Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 27 de febrero de 2003
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Economía

Orlando Delgado

En la cloaca

La denuncia de Eduardo Fernández, ex presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), a quien con toda propiedad puede llamarse señor Fobaproa, ha destapado una cloaca de la que sabe identificar muy bien los olores típicos que se respiran cuando esto ocurre, ya que vivió la crisis bancaria y reparó las principales fugas, manteniendo bajo su resguardo mucha documentación que evidencia los malos manejos de quienes se volvieron banqueros gracias a las decisiones del entonces responsable de la privatización bancaria. Fernández llegó a la CNBV cuando había terminado el proceso de venta de los 18 bancos comerciales y se festejaba el éxito del proceso.

La privatización bancaria se hizo exactamente de la manera menos recomendable: los bancos se vendieron simplemente al mejor postor, no se consideró la solvencia de los compradores, no se examinó el origen de los recursos, mucho menos la experiencia financiera. El que ofreció más se los llevó, pero no se pagaron de contado, sino en tres pagos: 20 por ciento al cerrar la operación, 40 por ciento a los tres meses, y el otro 40 a los nueve meses. El gobierno salinista tenía perfectamente claro que así no debían hacerse las privatizaciones. Aspe, entonces secretario de Hacienda, lo publicó en un libro muy comentado (El camino mexicano de la transformación económica). Así que en ese proceso tan celebrado por la tecnocracia mexicana no parece difícil que hubiera habido recursos que buscaban ser lavados, se denunció y la CNBV permaneció inmutable.

En la gestión privada los bancos expandieron el crédito sin control. En dos años la cartera crediticia creció casi 70 por ciento, violentando las "sanas prácticas bancarias", y la CNBV no hizo nada. Vino luego la debacle y los amigos de Zedillo crearon el Fobaproa, al que se traspasó cartera vencida a cambio de supuestas aportaciones frescas de capital.

El cochinero fue tan notorio que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional lo han utilizado como ejemplo de pésimo manejo de una crisis de solvencia en la banca comercial. El costo total de esta crisis llegó a un billón de pesos, que comparado con el producto interno bruto de 1998, año en el que gracias al acuerdo entre el PRI y el PAN se "resolvió" el escándalo del Fobaproa, representó 25.7 por ciento. La CNBV presenció impávida el proceso.

Mientras se discutía la consolidación de los pasivos del Fobaproa en deuda pública, el PAN exigió la renuncia de Eduardo Fernández por su responsabilidad en el crecimiento del saldo del Fobaproa, por su ineptitud y complicidad, aceptada aun por el Ejecutivo federal. Al momento de resolverlo, olvidó su exigencia y aceptó que permaneciera al frente de la CNBV. Así, gracias a la incongruencia del PAN, en 1999 y 2000, años de la precampaña y de la campaña foxista por la Presidencia de la República, Fernández conoció los manejos de los Amigos de Fox, no en su carácter de funcionario encargado de la supervisión bancaria, sino como militante del PRI, como parte del mecanismo que operaba el manejo del sector financiero en beneficio de un proyecto político.

Este militante priísta, investigado precisamente por permitir operaciones de lavado de dinero, busca protegerse denunciando un complot para ocultar el dinero sucio que circuló en la campaña foxista, y lo hace en un momento clave para el PRI: las elecciones del estado de México, en las que se juega la mayoría entre las derechas priísta y panista, así como la preminencia de Montiel o de Madrazo en la carrera por la candidatura de 2006 a la Presidencia.

El denunciante, ciertamente, carece de la autoridad moral para ser confiable, ni siquiera creíble, pero la denuncia debe ser investigada. La CNBV, presidida por quien fuera tesorero de la Federación en el gobierno de Ernesto Zedillo, debe tomar inmediatamente cartas en el asunto.

Se trata de un ajuste de cuentas entre dos grupos que hicieron operaciones ilegales para financiar sus campañas presidenciales. Esas operaciones han sido denunciadas y están siendo investigadas. Urge dar a conocer los resultados. Estos mismos grupos, además, participaron y violentaron las normas bancarias en múltiples operaciones crediticias que fueron incorporadas al Fobaproa y que, pese a haber sido dictaminadas como irregulares por la auditoría de Mackey y por la Auditoría General de la Federación, permanecen en el IPAB. De modo que hay carroña en ambas partes, no cabe la menor duda.

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