Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 11 de diciembre de 2002
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Política

Luis Linares Zapata

La raquítica hacienda pública

Una vez más los diputados de las distintas fracciones partidarias resistieron el asedio que sufre la hacienda pública y no corrigieron los groseros errores, omisiones, trampas e injusticias que contiene el sistema impositivo mexicano. Incapaces de dotar al país de los recursos fiscales que se requieren para atender las ingentes necesidades de la población los legisladores abdicaron, de nueva cuenta, de su deber. Menos aún se dotaron de los medios para financiar un desarrollo que responda a las ambiciones de los ciudadanos de acanzar una vida digna. Por omisión, la Cámara baja vuelve a recargarse en los ingresos por la venta de crudo al exterior para sufragar el gasto corriente y algo del de inversión. La historia repetida a lo largo de media centuria.

Les urgía elevar la previsión del precio promedio de 17 dólares por barril que calculó la administración de Fox a los 18 que les permitieran un pequeño, insustancial incremento de algo así como 14 mil millones de pesos. Con ello se desplaza, para un futuro por demás incierto, la ya penosa obligación de llevar a cabo la reforma fiscal que tanta falta le hace al país. Las elecciones intermedias han sido la excusa para no cumplir con el encargo tantas veces pospuesto. México sufre de raquitismo fiscal, caso digno de ser exhibido en cuanto foro se despliega en el mundo. Nunca se ha querido gravar a los que deben pagar, quienes en connivencia con legisladores y políticos se han negado a cumplir lo que, en estricto apego al deber, les corresponde. Siempre hay una sinrazón para esquivar el sacrificio que, en realidad, es simple conveniencia. Sobran los argumentos para exentar industrias, regiones, conjuntos humanos o grupos de presión. Es más fácil usar lo que el subsuelo atesora sin reparar que mucha de esa riqueza pertenece a generaciones venideras. Ellas no podrán heredar patrimonio alguno; sus bisabuelos, padres y abuelos lo dilapidaron.

Pero el asedio a la hacienda pública permanece y se acrecienta hasta alcanzar dimensiones francamente aterradoras. Unas ocasionadas por imprevisiones de los encargados de tomar decisiones, que dejaron acumular pasivos en la seguridad social y que todavía hoy no se enfrentan, sino que se disfrazan, a pesar de las varias señales de alerta que parecen caer en ominoso vacío. Otras presiones provienen de excesos permitidos a ciertos grupos privilegiados, como las pensiones onerosas de que gozan algunas burocracias, ya sean las del IMSS, los electricistas o empleados de la banca oficial y que no se quieren corregir. Compromisos adicionales se apilan en los estados y municipios sin que alguien los estudie y esclarezca. Tales pasivos, llamados contingentes, simplemente se tienen arrumbados en espera de que por arte de magia se esfumen o se achiquen hasta hacerlos manejables. Fenómeno de cariz milagroso que nunca ocurrirá.

A todo ello habría que sumar la encomiable pretensión, convertida en mandato, de invertir en educación, para 2006, 8 por ciento del PIB nacional. Esto obligará a reservar para ese sector cantidades fabulosas, adicionales cada año, a partir del próximo ejercicio (2004). Bien puede situarse ya una cifra que puede fluctuar entre 150 y 300 mil millones, dependiendo del incremento en el PIB futuro y en el cálculo que se haga para precisar el actual punto de partida, que parece alcanzar 5.5 por ciento del PIB para el gasto y la inversión educativa. En pos de apañarse tan atractivos estipendios ya se mueven poderosos actores políticos y sociales -el SNTE en particular- que ya los sienten como propios, pero de los que disidentes (CNTE) y los gobernadores no se olvidarán nunca.

Y por si lo anterior fuera poco, la pretensión de dotar de autonomía a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para mantenerla bajo estricto manejo público tiene un elevado costo aparejado, que no es conveniente soslayar. Lo mismo puede decirse de los planes para convertir a Pemex en una empresa de calidad mundial para que pueda garantizar el abasto de sus productos varias décadas más y seguir funcionando como motor de la economía. Para darle concreción a ese propósito es imprescindible invertir cantidades adicionales en todas y cada una de las fases productivas de la mayor empresa de México. Y, sólo por no dejar de mencionarla, la presión sobre los recursos disponibles que la situación del campo, ahora a punto de llegar a situaciones extremas, ejercerá sobre los presupuestos siguientes. Todos los renglones de gasto mencionados engrosarán la ya desatada lucha sobre los haberes públicos.

No hay para dónde hacerse, para seguir escamoteando la imperiosa necesidad de extender la carga impositiva y perfeccionar sus mecanismos recaudatorios, de hacerla universal, transparente y justa. El modelo actual no tiene mayor horizonte, está agotado. La premura por contar con los llamados "excedentes petroleros" para ampliar el gasto es enfermiza, además de torpe e ineficaz. La desconfianza de los mexicanos en el sistema establecido, aun contando con el cambio democrático, es un hecho que cualquier estudio de opinión revela y se verá recrudecida si no se entra en una etapa de crecimiento económico con mejor reparto y acceso a oportunidades a la brevedad posible.

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