Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 3 de enero de 2003
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Editorial
BRASIL: EL SUEÑO POSIBLE

El nuevo presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, empezó ayer su gestión de gobierno en medio de signos esperanzadores, tanto en lo interno como en el ámbito regional.

En el primer término, la combinación de firmeza y sensatez gubernamental, el masivo respaldo popular a las nuevas autoridades y el beneplácito de los círculos empresariales y financieros permiten augurar una transformación social profunda, pero posible, en un país marcado por pavorosas desigualdades sociales y en un entorno mundial en el que, por momentos, no pareciera haber más futuro que la resignación frente a la injusticia.

La determinación con la que la nueva presidencia brasileña asume su doble compromiso -preservar la estabilidad financiera y la disciplina fiscal, por un lado, y emprender un programa orientado a suprimir la miseria en el escenario del vasto país sudamericano- es ilustrativa de la amplitud de la alianza social que respalda al gobierno de Lula da Silva, y que fue forjándose con perseverancia ejemplar a lo largo de más de tres lustros y de cuatro campañas presidenciales.

La larga y difícil lucha de los segmentos mayoritarios de la sociedad brasileña para colocar, a la postre, a un antiguo obrero metalúrgico en la jefatura del Estado, marca la singularidad regional -y posiblemente mundial- de los procesos políticos que a la vez culminan y arrancan con la asunción de Lula.

En efecto, ninguno de los presidentes progresistas y populares que llegaron al cargo por medios democráticos en la historia reciente de América Latina -Jacobo Arbenz, Salvador Allende, Jaime Roldós, el propio Hugo Chávez- dispuso, en su momento y en su tiempo, de un consenso tan plural, tan articulado y tan amplio como el que han logrado edificar el Partido de los Trabajadores y su líder histórico, el nuevo mandatario de Brasil.

En esa medida, cabe esperar que éste logre evitar la polarización política, la fractura social y el injerencismo golpista estadunidense en que han desembocado los anteriores intentos por emprender transformaciones sociales profundas desde las instituciones políticas establecidas.

En lo regional, es previsible que la llegada de Lula da Silva al poder dé nuevo aliento a la búsqueda y a la realización de propuestas de poder distintas al neoliberalismo y dispuestas a resolver la indignante y oprobiosa deuda social que la gran mayoría de los gobiernos de Latinoamérica han contraído, ya sea por corrupción, por torpeza, por entreguismo o por una trágica combinación de todos esos rasgos.

Con su perspicacia habitual, el presidente cubano, Fidel Castro, apuntó ayer en Brasilia la interesante posibilidad de que la presidencia de Lula se convierta en factor decisivo para impulsar la integración regional y reactivar, con un sentido social, las alicaídas economías de nuestras naciones.

Por el bien de todos, cabe esperar que así sea, y que el nuevo presidente de la nación más grande del subcontinente logre traducir en hechos concretos la esperanza que ha aportado a los brasileños y a los latinoamericanos.
 

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