Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 17 de octubre de 2002
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Cultura

Olga Harmony

Teatro completo de Carlos Solórzano

Tener reunida en un volumen, publicado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la obra dramática del autor nos permite observar el desarrollo de su escritura, sus cambios y constantes. Doña Beatriz la sin ventura, auto histórico en tres actos, fue escrita en momentos en que en México se revisaba el ser del mexicano a partir de El perfil del hombre y la cultura en México, de Samuel Ramos. Si Sergio Magaña concibió un Moctezuma como príncipe renacentista, Solórzano explora el ser de ese hermano nuestro, el guatemalteco, a partir de su conquista por Pedro de Alvarado, en que su esposa repudia todo lo indígena y en que sólo se salva del desastre final la joven mestiza Leonor. Fue publicada en un principio en Cuadernos Americanos con un prólogo y un epílogo que el autor suprimiría después para dar presencia a nuevos personajes y hacerla más teatral. Ya entonces se encuentran algunas constantes de su obra posterior, como el rechazo a una religiosidad mal entendida, la idea de sacrificio y la reflexión de la autonomía del ser humano: ''...pronto vendrá el día en que harás las cosas por ti misma", le dice doña Blanca a doña Leonor, con lo que se simboliza el caminar de los pueblos mestizos de América y la necesidad humana del libre albedrío.

El conocimiento y el interés del autor por las teorías existencialistas y el teatro de Sartre, y sobre todo de Camus y Guelderode, va cobrando forma en su propia obra, junto a un sentido religioso que rechaza la potestad clerical y se asume como la pérdida de Dios. En esa gran parábola que es El hechicero la libertad del yugo que tiene al final ese pueblo medieval se asume como una libertad a medias, porque será nuevamente sumido en una vida mediocre de trabajo y de miserias. El sacrificio y la culpa vuelven a hacer su aparición.

Más adentrada en este camino, la última de sus obras de gran formato, Las manos de Dios, ya ha perdido todo vestigio de realismo, con ese coro-pueblo enmascarado que no habla porque sólo obedece la voluntad de la Iglesia, sin autonomía personal, a quien en un momento le es imposible tomar una decisión. El diablo es la libertad, como comprende la joven Beatriz antes de su rechazo final.

En sus obras breves, Solórzano insiste en esta temática con algunas variaciones. El zapato es una metáfora del autoritarismo paterno y la falta de libertad del hijo, con breve rebeldía que también se pierde al final. En su vodevil triste, El guarda-vías, el juego de desencuentros del vodevil clásico se convierte en la imposibilidad de la comunicación y en el temor al envejecimiento de una vida no vivida. En El sueño del ángel, la culpa y el rigor religioso que impiden el goce vital hacen su aparición sin cortapisas. Este tema aparece con mayor violencia en Mea culpa, en que el sacerdote se confiesa culpable de haber condenado a un justo, con todas las evidencias Jesucristo, antes de que el confesor, tenido por loco, confiese a su vez que ha matado en todos los que lo hayan oído la alegría de vivir. En El crucificado se vuelve al realismo que el autor sólo había intentado en Doña Beatriz la sin ventura, pero con un trasfondo de crítica a la religión y la posibilidad de los milagros inventados. Es en su última obra, Los fantoches, en donde se recoge toda su temática anterior, con la explícita intención de mostrar la duda existencial y la miseria de una vida sin capacidades de opción, en que la única libertad equivale a la muerte dada por un hado ciego.

Teatro de gran sentido religioso, aunque se contravenga con las religiones establecidas, estas obras breves respondieron al momento en que el existencialismo preponderaba en la escritura de muchos grandes autores, aunque conservan la originalidad de una visión renovada. La apuesta de Solórzano por un teatro que vaya hacia la indagación del ser humano y su papel en este mundo, rechazando el sicologismo, haciendo de un conflicto inmediato un tema universal, no debe perderse en nuestra época en que vuelve a privar un vacío existencial, una crisis ideológica que hace que estos dramas, sobre todo los escritos en un acto, reflejen mucho de lo que está pasando. De allí su vigencia.

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