Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 8 de febrero de 2003
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Editorial
 

COREA DEL NORTE-EU: ESCALOFRIANTES AMENAZAS

Estados Unidos ha declarado que después de Irak se lanzará contra Corea del Norte, país que considera un conspicuo integrante del eje del mal inventado por George W. Bush (dicho sea de paso, ese eje cambia según el humor de los halcones de Washington: el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, por ejemplo, acaba de poner juntos a Libia y Cuba con Alemania). Rumsfeld agregó también, refiriéndose a Irak y a Corea del Norte, que Estados Unidos estaba en condiciones de librar dos guerras al mismo tiempo.

Por su parte, el mismo presidente Bush ha declarado, respecto a Corea del Norte, que no se excluye ninguna carta. O sea, en palabras llanas, que la Casa Blanca encara incluso un ataque nuclear contra un país que tiene bombas atómicas y fronteras con otra gran potencia nuclear: China, que está situada frente a Japón, que fue víctima de una agresión atómica estadunidense que aún horroriza al mundo.

El gobierno de Pyongyang, por su parte, replica que cualquier ataque contra sus instalaciones atómicas llevaría a una guerra total, y que no esperará de brazos cruzados una agresión estadunidense, y podría precederla con un ataque nuclear preventivo, y que, en caso de guerra, las dos Coreas podrían quedar arrasadas. Washington respondió de inmediato fanfarroneando y diciendo que está preparado para cualquier contingencia. De modo tal que el mundo está amenazado no sólo por una agresión estadunidense en Medio Oriente, que podría desatar una conflagración generalizada en la región y la utilización de gases y virus letales, sino que también está al borde de una guerra en el extremo Oriente, dirigida en realidad contra China y ante la cual ésta no se quedaría inmóvil.

Si el fin de la guerra fría -se decía- había alejado para siempre el fantasma de una guerra nuclear, el mismo reaparece ahora, incluso con mayor credibilidad, debido a la decadencia de la economía estadunidense, a la pérdida de influencia de Washington a escala mundial y a la decisión de la camarilla petrolero-armamentista que gobierna Estados Unidos de apoderarse de los hidrocarburos mundiales y de cerrar el paso a los competidores europeos y chinos.

Las voces que pregonan la cordura -desde Alemania y Francia hasta el Papa- y la oposición a la guerra de la mitad de los estadunidenses (a pesar de la campaña intensiva de desinformación que sufren diariamente), así como la mayoría de los pueblos europeos, africanos, latinoamericanos, asiáticos, no superan las puertas de la Casa Blanca ni las del Pentágono.

Los belicistas contabilizan fríamente los posibles muertos propios y los sopesan con los ajenos, conscientes de que los primeros serán siempre menos que las decenas de millones de habitantes de las dos Coreas (o de chinos) que podrían ser incinerados por las armas atómicas. Son administradores y contadores del genocidio y piensan todo como empresarios, basándose en la teoría del costo-beneficio. Aunque su vocabulario es religioso, fundamentalista, son amorales y desprecian la vida de sus conciudadanos, y mucho más aún, de quienes son unamericans y, por tanto, serían subhumanos. Son locos peligrosos, como lo fueron los nazis, y como aquéllos, deben ser frenados por el propio pueblo de Estados Unidos y por todos los que se oponen a caer en una barbarie generalizada en beneficio de unas cuantas trasnacionales.
 

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