Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 3 de enero de 2003
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Política

Carmelo Ruiz Marrero*

Genes humanos a la venta

En 1976 un equipo de médicos de la Universidad de California extrajo células del bazo de John Moore, un paciente con leucemia. Estas células fueron patentadas por la universidad, sin el conocimiento o consentimiento del paciente, cuando se descubrió que tenían proteínas muy poco usuales.

La patente, cuyo valor comercial a largo plazo podría exceder los 3 mil millones de dólares, pasó a manos de la corporación Sandoz, que ahora forma parte del gigante Novartis. Moore se enteró de la patente y acudió a los tribunales para afirmar su soberanía sobre su propio cuerpo. En 1990 el Tribunal Supremo de California determinó que Moore no tenía ningún derecho sobre las células de su bazo, ya que estaban patentadas y la patente era perfectamente legal y había que respetarla. Según la organización Acción Internacional por los Recursos Genéticos (GRAIN), el caso de John Moore "tiene la singularidad de ser la primera patente sobre genes humanos en la que el desprevenido donante del invento no solamente estaba vivo, sino que además estaba en plenas condiciones para discutir cómo se siente estar patentado".

En vista de este precedente, los pueblos indígenas y grupos activistas comenzaron a mirar con desconfianza el Proyecto de la Diversidad Genética Humana (PDGH), un consorcio de universidades y científicos dedicado a procurar muestras de material genético humano de todas partes del mundo, especialmente de pueblos indígenas en peligro de extinción.

A Beth Burrows, presidenta del Instituto Edmonds, le tocó la desagradable faena de informarle a un grupo de indígenas estadunidenses acerca de la existencia del PDGH en una reunión en 1993. Tras su presentación, Burrows recibió un largo silencio de la audiencia. La primera persona en hablar fue Jeanette Armstrong, del centro indigenista canadiense En'owkin Center:

"šQué gente son ustedes! Nosotros pensamos que ustedes nos habían quitado todo lo que podían quitarnos. Ustedes tomaron nuestras tierras, tomaron nuestros hogares. Ustedes robaron nuestros productos de alfarería y nuestras canciones y nuestras mantas y nuestros diseños. Ustedes tomaron nuestro idioma y en algunos lugares hasta se llevaron nuestros niños. Ustedes robaron nuestra religión y nuestras mujeres. Ustedes destruyeron nuestra historia y ahora, ahora parece que vienen a chupar la médula de nuestros huesos."

El Concilio Mundial de Pueblos Indígenas (CMPI) denunció al PDGH como "un grupo de científicos que planean sacarle dinero a la más nueva materia prima para el desarrollo de la biotecnología: seres humanos. "Sus principales objeciones fueron que 1) la investigación, la cual supuestamente preservará genes indígenas para la posteridad, en realidad es una movida comercial para satisfacer la avaricia de empresas farmacéuticas; 2) la idea de que la extinción de los pueblos indígenas es inevitable es un insulto al cual se debe añadir la degradación de ser usados como conejillos de indias; 3) las sumas de dinero a ser gastadas en el proyecto se podrían usar mejor para ayudarlos a sobrevivir; 4) el proyecto los deshumaniza al categorizarlos como "aislados de interés histórico".

Confirmando las peores sospechas, la Fundación Internacional para el Progreso Rural averiguó en el verano de 1993 que el secretario de Comercio de Estados Unidos, Ron Brown, había solicitado patentes para las células de una mujer indígena de la tribu guaymi de Panamá. Sus células contenían un virus extraordinario, al igual que sus anticuerpos, con utilidad potencial para investigaciones médicas. Al enterarse de esto, Isidro Acosta, presidente del Consejo Mayor Guaymi, declaró indignado: "Nunca imaginé que la gente llegaría a patentar plantas y animales. Eso es básicamente inmoral y contrario a la visión guaymi de la naturaleza y nuestro lugar en ella. Patentar material humano... tomar ADN humano y patentar sus productos... constituye una violación de la integridad de la vida misma y de nuestras convicciones morales más profundas". El escándalo y repudio internacional fueron tales que el señor Brown se vio obligado a retirar la solicitud de patente. Pero comenzando 1994 salieron a luz más solicitudes de patentes de genes humanos, de lugares tan recónditos como Papúa Nueva Guinea y las Islas Salomón.

Ante este cuadro no es de sorprender que los pueblos indígenas repudien el PDGH por considerarlo un frente de la industria farmacéutica para facilitar el acceso a material genético humano potencialmente patentable. La Fundación John D. & Catherine T. McArthur organizó un encuentro entre líderes indígenas y científicos del proyecto con miras a contribuir a limar asperezas entre ambas partes. Según relata Jeanette Armstrong, los científicos "estaban sorprendidos de que los indígenas estuviéramos tan bien informados... Podíamos ver que (ellos) estaban tratando de evadir los puntos de conflicto". Acerca de su actitud ante las preocupaciones de los indígenas, ella percibió que la mayoría de ellos "sólo veían premios Nobel en el horizonte; no estuvieron conmovidos". Henry Greely, profesor de derecho de la Universidad de Stanford y director del subcomité de ética del PDGH, trató de persuadir al CMPI de las virtudes del proyecto en la asamblea anual del concilio en diciembre de 1993 en Guatemala. Pero no logró su propósito. Muy al contrario, tras un debate enérgico, el CMPI unánimemente adoptó una resolución para "categóricamente rechazar y condenar el PDGH", y seguirlo muy de cerca para exponer sus acciones.

En 1996 Moore testificó ante un comité de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos para hablar en contra del PDGH, y comenzó su ponencia con las siguientes palabras: "Yo soy conocido como patente 4,438,032. Algunos de ustedes quizás estén familiarizados con pedazos de mí en sus laboratorios". Un elemento surrealista tragicómico surgió cuando la persona que testificó a favor del PDGH era un antropólogo llamado también John Moore, y que para colmo tenía una apariencia física similar a la del John Moore patentado.

* Catedrático del Instituto de Ecología Social y becado de la Society of

Environmental Journalists y el Environmental Leadership Program

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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