Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 8 de noviembre de 2002
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Contra
Cobran vida los demonios de Ocumicho

Inútil batalla del clero para que los metiches de barro regresen al orden

MARIA RIVERA ENVIADA

Los demonios habitan San Pedro Ocumicho. Se instalaron por el rumbo en los años 60 y desde entonces no han parado de hacer diabluras. La gente de la región aclara que si bien estos seres no se ocupan de actos malignos o perversos, tampoco son de lo mejor. Curiosos, metiches e indiscretos, se encargan de dar cuenta de la vida y milagros del pueblo de las maneras más insólitas. Si en las ciudades los medios de comunicación tienen el cometido de hacer la crónica del devenir diario, en esta comunidad son los diablitos los que se han asignado esa labor. Y no omiten ningún aspecto ni se censuran.
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Lo mismo hacen la crónica de sociales sobre las ceremonias religiosas y festividades populares que comentan las migraciones de los hombres a California, Florida y Pensilvania. Relatan la afición de no pocos por las cantinas y los billares y explican las últimas noticias del acontecer nacional y mundial. Las vicisitudes políticas tampoco les son ajenas: es posible verlos fisgoneando entre urnas, mítines y marchas. Y cuando se cansan de contar las actividades diurnas, se sitúan al acecho, atisban por las rendijas y se meten con la vida íntima del vecindario.

Total, que no dejan títere con cabeza. El problema es que en ocasiones su labor es incomprendida. Que cuenten que la gente del pueblo es andariega y gusta de las copas, pasa. Las riñas políticas, también. Pero cuando relatan el lado erótico de la comunidad, no faltan los que ponen el grito en el cielo. Por ejemplo, los representantes de la Iglesia católica, que no se cansan de clamar por que las pequeñas figuras retornen al orden, la moderación y el respeto.

Pero no hay manera. Tras breves periodos de aparente calma, los demonios vuelven a su actividad voyeurista con renovados bríos. Si anteriormente sólo se referían a las actividades heterosexuales, ahora son open minded y dan cuenta de otras preferencias sexuales. En fin, que no hay forma de saber lo que estos cronistas puedan sacar a la luz más adelante.

Cuatro décadas atrás la comunidad de San Pedro Ocumicho -situada en la meseta tarasca- estaba aislada. La única vía de comunicación con el resto de los pueblos de la región era una brecha. "En ese tiempo no queríamos ver a la gente de afuera -señala Carmela Martínez, una de las mejores artesanas del pueblo-; las mamás nos decían que los que hablaban castilla eran robachicos, que quién sabe qué cosas hacían. Cuando aparecía alguno, ¡corríamos a escondernos!"

Por entonces la agricultura era una de las principales fuentes de ingresos, junto con la explotación maderera. Como actividad secundaria las mujeres producían pequeños juguetes de barro que intercambiaban por fruta o verdura en las ferias de la región.

Pero llegó el mal destino, escasearon las lluvias y también las cosechas. La agroindustria que empezaba a desarrollarse por el rumbo dio empleo a algunos de los hombres, pero no a todos. Muchos tuvieron que empezar a emigrar a los cercanos campos de Zamora o hasta el norte del país para trabajar como jornaleros.

Sin embargo, una inesperada solución a los problemas del pueblo llegó de la mano del demonio. Cuentan los viejos que un día, mientras caminaba por una cañada un muchacho llamado Marcelino Vicente, se le apareció el diablo. No conforme con el susto, lo retó a recrearlo en barro. El joven aceptó. Debido a su travestismo era bien visto por las mujeres de la comunidad, que se habían encargado de enseñarle los rudimentos de la alfarería, entre otras labores propias de la condición femenina, así que se dio a la tarea. Utilizó la técnica de figuración libre, sin el uso de moldes, como se hacía tradicionalmente, sentando las bases para el desarrollo de este arte.

En poco tiempo los diablos de Marcelino se volvieron muy populares en las ferias regionales, lo que atrajo la atención de instituciones de fomento artesanal hacia su obra. En los años siguientes sus piezas no sólo se vendían en todo el país, sino que además eran promovidas en diferentes exposiciones internacionales.

Sin embargo, la vida de Marcelino no fue larga. En 1968 unos madereros de Uruapan lo asesinaron en una cantina. Cuando volvieron sus clientes al pueblo por más diablos se encontraron con la mala nueva. Teódulo Martínez, su acompañante y traductor, ya que nunca aprendió español, les comentó que el joven había muerto, pero que había enseñado a doña Lupe, su esposa, a hacerlos. En unos cuantos meses la señora y sus hijas se convirtieron en expertas. De esa manera las mujeres del Ocumicho empezaron a narrar la vida de la comunidad poniendo como testigos a los diablitos, a manera de alter ego.

Trascendencia internacional

Tal atención despertaron estas figuras en los años siguientes que en 1989, con motivo del bicentenario de la Revolución Francesa, la promotora cultural Mercedes Iturbe propuso a un grupo de artesanas que interpretaran ese movimiento antimonárquico. La exposición se presentó en Francia y despertó grandes elogios. El crítico francés Jean Duvignaud consideró el trabajo de las autoras "tan serio como el de los artistas contemporáneos". Años más tarde, en 1992, la curadora de arte también organizó la exposición Ocumicho: arrebato del encuentro para el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México. La propuesta colectiva, cuyo eje fue la Conquista, tuvo gran éxito de crítica y de público.

Tras un breve periodo de auge, el arte de Ocumicho regresó al olvido. Sólo se distribuye en lugares para turistas y en el extranjero. La mayor parte de la población ha tenido que migrar "al norte" en busca de respuesta a sus problemas económicos. Atrás dejaron el malpaís, zona de lava situada atrás del pueblo, donde según su cosmogonía "las víboras tienen alas, corre el corcobí, canta melancólicamente el tucuru y se refugia el diablo", para incorporarse al Primer Mundo.

En la actualidad se considera que 60 por ciento de la población vive en Estados Unidos. Los que van a California, generalmente a Meca, trabajan en los cultivos de uva. Los que se instalan en Florida recolectan cítricos o trabajan en la construcción. En los recientes años Pennsylvania se ha incorporado como nuevo destino migratorio. Ahí se dedican a la siembra y corte de árboles de Navidad.

Del purépecha pasan al inglés muchas veces sin haber dominado el español. ¿Cómo resuelven el problema del idioma? Con imaginación. Como explica don Graciano Martínez, aprenden sólo las palabras que se refieren a su oficio -"¿para qué más?"- y las pronuncian a la perfección. Hay de aquél que diga "Florida" en Ocumicho, porque es mal visto; la pronunciación correcta es "Flórida", y no hay vuelta de hoja.

Un claro ejemplo del migrante exitoso es Felipe Ramírez, de 43 años. Relata que hace una década se incendió su casa y con ella todo su patrimonio. Si hasta entonces se había rehusado a trabajar en Estados Unidos, de pronto se encontró sin más salida. Un hermano que se había instalado allá tiempo atrás le pagó el pasaje y el coyote. Su primer destino fue California. En ese estado se trabaja a destajo durante la temporada de cosecha y se paga a 27 dólares, aproximadamente, la caja de uva. Se podía conseguir buen dinero, recuerda, pero las jornadas eran brutales.

Poco a poco don Felipe fue tejiendo sus redes de contactos y ahora labora en Florida, en la construcción. La ventaja es que aunque el trabajo es pesado dura todo el año y además se gana bien. Con el fruto de sus viajes construyó una casa de dos plantas, instaló una tiendita en la parte de abajo y se compró una camioneta Van en la que transporta pasajeros en las temporadas que regresa al pueblo.

La vida de estos migrantes es narrada puntualmente por los diablitos. Los primeros hombres que salieron del pueblo lo hicieron en camiones y los pequeños demonios los acompañaban trepados en los capacetes. Eso es cosa del pasado. Ahora la transportación es por avión y helicóptero. Por eso a campesinos y acompañantes se les ve cómodamente sentados en esos transportes. Pero algo denota que son nuevos en esos lances: los ojos muy abiertos y la cara de susto.

La vida política del país también la narran día con día. En su momento, los diablos de esta comunidad perredista contaron la muerte de Luis Donaldo Colosio, con disparo incluido. Los procesos electorales también. Y la irrupción del EZLN, ni decir: es uno de sus temas preferidos. Al principio como que se cohibieron y miraron a los guerrilleros con respeto, pero ahora son re'llevados. En ocasiones acompañan al Sub en sus incursiones armados con resorteras, hondas, metralletas y granadas, pero otras veces lo suplantan de plano. Carrillera cruzada y pipa en boca, se les ve muy ocupados desarrollando estrategias, como diciendo: "si éste no puede solo, nosotros le echamos una manita".

Tras el 11 de septiembre el personaje de Bin Laden se volvió habitual en el pueblo. "Luego luego" de la caída de las Torres Gemelas de Nueva York, explican las artesanas, se pusieron a recrear el hecho. A veces los demonios sólo son simples espectadores del derrumbe, pero no faltan los que ofrecen armas y consejos por medio de celulares al jefe de Al Qaeda.

Pero antes de que incorporen al "eje del mal" a los ocumichos, hay que aclarar. "Los que hacen eso -explica Carmela Martínez- no son buenos. Le están dando poder y malas ideas a Bin Laden para que destruyan a la gente".

-¿Y los que están junto al subcomandante Marcos?
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-¡Esos son distintos! Marcos siempre quiere salir adelante, pero ya no sabe qué hacer. Primero le pidió a Dios que lo ayudara a lograr paz y tranquilidad, pero como no lo escuchó tuvo que decirles a los diablitos que le mostraran cómo hacerle. El quiere que respeten a los indígenas, que haya nuevas leyes que protejan, por eso les pide consejo.

Hasta ahí los cronistas no tienen demasiados problemas. El lío se arma cuando se meten entre las camas. Sobre la forma en que aparecieron los diablos "cogelones" hay dos hipótesis. Unos explican que fueron los compradores los que llevaron revistas eróticas al pueblo para que las artesanas se inspiraran. Otros aseguran que es una expresión genuina del arte popular. Pero lo cierto es que todas las mujeres los realizan. Lo que cambia es la actitud ante el trabajo y el feeling que le ponen a las figuras. Mientras algunas señoras los hacen de noche para que sus niños nos los vean, otras disfrutan creándolos y mostrándolos.

La autora también pone su impronta en el modelado. En algunos casos los diablitos hacen el amor como matrimonios después de 20 años de casados, pero otros son desenfrenados e irreverentes.

Una de las mejores representantes del arte erótico de Ocumicho es Rutilia Martínez, de 42 años. De recia presencia, a la manera de las juchitecas, esta mujer es pura sensualidad y tolerancia. Desde la forma como tornea sus figuras hasta las carcajadas con que rubrica las frases pícaras que surgen al paso en la conversación, todo habla de una persona en santa paz con su cuerpo y con el mundo. Además, no parece existir nada que le haga perder el buen humor.

Los diablitos y la Iglesia

Señala a su esposo, que acaba de salir para el campo. "Pensé que me iba a mantener, pero no, ahora lo mantengo yo. ¡No salió bueno el hombre!", concluye entre risas, quitándole importancia al asunto. Las críticas de otras mujeres tampoco parecen hacerle mella. "Dicen que mis diablitos son feos, yo les digo que no importa, que así les gustan a mis clientes". Por eso no es de extrañar que el temporal que le cae a cuenta de la Iglesia católica cada tanto, lo resuelva sin problemas.

"Me llamaron las monjas para decirme que dejara de hacer mis diablitos. Les pregunté 'cuáles', y me dijeron 'no te hagas Rutilia'."

-¡Ah, ésos, pero si son Adán y Eva, madre! -les respondí-. Si no fuera por ellos se hubiera acabado el mundo.

-¡Sí, pero no hacían las cochinadas que los pones a hacer tú! -contestaron.

Yo les dije: "-Bueno, está bien, ya los voy a dejar de hacer", y me fui. ¡Ya mero, si son los que más se venden!

Pide que la acompañe a la parte de atrás de su casa, donde tiene una especie de trastienda. Ahí, muy orondos, están sus diablitos ilustrando el Kamasutra versión Ocumicho. Hasta el punto G parecen haber encontrado, que ya es decir. Además de las variadas posiciones llaman la atención los desmesurados testículos y miembros de las figuras masculinas. "Yo pensé, es sólo barro, para qué ponerles poquito camote, mejor uno grandote", explica la autora de la obra entre grandes carcajadas.

Pero la visita reserva otra sorpresa. Destapa sus más recientes creaciones. El mundo gay podría sentirse feliz de poseer alguna de las esculturas. La sonrisa de oreja a oreja de los pequeños demonios, así como sus contorsiones, no dejan lugar a duda sobre sus intenciones. Hay que recordar que el padre fundador de los diablos era un travestido totalmente aceptado por la comunidad, y que por el rumbo no parece haber muchos prejuicios.

Alrededor de Rutilia brinca de un lado para otro Alicia, su hija de cinco años. Destacan sus ojos pequeñitos y brillantes entre la alborotada melena. Apenas si presta atención a las figuras eróticas. A ella le gustan los animalitos, explica. Entre frases en purépecha plenas de ternura, la madre la anima a colorear las gallinas y perros que acaba de hacer. La niña mete y saca pinceles de los botecitos de pintura sin que nadie la reprenda. Como la Alicia del "país de las maravillas" y las mujeres de su pueblo, recrea el mundo sin inhibiciones. Sus figuras tienen tres cabezas, dos colas y cinco patas. ¡Qué más da! En Ocumicho todo es posible. Hasta que diablos y humanos convivan en santa pero festiva paz.

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