Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 25 de noviembre de 2002
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Sociedad y Justicia

REPORTAJE /EXPLOTACION FORESTAL

San Juan Nuevo Parangaricutiro, ejemplo exitoso de empresa ejidal

Está entre las zonas boscosas consideradas ingobernables y en pobreza

Hay apenas 502 mil 656 hectáreas, de 25 comunidades, que han sido certificadas bajo criterios del Consejo de Administración Forestal, según el investigador David Bray

ANGELICA ENCISO L. ENVIADA

Uruapan, Mich., 24 de noviembre. Entre las zonas boscosas de México consideradas por las autoridades como ingobernables, marginadas y en pobreza se encuentra el ejido San Juan Nuevo Parangaricutiro, que exporta madera a Estados Unidos, tiene asegurado un mercado interno de muebles y da empleo a alrededor de mil campesinos.

Es uno de los pocos casos en que el manejo forestal permite a los ejidatarios vivir de la explotación controlada del bosque, ayuda a que los hombres permanezcan en su comunidad, porque hay trabajo, y además la empresa indígena está en crecimiento.

De las 55.3 millones de hectáreas que constituyen la superficie de bosques y selvas del país, 80 por ciento está en manos de campesinos y ahí residen alrededor de 12 millones de personas, "en su mayoría afectadas por la pobreza extrema y la marginación", ya que son pocos los casos exitosos de explotación forestal, sin conflictos agrarios y en desarrollo.

De acuerdo con información de especialistas, aunque la mayor parte de la superficie forestal está en posesión de ejidatarios, apenas hay alrededor de 290 empresas comunales. Entre las dificultades que afrontan para emprender una adecuada explotación del bosque están la incertidumbre en la posesión de las tierras, la falta de recursos y el aislamiento.

El mismo director de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), Alberto Cárdenas Jiménez, reconoce que los bosques han permanecido olvidados, y que en este 2002, el organismo que preside contó por primera vez con recursos de 2 mil 700 millones de pesos para atender 55 millones de hectáreas boscosas y selváticas.

"El porcentaje de bosques comunales mexicanos que son bien manejados es pequeño; hay apenas 502 mil 656 hectáreas de 25 comunidades que han sido certificadas bajo criterios del Consejo de Administración Forestal, en marzo de este año", reporta el investigador David Bray.

Ese reconocimiento en el mercado internacional da un sobreprecio a la madera, porque los consumidores toman en cuenta que se trata de bosques manejados ambientalmente, procurando su conservación. Sin embargo, en México no se promueve el sello verde porque no hay demanda.

De entre las cenizas

Con recuerdos todavía del pueblo San Juan Viejo, donde después de la erupción del volcán Paricutín, en 1943, sólo quedaron en pie las dos torres y el altar de la iglesia, se levantó a unos kilómetros de distancia San Juan Nuevo. De sus migrantes, que desde aquel año partieron a Estados Unidos, regresaron algunos con muchas ideas, entre ellas poner en marcha la compañía campesina, relata Daniel Aguilar, nativo del lugar y director de capacitación de la misma.

Recuerda que ellos fueron los que impulsaron el trabajo forestal, y por eso hace 20 años se constituyó la empresa debosque_martir_lag San Juan Nuevo Parangaricutiro. Primero buscaron apoyo gubernamental para impulsar el manejo del bosque de pino y encino, y después optaron por diversificar sus actividades para obtener más recursos. El resultado ha sido dar empleo a cerca de mil, de los mil 200 ejidatarios del lugar, y los que no trabajan en la empresa campesina reciben pagos por la conservación del bosque de sus tierras.

Actualmente, dicha industria vende al año 70 millones de pesos; 70 por ciento de esa cantidad proviene de la exportación de molduras a Home Depot, de Estados Unidos, otro porcentaje de la venta de resina y el resto de la comercialización de muebles a dos almacenes nacionales. Las utilidades las reinvierten para consolidar el negocio y en obras sociales que requiere la comunidad.

Aunque el ejido de San Juan Nuevo Parangaricutiro cuenta con el sello verde desde hace dos años, no lo utiliza porque en México no hay mercado para la madera manejada bajo criterios ambientales.

En la comunidad se busca que los jóvenes estudien carreras relacionadas con la explotación forestal para que se queden a trabajar en la comunidad. Explica que los salarios actuales son, en promedio, de 80 pesos al día, pero en su época de bonanza llegaron a ser de cuatro salarios mínimos.

La explotación del bosque, detalla Aguilar, consiste en hacer cortes de los árboles que están en malas condiciones o de los que se deben retirar por la cercanía que tienen entre sí, lo cual impide su desarrollo, y esa superficie la vuelven a cortar 10 años después: "preocupa más lo que se deja que lo que se corta", explica en un recorrido por el ejido. Además, detalla, hay castigos cuando se tala un árbol que no debía ser retirado; la persona que lo hizo está obligada a desempeñar trabajo comunitario por un mes y a plantar otro pino.

Por su parte, el gerente de la empresa, Ambrosio Rodríguez, sostiene que la comunidad recibe apoyo de diversos programas gubernamentales, pero destaca que han sido la organización y la preocupación de los ejidatarios por el bosque lo que ha permitido mantener dicha industria.

Ahora, asevera, lo que la comunidad busca es consolidar las actividades de ecoturismo, invertir en los trabajos que deben hacerse, como poda, limpia y reforestación, además de promover la plantación de frutas como durazno. Sumado a esto, los jornaleros pretenden consolidar la crianza de venados

De acuerdo con Bray, "el establecimiento de empresas campesinas puede llevar a la estabilización de la cubierta forestal en las comunidades". Destaca que son muy pocas las empresas internacionalmente competitivas, que cuentan con sus propios aserraderos, muebles y talleres de molduras.

Menciona como otro ejemplo a la comunidad de El Balcón, localizada al norte de Acapulco, la cual tiene relación comercial con una empresa de Washington -Westwood Forest Products- y está en busca del sello verde. Genera alrededor de 250 empleos de tiempo completo y de medio tiempo para los miembros de la comunidad, y maneja un capital de 4 millones de dólares.

El especialista recuerda que en 1965, la comunidad San Esteban fue la primera en hacer manejo forestal, y aseguró que México fue el primer país donde se dio esta experiencia, la cual fue retomada posteriormente por Bolivia, que ahora tiene 33 empresas de este tipo. Para apoyar a las comunidades, Bray propone desarrollar un sello de certificación comunitaria que ayude a la gente a permanecer en el campo.

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