Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 9 de septiembre de 2002
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ƑLA FIESTA EN PAZ?

leonardo Páez

Del arte y las artimañas

CUANDO UN POETA parte hacia otros planos en busca de nueva inspiración, el mundo se queda más silencioso y sus habitantes más solos, hayan éstos conocido o no la obra de ese poeta, valoren o no sus expresiones.

QUIENES NOS EMOCIONAMOS con el estilo refinadísimo -por interior y por estético- de Alfonso Ramírez El Calesero, conservaremos siempre en la memoria visual, más que racional, los trazos maravillosos de su toreo imaginativo, inspirado y bello, en serena réplica al efectismo de varias generaciones toreras con las que alternó.

COMO TODO HOMBRE poseedor de un espíritu esmerado y un decir elocuente, El Calesero sabía estar y sabía decir según sus interlocutores y las intenciones que trajeran, fueran cuadrúpedos o bípedos, bravos y nobles o reservones e inciertos. Cuando se sentía a su aire, el mágico diestro aguascalentense convertía la realidad en una fiesta de los sentidos y el mundo entero parecía cantar en los pliegues de su capote luminoso.

ENTRE MUCHAS COSAS sabias -porque El Calesa fue un artista sabio que jamás se encandiló más que ante los ojos increíbles de su bella compañera- que le escuché, me dijo: ''Dios me dio un arte que no sin trabajos pude plasmar en los ruedos del mundo. Recuerdo con particular emoción la tarde del 10 de enero de 1954, en la Plaza México, en que de verdad me sublimé con los toros Campanillero y Jerezano de Jesús Cabrera. Desgraciadamente los pinché y sólo corté una oreja. Pero lo que hice ahí queda''.

Y AHI QUEDA también, admirado maestro del verdadero arte del toreo, esa modélica exigencia caleseriana de sentimiento y de interioridad, de ''tener un misterio que decir y decirlo'', como ejemplo a seguir por todos aquellos que se dicen o pretenden ser artistas de los ruedos.

VUELTOS A LA desalmada realidad de la fiesta de toros en nuestros enrarecidos días, la duodécima novillada de la temporada chiquita en la sede nacional del Cecetla (Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje) y quinta organizada por Telmex y su Feria Nacional del Novillero, confirmó dos cosas:

UNA, QUE AUN quedan en México ganaderos con una ideología clara de que el arte de criar reses bravas no consiste en darse coba a sí mismos y a los diestros que figuran o aspiran a figurar, sino en producir un toro que conserve su esencia y su riesgo, aunque en el ruedo los aspirantes a toreros no sepan qué hacer con él. Gabino Aguilar, señor del hierro queretano de El Batán, puede estar muy satisfecho de por lo menos cuatro de sus bureles, de la novillada ejemplarmente presentada y deficientemente lidiada ayer en la plazota.

DOS, QUE LA exigencia de interioridad y la expresión de ánimo torero, hoy en día carecen de exponentes en México, donde su novillería navega en las estancadas aguas de la mediocridad y el desconocimiento de sí mismos, no digamos de la técnica del toreo.

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