Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 13 de enero de 2003
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TOROS

Manolo Mejía y Finito de Córdoba estuvieron en plan de adefesios

Inválido, sin piernas, David Silveti dictó cátedra de toreo y majestad

Pésimo encierro de Fernando de la Mora La gente aclamó al rey

LUMBRERA CHICO

No habló con nadie en toda la tarde, no quitó los ojos de lo que sucedía en el ruedo mientras le tocaba esperar -esa vieja costumbre que practicó durante 10 años-, no perdió la concentración un solo instante, volcado al interior de sí mismo, no dudó sobre la importancia capital de lo que se había propuesto y, llegada la hora de la hora, David Silveti fue un gigante de la montera a las zapatillas.

No dio un paso ni un pase de más. Cada uno de sus movimientos respondía a un cálculo preciso y, enfrentado a la impredecible raza y sangre de los dos toros de Fernando de la Mora que le tocaron en suerte, realizó dos faenas imponentes por la verdad que expresaban, por la quietud serena a la que estaba obligado y por la entrega devota a su arte y a su vocación de torero grande y de hijo y nieto de toreros extraordinarios.

dibujo toros-D. SilvetiDos veces fue lanzado al aire y dos veces cayó entre las patas de las bestias, sin perder la calma ni sentirse sorprendido, como si esas maromas fuesen también parte del guión que tenía pensado ejecutar. Pero cómo lanceó por verónicas, la silueta perfectamente erguida, desmayando los brazos, marcando cada tiempo, sometiendo a los bichos al imperio de la lentitud.

Con el primero de la tarde, Danza con Luna, un espantajo de 472 kilos, paliabierto y rajado, el rey David -como toda la tarde lo estuvo llamando el público- regresó al trono de la sapiencia y el pundonor, veroniqueando con una cadencia ejemplar. Después de la puya, que el animal regateó con mansedumbre, citó en los medios y recreó la suerte de la gaonera ciñéndose los pitones a la faja, antes de ser encunado y arrojado al cielo. Pero de inmediato se reincorporó y terminó el quite con el capote a la espalda, para rematarlo con una soberbia revolera.

Ya con la muleta, se hizo del manso en la zona de tablas, las piernas fijas, el brazo apenas despegado del cuerpo, girando en redondo hasta poner a la gente de pie. Y tal como se esperaba, mató mal, pinchó varias veces, oyó un aviso, descabelló sin cesar y se retiró al burladero entre aplausos y flores, antes de ser llamado al tercio. Hora y media después -así de torpe y accidentada fue la decimosegunda corrida de la Estafa Grande 2002-2003 en la Monumental Plaza Muerta-, cuando saltó a la arena Mar de Nubes, cuarto de la tarde, cárdeno nevado, alto de agujas, con 541 kilos, el rey volvió a regir.

Hasta la puerta de picadores fue a buscar a su enemigo y allí lo recogió con una verónica de la que el astado salió suelto pero no pudo ignorar la estatua viviente que lo estaba retando y tuvo que acometerla de nuevo para convertirse en parte de una espléndida escultura en movimiento, donde el bovino iba y venía y el capote flotaba, arriba y abajo, como una marea llena de poderío y de majestad.

Preciso, exacto, con sólo tres chicuelinas camineras, Silveti dejó al burel ante el caballo y, después de la vara, otra vez en los medios, logró un pasmoso quite por tafalleras, con un temple y una lentitud inverosímiles, para florear el capote en un manguerazo de Villalta que puso en éxtasis a la afición. Luego de brindar a su padre y a su hijo, se trasladó al mismo sitio, debajo de la porra de sol, y allí dio cuatro pases por alto en un mínimo de terreno. Y entonces, sin ir más lejos, comenzó a torear en redondo, por la derecha y a media altura, entre gritos de "¡torero, torero!" y "¡viva el rey!"

El toro le avisó por el lado izquierdo y no quiso verlo más por ese flanco, pero al rematar una serie más de derechazos con el natural de pecho fue empitonado, zarandeado en el aire y aporreado en el suelo, pero se levantó intacto para seguir recreándose. Por último, tal como se esperaba, pinchó tres veces, dejó una media delantera y se alejó del cadáver bajo una intensa llovizna y una tenue petición de oreja que había de traducirse en una vuelta al ruedo y en una salida a hombros que avergozó a los dos pasmarotes -Manolo Mejía y Juan Serrano Finito de Córdoba- que estuvieron de relleno en el cartel.
 
 

Utilidades y pérd idas

Domingo 12 de enero de 2003

Espectadores         12,000
Ingreso neto:       840,000
        Egresos
          David Silveti       300,000
          Manolo Mejía          50,000
          Finito de Córdoba       100,000
          Ganado       250,000
          Otros    1,000,000
Subtotal     1,700,000
Utilidades     -----------
Pérdidas       860,000
Pérdidas anteriores    7,046.000
Pérdidas acumuladas    7,886.000

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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