Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 13 de enero de 2003
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Política
REPORTAJE/INSTITUCIONES POLITICAS EN LA TRANSICION

Partidos, demócratas puertas afuera

La renovación de dirigencias sacude el andamiaje formado por normas internas

Las cifras son elocuentes: apenas 10 por ciento de las 69 quejas más recientes que ha recibido el Instituto Federal Electoral corresponde a inconformidades entre partidos. El restante 90 por ciento es producto de las pugnas internas que prevalecen en el seno de las propias instituciones políticas, de acuerdo con información oficial

ALONSO URRUTIA

La democracia que pregonan hacia fuera los partidos políticos no acaba de cuajar en su interior, ya que prácticas erradicadas en comicios constitucionales campean en los comicios internos. El año pasado se renovaron las dirigencias de los tres principales fuerzas políticas y el saldo fue casi el colapso de las reglas internas de sucesión.

"A los priístas se les puede acusar de mapaches, de ladrones, pero de no de pendejos", resumió una connotada dirigente del PRI en aquellos días en que el lodazal de la elección interna aniquilaba el discurso de la "nueva" democracia tricolor. Días aciagos en que nadie dudaba que había habido fraude, pero no había manera de probarlo.

Quizá menos coloquial, pero más lapidaria fue la definición oficial de sus propios comicios por parte del PRD, un partido tan golpeado por el salinato: "fue la imitación de la legislación electoral de Carlos Salinas y su aplicación, diseñada para defraudar el sufragio", se resumía en el informe de Samuel del Villar, el responsable de la Comisión de Legalidad del partido del sol azteca.

Al abrigo de las estructuras cupulares, el panismo corrió menos riesgos y mantuvo la elección de su nuevo dirigente en el ámbito cerrado del Consejo Nacional. Al amparo de ese espacio volvió a imponerse el establishment panista, aun a costa de la derrota del grupo del presidente Vicente Fox y de la preservación de esa incierta distancia entre partido y gobierno que ha hecho naufragar la relación en los primeros dos años.

Ahora, bajo esas nuevas dirigencias, los partidos preparan la disputa por la renovación de la Cámara de Diputados y la elección de seis gobernadores.

PRI: de mapaches y otra clase de alimañas

Expulsados de la presidencia, los priístas se preparaban en 2002 para disputarse el poder interno. Antaño espacio prácticamente reservado a la designación y remoción por parte del primer mandatario en turno, la presidencia del PRI cobraba, por primera vez, una importancia estratégica en la correlación de fuerzas internas.

De nuevo labastidistas y madracistas midieron fuerzas bajo la modalidad de consulta a la base. Beatriz Paredes, acompañada del casi desconocido Javier Guerrero como aspirante a la secretaría general, confrontaba la alianza de dos grupos: Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, cabezas de poderosas elites.

El árbitro de la contienda, Humberto Roque Villanueva, intentó no verse rebasado y mantener el proceso por la vía institucional, aunque para ello tuviera que legalizar el acarreo. "Traslado físico", definió con elegancia tres días antes de los comicios.

Roque amagó a los contendientes: "no aceptaremos presiones... quien quiera correr el riesgo de hacer el ridículo, en el pecado llevará la penitencia". Por esas fechas Paredes "fijó" las bases de su posible triunfo: "Si no se desatan los mapaches, ganaré".

Los mapaches, esos personajes míticos del priísmo, aparecieron por doquier. "No entiendo qué quieren decir con mapaches. El mapache es un animal. Aquí hay animales, pero racionales", respondía el jerarca cetemista Leonardo Rodríguez Alcaine para negar lo evidente.

El 24 de febrero los mapaches se desataron y el estereotipo por excelencia de la trapacería electoral quedó rebasado a decir de la connotada paredista María de los Angeles Moreno: "en Oaxaca no hubo mapachismo, hubo delincuencia organizada".

Desde esa noche la crisis se cernía sobre el PRI. Roque aseguraba que era imposible definir al ganador. La encuesta Mitofsky sólo daba rangos de votación, ambos grupos utilizaban los albazos como estrategia mediática, las acusaciones de atracos electorales fluían, el sistema se caía tres veces por la madrugada y la inefable lideresa del PRI Dulce María Sauri se atrevía a proclamar que no veía "signos de ruptura".

El saldo es conocido: los 17 mil cibervotos en Oaxaca, los 5 mil votos de más que tuvo Madrazo ganados nada más en el tránsito del envío de información de Mérida y la llegada al DF o los casi 200 mil votos de ventaja de Paredes en el estado de México.

Al transcurrir las horas y los días el PRI se fue sumergiendo en sus trampas, en la crisis que hizo brotar desde sus entrañas célebres definiciones de los comicios internos:

"En el pasado era natural que el gobierno favoreciera a uno u otro, pero con decencia; hoy hay indecencias de 17 a uno", se lamentaba el representante paredista Salvador Rocha Díaz, en su amago de acudir al IFE para denunciar que el mapachismo de José Murat no era "estatutario" y la advertencia de Paredes de que la "felonía" le había arrebatado el triunfo. Unos y otros se enlodaron con múltiples denuncias.

Nada de eso impidió que el 4 de marzo, aniversario del PRI, el nuevo dirigente, Roberto Madrazo, anunciara que estaba listo para contribuir a la gobernabilidad nacional.

PAN: relecciones al estilo de don Porfirio

La mañana del 9 de marzo Juan de Dios Castro habló ante la directiva del PAN. Buscaba justificar ante la cúpula partidista las razones por las cuales Luis Felipe Bravo debería relegirse como presidente de Acción Nacional. Se dijo conmovido por la enorme diferencia entre los procesos internos de sus adversarios y los del blanquiazul, pero de inmediato marcó la clave: es necesario que "el gobierno no se partidice, ni que el partido se gobiernice".

Aunque con menos sobresaltos, la renovación del panismo fue una historia diferente: la preservación de lo que algunos panistas definen como el establishment o, dicho de otro modo, las familias históricas del PAN mantuvieron sus espacios.

Inútiles fueron las críticas que a lo largo de la peculiar campaña interna hizo Carlos Medina Plascencia a la relación PAN-gobierno y que ratificó Francisco Barrio, secretario de la Contraloría, para alentar la candidatura del guanajuatense, el candidato del gobierno. De nada valieron sus advertencias de que ese distanciamiento entre el PAN y el gobierno contribuiría a incrementar el riesgo de la derrota electoral en 2003.

Con el respaldo de Diego Fernández de Cevallos se logró la relección de Luis Felipe Bravo Mena. La consiguiente lectura del proceso alertaba sobre la derrota del foxismo y la prolongación del alejamiento entre el PAN y el gobierno, a pesar de la incorporación al CEN de los foxistas Rodolfo Elizondo y Ramón Muñoz, y del discurso conciliador de Bravo. En esa pieza oratoria se plasmaban algunas confesiones de Fox: "necesito un partido más cercano"

La interrogante de aquel proceso comenzará a despejarse al iniciar el año electoral. Todo apunta a que a pesar del interés estratégico que tiene para Fox controlar la Cámara de Diputados no incidirá en la postulación de candidaturas. Así, sin atinar a dar con el justo medio de lo que los clásicos priístas denominaron la "sana distancia", van el PAN y el Presidente a las elecciones de 2003.

PRD: la era de la clonación

Con la sombra del catastrófico proceso de 1999, clonación de candidatos, juramentos de que en el partido del sol azteca nunca pasaría lo que sucedió en el PRI y el clamor de poner fin a la política de sectas, el PRD llegó a la elección de su dirigente en la que, por si la polarización no fuera suficiente, se eligió todo lo elegible: dirigentes estatales y municipales, consejeros nacionales y estatales, así como delegados al Consejo Nacional. Ocho elecciones simultáneas. Más complejo, imposible.

Días antes, la elección se encaminaba hacia una redición del proceso de 1999. Algunos asuntos se dirimían mejor en el IFE, instancia a la que acudieron varios perredistas desconfiados de sus órganos internos.

No amanecía aquel 17 de marzo y el PRD ya estaba en problemas. El robo y recuperación de paquetes electorales de Hidalgo, según unos, o la recuperación y robo de los mismos, según otros. Lo único cierto es que el Servicio Electoral debió iniciar su tarea con la anulación de los comicios. Mal presagio. Meses después, cuando Del Villar terminó su tarea, detectó tal cantidad de mapacherías en ocho estados que recomendó la anulación de los comicios en esas entidades, lo que equivalía a eliminar 30 por ciento de la votación.

Las acusaciones entre los equipos de Rosario Robles y Jesús Ortega se prolongaron días y sólo al borde de la crisis institucional se logró allanar el camino a la perredista retirando las impugnaciones al proceso nacional. Ahí quedaron las demás quejas en torno al resto de los comicios.

No sin razón, el informe Del Villar resumía sin misericordia: "se cometieron actos arbitrarios de autoridad, conductas violatorias recurrentes y una incapacidad manifiesta, involuntaria y voluntaria del órgano encargado del control de la legalidad (...) la imitación de la legislación electoral de Carlos Salinas y su aplicación diseñada para defraudar el sufragio".

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