Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 26 de enero de 2003
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Capital

Angeles González Gamio

Imponente palacio

Hace justamente 220 años, en 1783, el rey de España expidió las ordenanzas mediante las cuales se establecía el Real Seminario de Minería, cuyo objetivo sería formar profesionales en esa materia, para renovar la explotación de las minas en la Nueva España, ya que la producción había decaído, mermando las riquezas que recibía la corona por ese concepto. La idea la sugirió el virrey Antonio María de Bucareli, preocupado porque las minas de Pachuca y Real del Monte estaban en decadencia y los mineros estaban desorganizados. Por todo ello, propuso al rey la instauración del gremio de la minería y sus correspondientes ordenanzas.

Avidos de comenzar a funcionar, de inmediato alquilaron una casona al hospicio de San Nicolás, propiedad de los agustinos, situada en la actual calle de Guatemala. Al poco tiempo convencieron a la Academia de San Carlos de que les vendiera un terreno que tenía enfrente del hospital de San Andrés. Se contrató al arquitecto y escultor Manuel Tolsá para que diseñara el nuevo edificio; a escasos dos meses presentó un ambicioso proyecto, cuya realización tardaría 12 años.

En 1811 el real colegio se mudó a su nueva sede, que quedó totalmente concluida un par de años más tarde. Aunque es un decir que quedó terminada, ya que al poco tiempo la pesada construcción padeció asentamientos que le causaron severos daños; entre otros, el desplome de la cubierta de la majestuosa escalera.

Las reparaciones las efectuó el arquitecto francés Antonio Villard, entre 1830 y 1834, por lo que el colegio se trasladó temporalmente al cercano palacio de Iturbide. En 1836 se le construyó un observatorio astronómico. Al triunfo de la República, el gobierno juarista instaló ahí la Secretaría de Fomento, lo que inició una serie de usos disímbolos del edificio, que incluyeron la utilización del salón de actos como Cámara de Diputados.

Finalmente, al restablecerse la Universidad Nacional, volvió a ser la sede de la Escuela de Ingenieros, posteriormente Facultad de Ingeniería. En la actualidad aloja al Centro de Educación Continua de la División de Estudios Superiores de dicha facultad. Hay que hacer notar que entre 1972 y 1976 el palacio fue restaurado totalmente, bajo los auspicios de la Sociedad de Ex alumnos de la Facultad de Ingeniería y del Colegio de Ingenieros Civiles. Igualmente colaboraron en la restauración del Real Colegio de Minas, su primera sede. Un reconocimiento a estos ingenieros, que muestran con hechos su amor por su alma mater.

Y ahora, al disfrute pleno del soberbio edificio, que constituye una de las mejores muestras de arquitectura neoclásica de nuestro país: ocupa una extensión de 7 mil 606 metros cuadrados; la fachada principal mide š90 metros de largo!; está estructurada en tres cuerpos: planta baja, entresuelo y piso principal. La portada es impactante con su doble altura, que soporta sobre sus tres arcos una balaustrada corrida que en el piso alto enlaza tres balcones, sobre los que descansa un magno frontón. Las portadas laterales, adinteladas, no desmerecen en elegancia, con sus columnas estriadas y sendos frontones rotos que abren paso a balcones con balaustradas de piedra. El resto de los balcones, con herrería, comparten con los principales grandes repisas que se colocan sobre los dinteles de las ventanas, cuya volumetría brinda al edificio un maravilloso juego de luces y sombras.

El patio principal sobresale por las proporciones de sus dos cuerpos: en la planta baja luce monumentales arcos de medio punto almohadillados y columnas dóricas. Los arcos de la planta alta se sostienen por columnas jónicas, rematando en hermosas balaustradas y macetones. Elemento destacado es la escalera, por su amplitud y magistral disposición de su columnata. La antigua capilla conserva la bella Asunción de la Virgen y El milagro del pocito, que pintó en el plafón el excelente artista español Rafael Ximeno y Planes.

Una buena perspectiva del soberbio inmueble se obtiene desde uno de los balcones del restaurante Los Girasoles, ubicado en la soberbia plaza Manuel Tolsá. Con su carta elaborada al alimón por varias de las mejores cheffs que se han especializado en la comida mexicana, ofrece sabrosuras como: tuétano, chapulines, escamoles y gusanos de maguey; si no es tan audaz, puede iniciar con un consomé de codorniz. Las ensaladas son excelentes, y como plato fuerte vale la pena probar las rebanadas de pavo en mole de tamarindo, o si prefiere pescado, un lomo de huachinango con nopalitos y papitas en salsa de chile ancho. De postre: pay de pétalos de rosa.

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