Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 22 de noviembre de 2002
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Política

Gilberto López y Rivas

Izquierdas y vigencia del socialismo

Se identifica a la nación-pueblo como la formación social, cultural y política capaz de superar muchos de los conflictos derivados del desarrollo histórico nacional. El liberalismo clásico plantea que tanto los individuos como las naciones son abstractamente iguales en derechos, no sólo desentendiéndose, sino exacerbando las contradicciones propias del sistema capitalista. El marxismo clásico da cuenta de lo anterior, pero soslaya muchas otras contradicciones históricas que se desarrollan dentro de los estados nacionales. Las izquierdas modernas, por lo tanto, deben tener la capacidad de articular todos estos elementos (y seguramente muchos más) que están en juego para acceder a una nación en la que los principios democráticos de igualdad, equidad y justicia social tengan cabida.

Las experiencias internacionales también deben ser tomadas en cuenta por las nuevas corrientes y movimientos de la izquierda nacional y latinoamericana. Desde fines del siglo xix y durante todo el xx, el socialismo supuso la liquidación del capitalismo y la implantación de un nuevo modo de producción en un proceso inédito.

El lema de la sociedad socialista planteaba "de cada quien según su capacidad, a cada quien según su trabajo". El socialismo buscaría eliminar la explotación del hombre por el hombre, erradicar el capitalismo, socializar los medios de producción y desarrollar nuevas relaciones sociales. A pesar de que en los países en los que el socialismo realmente existente se desarrolló se pudieron eliminar fenómenos intrínsecos al capitalismo, como la desocupación y el analfabetismo, y se resolvieron problemas de vivienda, salud y educación, éste se colapsó estrepitosamente a finales de la década de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado, con la excepción de algunos países asiáticos y Cuba.

En el fracaso del modelo incidieron muchos factores, pero seguramente los de mayor relevancia fueron: la hipertrofia de los partidos comunistas, su divorcio y separación de la sociedad: el burocratismo y la falta de espacios para la participación democrática de la sociedad; la clausura, en la práctica, de libertades y ejercicios democráticos considerados "burgueses", además de la enorme carga social, económica y política que significó la guerra fría y la carrera armamentista y su consecuente gasto militar. En definitiva, el incumplimiento de premisas teóricas libertarias, la poca sensibilidad que los estados socialistas tuvieron para resolver las contradicciones nacionales, étnicas, de género, de edad, ecológicas, etcétera, fueron factores determinantes en el derrumbe socialista.

Si bien este modelo socialista fracasó, el socialismo como futuro de la humanidad no está invalidado y tiene vigencia, pero depende de las izquierdas redefinir, en las nuevas circunstancias históricas, la teoría y la práctica del socialismo, pero conscientes de que junto a la experiencia negativa existe una de carácter positivo, que tarde o temprano emergerá. El ejemplo cubano está ahí: bajo las circunstancias extremadamente adversas por las que atraviesa, su propuesta socialista sigue en pie.

Dos elementos que deben estructurar e impulsar las izquierdas, como alternativa al capitalismo neoliberal, son el igualitarismo y la equidad, reconociendo la diversidad en el interior de las clases y de la sociedad en su conjunto. Proponer una plataforma de lucha por la equidad supone enfrentar la falsa homogenización lograda por el Estado nacional capitalista, que construyó identidades condicionadas a sus necesidades de dominación.

Para el capitalismo y los partidos de derecha, la democracia se limita a lo formal, a los aspectos electorales y al juego de los partidos políticos dentro del sistema. La historia de América Latina está llena de ejemplos que muestran que la democracia es instrumental para las clases dominantes, funcional a sus intereses. La legalidad democrática ahoga a las clases dominantes cuando mediante ella la izquierda logra triunfar o cuestionar su dominio. El ejemplo de Chile es contundente. Probablemente hoy resulte más difícil al imperialismo y a las clases dominantes quebrar el orden institucional de Brasil, con Lula en la Presidencia. Pero seguramente utilizarán los mismos métodos de hostigamiento y complot, de ataque mediático y conspiración que hoy aplican para desestabilizar y derribar el gobierno constitucional de Hugo Chávez en Venezuela.

El triunfo del pueblo, la izquierda y el Partido de los Trabajadores de Brasil permite corroborar un hecho fundamental: la izquierda tiene vigencia y fuerza en América Latina y están dadas las condiciones para transformarse en opción real de gobierno para nuestros países. Existen posibilidades de que se convierta en la fuerza política impulsora de un proyecto alternativo, que revierta los efectos de la catástrofe neoliberal en la que estamos sumergidos en el continente y abra el camino para la construcción de una sociedad más justa, incluyente y democrática, para la conformación de una nación-pueblo.

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