Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 29 de enero de 2003
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Política

José Steinsleger

Loco por América

La utopía de América Latina, que para el pensador brasileño Darcy Ribeiro (1922-97) tenía sitio y lugar ("Es aquí", dijo), llegó de la mano del famoso cantante y compositor Gilberto Gil, nuevo ministro de Cultura de Brasil, cuyo discurso de posesión fue a tal punto rico en matices y sugerencias, que las agencias de noticias "internacionales" (o sea, Estados Unidos) silenciaron sus contenidos. Seguramente el anuncio de "...remover la cultura del ambiente restrictivo de una supuesta clase artística e intelectual" no cayó bien entre quienes "...entienden la cultura como una especie de ignorancia que distingue a los estudiosos".

Para el autor de Chiclette com banana, la cultura es una "usina de símbolos de un pueblo". Recordó que el poeta Oswald de Andrade veía a Brasil como "país de esclavos que teme ser un país de hombres libres" y aclaró que las acciones de su gestión deberán ser entendidas como una suerte de "...antropología aplicada: salud, nutrición y defensa del medio ambiente".

"Al Estado -precisó- ...no le corresponde hacer cultura, sino apoyar el desarrollo de la cultura general de la sociedad en uno de los países más violentos y desiguales del mundo".

Y después del discurso, el ministro tomó la guitarra y se puso a evocar aquellos primeros años de 1960, cuando junto a Zé (una jovencita delgada que luego se llamaría Gal Costa), otra silenciosa que se iba a transformar en María Bethania, y Caetano Veloso describían al mundo desde Bahía, la aldea natal.

En su ensayo La nación latinoamericana, Ribeiro destaca tres "contrabandos ideológicos", heredados del patrimonio cultural heredado de Europa: "El primero de ellos -escribe- nuestra hedionda herencia, fue desde siempre y todavía es el racismo, como el arma principal del arsenal ideológico europeo de dominación colonial; el segundo sería la supuesta cualidad diferencial de la civilización occidental, que sería su creatividad, y el tercer contrabando eurocéntrico, es de mirar como un caso de bondad humanística la expansión de la cristiandad en la forma salvacionista y cruzada que asumió en las Américas, tanto en su vertiente católica como en la protestante".

En ese contexto de opresión múltiple, el punto de partida de las creaciones de Gilberto Gil tiene un sentido que algunos ven como una forma de misticismo, en cuanto a comunión con la naturaleza y la cultura afrobrasileña de su tierra natal. Pero este aspecto de su producción que poseía una carga moral profunda en los primeros años de la dictadura militar brasileña (1964-87) buscó la neutralización radical y la eliminación radical de los "intelectuales orgánicos" del movimiento popular.

El tropicalismo, movimiento musical que impulsaron Gil y Caetano, así como el Cinema Novo de Glauber Rocha fueron los chivos expiatorios de la siniestra Acta Institucional Número 5.

De 1968 a 1975, el acta rigió la vida cultural del país bajo el lema "seguridad y desarrollo" de los dueños del poder, sutil y compulsivo mandato que contó con un sólido aparato de represión del periodismo, el cine, el teatro y la televisión. Control ideológico que alcanzó a las universidades y fue armónicamente integrado al modelo de exclusión política.

Expreso 2222, álbum de Gil realizado tras su vuelta del exilio, equivale a un encuentro con lo suyo, pero también un esfuerzo maduro y consciente por impulsar una síntesis musical, que incorporó una serie de motivos del pop, adquiridos durante su estancia londinense. El puente entre los cultores del bossa nova y los tropicalistas de los años 60 se profundizó con expresiones musicales como el reggae y del jazz afroestadunidense.

Caetano, Gil y María Bethania graban en 1976 Os Doces Barbaros (Los dulces bárbaros), colección insoslayable de la MSB, y más tarde, en Refavela, Gil se sumerge y explora en lo que perdura de las raíces africanas en América, luego de participar en Nigeria en un festival de arte negro.

Hermano mayor de la MSB, Gilberto Gil ha jugado un papel decisivo en el proceso de renovación de sus contenidos, enraizados en las tradiciones más perdurables de ese país continente en el que América Latina ha vuelto a depositar sus esperanzas de redención político-cultural.

Digamos que si a modo de himno nuestros pueblos conviniesen en entonar una melodía común, bien podría ser la de Gil cantada por Caetano Veloso, amigo y compañero de toda la vida del nuevo ministro de Brasil:

šSoy loco por ti, América!

loco por ti de amores

Yo voy a traer una mujer playera

y que su nombre sea Martí

y tenga como colores

la espuma blanca de Latinoamérica

y el cielo como bandera

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