Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 2 de enero de 2003
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Indigentes, niños sin hogar y sexoservidoras despidieron 2002 a su manera

Recibir el año nuevo en la calle...

AGUSTIN SALGADO

Diversas maneras de despedir 2002. Noche de San Silvestre fría, que para algunos resultó insuficiente. Pero más allá del pavo, el bacalao y los romeritos de las cenas familiares, los habitantes de las calles de la ciudad de México tuvieron su propia manera de pasar el fin de año.

Indigentes que, ya fuera en un crucero o en el atrio de una iglesia, extendían una mano con la intención de recibir alguna moneda. Niños en situación de calle que limpiaban parabrisas y taloneaban a todo el que se dejara. Trasvestis que, parados en la esquina oriente de Viaducto e Insurgentes, aguardaban la llegada de un posible cliente.

Indigentes, vendedores ambulantes, sexoservidoras y todo tipo de noctámbulos encontraron la manera de sacarle provecho a la noche vieja y amanecer con el dinero suficiente en la bolsa para curar los excesos de la víspera. Libres de cábalas y uvas, ausentes en las celebraciones eucarísticas de medianoche, los habitantes de las calles comenzaron a salir durante las últimas horas del 31 de diciembre. Poco a poco asumieron su rutina y así fue como se adueñaron de la primera madrugada de 2003.

"Para uno el año que sale, como el que entra, es igual, no hay diferencia. Yo ya no tengo deseos, tampoco espero que mi suerte cambie. Sólo pido una moneda; a veces me dan, a veces no, ahí me llega un veinte o un tostón, dos pesos, o una de a cinco, y así me la voy llevando", comentó doña Aurelia, postrada en una silla de ruedas, cuando la misa de gallo llegaba a su fin en la Catedral Metropolitana. Durante la ceremonia, el sacristán mayor, José de Jesús Aguilar, exhortó a los feligreses a enfrentar los problemas con esperanza y fe.

Seres de la noche en los cuales la pobreza toma forma; indigentes que merodeaban lugares como la plaza del Estudiante, eln calle ano nuevo 14 Palacio de Bellas Artes y el jardín de San Fernando. Menores que, con activo en mano, de vez en vez aparecían en el paradero de microbuses de la estación Tasqueña, al sur de la ciudad.

En la acera poniente del Eje Central, poco antes de llegar a la plaza Garibaldi, un hombre de unos 40 años recibió el año nuevo acostado sobre un colchón. Arropado con cobertores y una botella de aguardiente León, le dieron las 2 de la mañana. Luego, en unos minutos se despabiló, recogió sus pertenencias y caminó hacia la calle República del Perú. Horas antes, una pareja de adolescentes se encontraba sentada en una banca de la plaza de la Solidaridad. De pronto apareció otro menor, les dijo algo inaudible a la distancia y de inmediato los tres caminaron apresuradamente hacia la explanada del museo Franz Mayer. En el lugar donde se encontraban sólo quedó un envase de plástico, de refresco, cortado por la mitad, y varias hojas de periódico.

En Insurgentes, a las 3:30 de la madrugada, dos sexoservidoras ofrecían un "servicio francés" por 100 pesos o un "servicio completo" por 400. "Anímate, normalmente cobramos más, pero hoy como es año nuevo nos vinieron a buscar pocos y decidimos abaratarnos", dijo una de ellas entre risas, mientras su compañera se acercaba a la ventanilla de un taxi. En la calle Moneda una familia de indígenas zapotecos se encontraba sentada a un costado del palacio del ex Arzobispado. Acababa de salir de la misa de medianoche en Catedral y al parecer esperarían el amanecer en ese lugar. Uno de los hijos, el más grande, le insistía a su padre que le permitiera ir a la plancha del Zócalo, en la cual aún había algunos puestos de comida y unos cuantos vendedores ambulantes.

Mientras, policías preventivos apostados en sus unidades observaban el ir y venir de automovilistas y transeúntes. Cerca de ahí dos trabajadoras de limpia expresaron su deseo de año nuevo: "con que nos den la plaza en el Gobierno del DF nos damos por bien servidas. Yo voy a cumplir 17 años de eventual en febrero y mi compañera ya tiene siete".

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