Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 12 de febrero de 2003
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Política

Bernardo Barranco

Comercialización de la imagen guadalupana

La firma de un contrato "confidencial" entre la Basílica de Guadalupe y la empresa estadunidense Viotrán para comercializar la imagen de la Guadalupana ha causando estupor e indignación entre miembros de la comunidad católica.

Un artículo firmado por Rodrigo Vera en el más reciente número de la revista Proceso ("La Guadalupana, marca registrada") presenta párrafos de un convenio que viola disposiciones legales mexicanas como la Ley Federal de Derechos de Autor y el propio derecho canónico romano. Según Roqueñí se transgrede el canon 1380, que dice lo siguiente: "Quien celebra o recibe un sacramento con simonía debe ser castigado con entredicho o suspensión".

La simonía es una falta grave a la que dio inicio Simón el Mago de Samaria (cf. Hch 8, 18-24), quien negociaba bienes espirituales por dinero u otros bienes materiales. Así, el culto guadalupano, la religiosidad popular más arraigada y en plena expansión, parece que será mercantilizada para favorecer y beneficiar a un sector del clero metropolitano.

La nota ha causado estupor a muchos, pero no debe sorprender. Recordemos que uno de los primeros escándalos internos de la arquidiócesis de México en la era del cardenal Rivera fue precisamente la disputa en 1996 por el control de la basílica de Guadalupe, el santuario más visitado de la catolicidad, cuyos ingresos eran un misterio que sólo conocía el todopoderoso abad Guillermo Schulenburg.

De manera inusitada el cardenal Sandoval demandó la realización de una auditoría a la basílica. El escándalo tuvo dos dimensiones: el cuestionamiento a la existencia histórica de Juan Diego y el descubrimiento de signos evidentes de conductas incorrectas entre los altos ministros de culto, como la del propio abad. Resultó indignante constatar que a costa de la devoción popular guadalupana, Schulenburg vivía en el lujo y en la soberbia del incumplimiento de los votos de castidad y pobreza.

Es importante no perder la memoria para poder dimensionar el presente. Le invito a recapitular otro bochornoso antecedente de mercantilismo religioso que se hizo patente en la víspera de la cuarta visita a México del papa Juan Pablo II, en enero de 1999.

"Las papas del Papa" -propaganda con Sabritas- y la grotesca comercialización que se hizo de la virgen de Guadalupe irritaron a un importante sector católico y desataron una lluvia de críticas en los medios. Fue tan desatinada la campaña que precipitó una ruptura entre el cardenal Norberto Rivera y el entonces nuncio Justo Mullor por el destino de los excedentes. Sin embargo, las instrucciones de Roma fueron tajantes y los máximos responsables de la organización de la visita tuvieron que parar la comercialización que operaba en los grandes medios.

La tentación simoniaca por explotar el símbolo y la imagen religiosa de la virgen de Guadalupe ha sido permanente. Y la poca, o prácticamente nula transparencia en los ingresos y egresos de la basílica alimenta las más atrevidas y delirantes especulaciones sobre los montos y usos de los recursos y el enriquecimiento inexplicable de clérigos.

El misterio de la basílica radica sencillamente en que no hay rendición de cuentas, por lo cual se especula que los ingresos suman millones de dólares, producto de limosnas y donativos, rentas de locales comerciales, peregrinaciones, cuotas de vendedores ambulantes, estacionamiento e inmuebles alrededor del santuario, venta masiva de artículos religiosas, criptas y tarifas ajustables para los servicios. Si algún día se descubriese el velo misterioso de los ingresos, la comunidad y el propio clero podrían clarear sus posturas.

El comportamiento errático de algunos miembros del clero conduce a la pérdida de autoridad moral, producto de contradicciones, del divorcio entre palabra y hechos, por lo que en el caso de la comercialización de la imagen sagrada queda en entredicho no sólo el afán de lucro, sino que el convenio secreto con la empresa estadunidense simbólicamente contradice el discurso histórico de la jerarquía en torno a la virgen de Guadalupe y la identidad nacional mexicana.

Por otra parte, las tentaciones simoniacas sobre la Guadalupana podrían gozar de la complicidad de las autoridades del Estado por su actitud displicente y apática frente al convenio millonario. La Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público es muy clara en su artículo 8, segundo apartado: "Las asociaciones religiosas deberán abstenerse de perseguir fines de lucro o preponderantemente económicos". No obstante, se duda de un posible y deseable apercibimiento dada la cercanía de la Iglesia católica no sólo con Gobernación, sino con el conjunto del gobierno de Vicente Fox. Por ello, pareciera que el remiendo y el enderezamiento a las tentaciones simoniacas de la arquidiócesis pudieran provenir del Episcopado mexicano y de Roma.

No sólo el cardenal Norberto Rivera debe una explicación a su comunidad de creyentes, sino el propio Episcopado en la medida que la basílica es un santuario nacional y tiene juridicción no sólo real, sino moral.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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