Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 9 de septiembre de 2002
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TOROS

Como ganadero de El Batán, triunfó el novillero de época, Gabino Aguilar

Murió ayer el último gran artista de la fiesta, Alfonso Ramírez El Calesero

Reaparecen el 16 de septiembre en la Plaza México los niños toreros de Telmex

LUMBRERA CHICO

Ayer, a las ocho de la mañana, en su casa del Distrito Federal, murió Alfonso Ramírez El Calesero, el último gran artista del toreo mexicano. Por eso, en punto de las cuatro de la tarde, el público reunido en la Monumental Plaza México le brindó el espontáneo homenaje de un calurosísimo aplauso que se prolongó tres minutos. Muchos aficionados, golpeados por la noticia, rompieron a llorar en los tendidos.

A quien la emoción le descompuso el rostro fue al matador José Antonio Ramírez El Capitán, que apoderó ayer a los novilleros Christian Ortega y Guillermo Martínez. Con la barbilla clavada sobre el nudo de la corbata, el segundo vástago de El Calesa apenas alcanzó a quienes, puestos de pie no cesaban de batir las palmas con el sincero dolor de la pérdida.

Nacido en Aguascalientes en 1914, El Calesero deja una rica leyenda empedrada de anécdotas insuperables. A principios de los años 50, después de clavar un par de banderillas en la placita de Orizaba, la gente lo obligó a dar la vuelta al ruedo y el director de la banda de música, víctima del paroxismo, ordenó a sus ejecutantes que le tocaran el Himno Nacional.

En otra ocasión, actuando en El Toreo de Cuatro Caminos, ante la renuencia de su cuadrilla a bregar un toro de regalo, montó a caballo y efectuó la suerte de varas, cumpliendo así una hazaña que ningún matador en funciones ha repetido jamás.

Virtuoso excepcional en el toreo con el capote, fue el creador del quite que lo perpetúa, la caleserina, pero estableció otra marca, afortunadamente inalcanzable, al recibir cinco cornadas en un solo percance durante una corrida en la extinta plaza El Progreso, de Guadalajara.

Aunque la asistencia a la México era ayer más bien escasa, el aplauso que atronó en su memoria dio cuenta de la profunda devoción que despertó como maestro del toreo y que supo conservar hasta siempre desde que se cortó la coleta en los años 60.

Exitosa presentación de El Batán

Bajo la sombra tutelar de El Calesero se dio la quinta novillada organizada por Telmex en la temporada aún más chica del coso de Mixcoac, con tres prospectos de Pepe San Martín, ante un encierro de El Batán, cuyo propietario es otro consentido de la afición, el novillero de época Gabino Aguilar, quien después de fracasar como matador de toros se dedicó a trabajar honradadamente para comprar esta pequeña y modesta ganadería que, sin embargo, dejó un espléndido sabor de boca.

De los seis ejemplares que mandó, fueron excelentes el segundo, Fundador, de 442 kilos; el cuarto, El Rey, de 424; el quinto, Nevero, de 450 y el sexto, Vanidoso, de 444. Bravos, aunque poco emotivos al pelear con los caballos, a cuyo peto volvían con celo después de ser castigados, llegaron al tercio de muleta sobrados de casta pero embistiendo con claridad.

Prietitos en el arroz fueron Copero, de 460 -bicho resabioso que desarrolló harto sentido por el pitón derecho y al que, después de padecerlo con estoicismo, Manolo Lizardo le cortó una oreja al matarlo de un volapié-, y Recuerdo, soso y probón, al que ahogó por inexperto el tapatío Guillermo Martínez. Por otra buena estocada, Lizardo cortó la oreja de Nevero, que estuvo siempre por encima de él.

De Christian Ortega sólo puede decirse que luego de sus triunfos recientes ayer salió en plan de figurita española, toreando de lejos, frío, mecánico, sin comprometerse consigo mismo. Pero antes de olvidar esta crónica, los lectores deben anotar en su agenda que el próximo lunes 16 de septiembre reaparecen en la México los niños Juanito Chávez, Hilda Tenorio y Joselito Adame, que tienen todo para convertirse en los nuevos gigantes de la tauromaquia mexicana, hoy tan ayuna de ídolos que le devuelvan la vieja costumbre de la pasión.

¡Que nadie se los pierda!

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