Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 15 de enero de 2003
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Bonampak: ecos e iconos de dos mundos

El pueblo chol ha enfrentado cinco siglos de invasión y expulsiones

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Bonampak, Chis., 14 de enero. Tesoro artístico extraordinario y fraude cultural que permite su aprovechamiento como mediano recurso turístico, el pequeño sitio arqueológico de Bonampak ofrece una inesperada ventana a los dos mundos mayas: el vivo y el extinto.

Las evidencias históricas y arqueológicas muestran que el pueblo trabajador que edificó las grandes ciudades del periodo clásico (Palenque, Yaxchilán, Bonampak) fue el chol, que aún hoy habita la selva pese a las sucesivas expulsiones hacia la zona norte de Chiapas, iniciadas en 1525 por Pedro de Alvarado, y sostenidas durante los periodos colonial e independiente hasta hoy, incluido el gobierno de Vicente Fox. Cinco siglos de "reducción" ininterrumpida, es decir, interminable.

Los cholanos (su designación durante la Colonia) fueron "el coco de los españoles", según el investigador José Alejos García, quien escribía en 1993 que estos descendientes directos de los mayas clásicos fueron objeto de preocupación de la corona española durante los siglos XVI y XVII "por haber sido, junto con los itzaes, las dos grandes naciones mayas que continuaron luchando contra la Conquista".

Extraña y significativamente, los españoles dieron un nombre nahua a esta franja selvática (la "media luna chol" según el historiador Jan de Vos): Tezulutlán, que significa "tierra de guerra". bonampakGudrun Lenkersdorff ha llamado a la incursión de Alvarado "la primera de la larga serie de invasiones contra los pueblos que vivían en la selva Lacandona".

Siglos atrás, entre los márgenes de los suntuosos ríos Lacanhá y Usumacinta habían florecido los reinos mayas, autoritarios y criminales como todos los reinos, así como las artes y la organización social de un mundo campesino ajeno al autoritarismo, por así decir, "feudal" de los señores. Un mundo del cual, pese a los denodados esfuerzos de los mayistas, se sabe poco.

No obstante, los 150 metros de mural en las tres cámaras del edificio central de Bonampak, pintados en los años 790-792 de esta era, constituyen una de las obras mayores del arte pictórico universal. Si bien su "descubrimiento" formal ocurrió en 1946 con la llegada del fotógrafo Carlos Frey, colaborador de Franz Blom, en rigor fueron hallados poco antes por un enviado de la United Fruit Company, que por lo demás estaba a punto de iniciar su "guerra" para derrocar al primer gobierno democrático en la historia de Guatemala. Los pueblos mayas ocupaban un sitio importante en la agenda de aquella empresa trasnacional.

La existencia de esa obra (bocetada por Raúl Anguiano, primer pintor en conocerlos, y después copiada con todo detalle por Rina Lazo para la sala maya del Museo Nacional de Antropología) debió conmover a los muralistas. Nada es nuevo bajo el sol, pensarían con humildad los "tres grandes" de la especialidad, sobre todo Diego Rivera.

Se dice que un tal señor Chaan Muwán II, en su megalomanía, "se" mandó pintar, con un artista plebeyo, un conjunto iconográfico en el que aparecen 270 figuras humanas. Ninguno de los personajes repite vestimenta, lo que revela la sutileza del artista desconocido y la vanidad de la cultura dominante.

Pero no sólo eso. Como ha señalado la arqueóloga Sophia Pincemin, los murales poseen una doble perspectiva, y son obra de una "perfecta maestría de la óptica". Para verlos, uno debe introducirse en las estrechas cámaras; entonces el espectador descubre no ser tal, sino parte del conjunto al encontrarse enmedio de los personajes; algunos incluso parece que miran (30 están relacionados con las deidades, lo cual debió ser estremecedor para los mayas antiguos). Al arte occidental le tomaría todo el siglo XX lograr algo parecido.

El anónimo artista y sus ayudantes, presumiblemente campesinos cholanos como él, crearon una secuencia en la que las víctimas son mutilados, decapitados y descorazonados de la cámara intermedia, la que glorifica la victoria del señor Chaan Muwán II sobre una revuelta campesina a finales del siglo VII. Apenas terminados los frescos, el vencedor sería derrotado y borrado del mapa por otra revuelta campesina.

Toscamente bautizado "Bonampak" por el mayista Sylbanus Morley para significar "muro pintado", el lugar alberga así una proeza plástica y un misterio. ƑPor qué se esfumó, en un tiempo muy breve, el reino que en estos muros celebraba su crueldad y riqueza? Para 796, apenas cuatro años después de pintados los frescos, ésta ya era una ciudad abandonada. Piedras en espera de su arqueólogo y su turista.

El abrupto fin del Clásico maya en las selvas del Usumacinta, llamado "colapso" por los perplejos mayistas, continúa siendo una pregunta sin respuesta.

El lingüista Carlos Lenkersdorf, entre otros, ha sostenido una sugerente interpretación del derrumbe. El Clásico "fue un periodo caracterizado por una estratificación muy marcada, en cuya cúspide se encontraban una elite reinante y los sacerdotes". Las excavaciones arqueológicas mostraron "que alrededor de los sitios el pueblo había vivido en casas modestas, no construidas con piedras, parecidas a las casas de los pueblos mayas de hoy".

Para "enfocar bien el problema", Lenkersdorf apunta que junto con el Clásico "se terminó la estructura social elitista. Ya no se construyeron edificios suntuosos. Los mayas, sin embargo, continuaron y estaban presentes al llegar los europeos, siglos más tarde. Como siguen presentes hoy día".

Dando un salto al agrarismo cardenista y el presente en rebeldía, ranchos "recuperados" y nuevos centros de población, dice el estudioso: "El rechazo a la vida en las fincas, la explotación y el desprecio sufridos es motivo suficiente para no ocupar los edificios por sólidos, amplios y suntuosos que sean. El uso de la casa grande como vivienda simplemente no se da. Habitarlas implicaría identificarse con los moradores anteriores, los explotadores. Esta actitud ofrece una explicación del abandono de las ciudades al terminar el periodo Clásico.

"Si miramos el mapa de la región maya, observamos que hasta la fecha no hay ciudad alguna en su interior". Una primera señal de la cultura maya es, agrega, que "se trata de pueblos que no se someten. Así, abandonaron a las elites mayas a fines del primer milenio y en repetidas ocasiones se rebelaron y rebelan contra otras autoridades opuestas a la cultura de libertad a ellos ligada. Estudiando la cosmovisión de los mayas, encontramos la particularidad de su cultura, marcadamente política y democrática".

Lacandones: vivir del cuento

Es ironía histórica que Bonampak le fuera revelado a un fotógrafo y aventurero británico que trabajaba para la United Fruit: Giles Healy. Enviado por la compañía para realizar un documental sobre los lacandones (recién "descubiertos" también por el científico danés Franz Blom), Healy fue conducido al sitio y a las cámaras pictóricas por su nuevo amigo, José Pepe Chan Bor, poblador de lo que actualmente es Lacanjá Chansayab, en 1946. Así, los de Healy fueron los primeros ojos occidentales que contemplaron el conjunto mural.

Siguieron años de curioseo y manoseo, con cubetadas de petróleo para "sacar" la figuras y dañar los colores que mil 200 años de selva voraz habían respetado. A partir de los años cincuenta, simultáneo al frenesí arqueológico que siguió la estela de los "reinos perdidos" en las selvas de Chiapas y Guatemala, se da la construcción imaginaria de la "tribu lacandona" que hoy conocemos.

Presentados como "herederos" del reino (por cierto infame) que floreció en las tierras bajas del río Lacanhá entre los siglos III y VII dC, y con la complicidad de la Semarnat (antes Semarnap), de las sucesivas direcciones de Areas Naturales Protegidas, los gobiernos priístas, Ford Motor Company y algunas agencias internacionales, los lacandones contemporáneos "viven del cuento".

Sus primeras fotografías datan de finales del siglo XIX, y reputados de silvestres, fueron considerados por estudiosos y gobiernos sucesivos como "los últimos mayas sobrevivientes" del esplendor Clásico. Sólo porque cuando llegaron las expediciones modernas, unos cuantos centenares de ellos se encontraban ahí. Antes que United Fruit y los arqueólogos, las piedras de Bonampak y Yaxchilán habían sido "descubiertas" por los propios lacandones, para quienes fueron "espíritus de piedra" que los miraban entre la densa vegetación. Hace medio siglo todavía ponían ofrendas ante las estelas desperdigadas.

Los lacandones originales, es decir, los que habitaban la región al llegar los españoles en 1524, resisten la conquista desde la laguna de Miramar, en el centro ceremonial Lacan Tun ("piedra enmedio del agua"). En 1586 fueron expulsados por los españoles, y huyeron al sur de lo que hoy es Montes Azules, a lo largo del río Lacantún, donde fundaron Sac Bal'am. Finalmente, en 1695 los españoles los volvieron a encontrar y los aniquilaron con la espada y la viruela.

Procedentes de Campeche, los caribes (o lacandones modernos) llegaron a la selva a principios del siglo XVII y fueron tolerados por la distante corona española, pues eran pacíficos y pocos. Se instalaron muy adentro, en las tierras bajas de Lacanhá, en lo que era entonces el corazón más profundo del Desierto de la Soledad.

Dada su actitud actual, a espaldas de todos los pueblos indígenas de la selva y el país, se ha tomado esta historia de "sustitución" para desacreditarlos. Sin embargo, los lacandones, hablantes de una legua particular, el hach t'an, se consideran, igual que el resto de pueblos mayas, "hombres verdaderos". Y lo son.

La verdadera "sustitución" se da durante los gobiernos priístas, a partir de Luis Echeverría, quien usando como coartada el entusiasmo de Getrudis Blom, la gran amiga y defensora de los lacandones desde los años cuarenta, los utiliza para sembrar una bomba de tiempo: el decreto presidencial que crea en 1972 la comunidad lacandona y dota a la "tribu" de 66 familias y tres poblados de 614 mil hectáreas de selva. Con esto el gobierno deja de lado a medio centenar de comunidades choles y tzeltales y los convierte en "invasores".

Los lacandones habían solicitado 10 mil hectáreas. Aún hoy, con decretos y "áreas naturales protegidas" superpuestas a los organigramas de explotación, comercialización y guerra, desconocen "su" territorio más allá de las aldeas, nada próximas entre sí, de Nahá, Metzabok, Lacanjá y Frontera Corozal.

Y el echeverrismo dedica a los caribes-lacandones toda su retórica populista. Como a los colonizadores españoles, al Estado le parecen "pocos" y "dóciles". Ya "descubiertos" por los antropólogos extranjeros, son paulatinamente "descubiertos" por ecologistas y ambientalistas, que los hacen sus "aliados" en la "defensa" de la selva. Cuando estos ambientalistas amarran su alianza con el Estado mexicano y/o con capitalistas estadunidenses, durante los gobiernos de Ernesto Zedillo y Vicente Fox, convierten a los lacandones en enemigos de los demás pueblos mayas.

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