pero estableció
otra marca, afortunadamente inalcanzable, al recibir cinco cornadas en
un solo percance durante una corrida en la extinta plaza El Progreso, de
Guadalajara.
Aunque la asistencia a la México era ayer más
bien escasa, el aplauso que atronó en su memoria dio cuenta de la
profunda devoción que despertó como maestro del toreo y que
supo conservar hasta siempre desde que se cortó la coleta en los
años 60.
Exitosa presentación de El Batán
Bajo la sombra tutelar de El Calesero se dio la
quinta novillada organizada por Telmex en la temporada aún más
chica del coso de Mixcoac, con tres prospectos de Pepe San Martín,
ante un encierro de El Batán, cuyo propietario es otro consentido
de la afición, el novillero de época Gabino Aguilar, quien
después de fracasar como matador de toros se dedicó a trabajar
honradadamente para comprar esta pequeña y modesta ganadería
que, sin embargo, dejó un espléndido sabor de boca.
De los seis ejemplares que mandó, fueron excelentes
el segundo, Fundador, de 442 kilos; el cuarto, El Rey, de
424; el quinto, Nevero, de 450 y el sexto, Vanidoso, de 444.
Bravos, aunque poco emotivos al pelear con los caballos, a cuyo peto volvían
con celo después de ser castigados, llegaron al tercio de muleta
sobrados de casta pero embistiendo con claridad.
Prietitos en el arroz fueron Copero, de 460 -bicho
resabioso que desarrolló harto sentido por el pitón derecho
y al que, después de padecerlo con estoicismo, Manolo Lizardo le
cortó una oreja al matarlo de un volapié-, y Recuerdo,
soso y probón, al que ahogó por inexperto el tapatío
Guillermo Martínez. Por otra buena estocada, Lizardo cortó
la oreja de Nevero, que estuvo siempre por encima de él.
De Christian Ortega sólo puede decirse que luego
de sus triunfos recientes ayer salió en plan de figurita española,
toreando de lejos, frío, mecánico, sin comprometerse consigo
mismo. Pero antes de olvidar esta crónica, los lectores deben anotar
en su agenda que el próximo lunes 16 de septiembre reaparecen en
la México los niños Juanito Chávez, Hilda Tenorio
y Joselito Adame, que tienen todo para convertirse en los nuevos gigantes
de la tauromaquia mexicana, hoy tan ayuna de ídolos que le devuelvan
la vieja costumbre de la pasión.
¡Que nadie se los pierda!