Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de marzo de 2003
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Mundo
Robert Fisk*

Esperanza y odio entre enemigos de Saddam

Desde Washington es fácil ver cómo puede planearse una invasión y una ocupación. Los iraquíes saltarán por el aro de los planes estadunidenses para el "nuevo Irak", al tiempo que todos los vecinos regionales del país petrolero tendrán mucho cuidado en conservar limpias sus garras. Desde luego, la disputa turca-kurda necesitará atención, pero de seguro los iraníes y los sirios se mantendrán al margen de la guerra y los israelíes harán lo mismo, a menos que los ataque Saddam Hussein.

Esta escenario es muy probable, sobre todo teniendo en cuenta que un tercio de la población chiíta de Basora vive exiliado en Irán. Si Saddam es derrocado, querrán volver a su casa. Y cuando regresen no querrán vivir bajo ocupación estadunidense. Muchos estarán armados. Además, contarán con organizaciones viables -esa palabra que tanto aman los estadunidenses- que los respaldarán, grupos políticos que luchen por su causa, así como una fuerte resistencia a cualquier ejército extranjero y occidental que encuentren en Irak.

Ya es de conocimiento común que el Hezbollah libanés -alentado por Siria y, desde luego, financiado por Irán- está entrenando a combatientes chiítas y enviándolos de regreso a Irak vía Kurdistán.

Y también están los sirios. Con su población kurda en torno a la región de Kimishli, no van a querer un Estado kurdo independiente en el norte de Irak más que los mismos turcos.

Pero el jefe supremo de la inteligencia siria, el general brigadier Ghazi Kenaan, probablemente el funcionario de espionaje mejor informado en cuanto a la oposición al presidente iraquí en el exterior, estará observando la frontera oriental de Irak con los ojos del emblema nacional sirio: el águila.

Durante la pasada guerra del Golfo, en 1991, Irak lanzó misiles Scud contra Israel a sólo 50 metros de su línea fronteriza con Siria, en el este de Deir el Zour, en un obvio intento de atacar sin temor a que Estados Unidos respondiera, pues los estadunidenses no iban a querer que ninguna de sus bombas cayera por error en territorio sirio.

En 1992 conocí a una anciana armenia que vio el lanzamiento de los Scud iraquíes desde la barda de su jardín, que colinda con la frontera entre los dos países. Ténganlo por seguro: los iraquíes estarán ansiosos por volver a hacer lo mismo, si es que tienen los Scud.

Hace sólo 11 años tripulaciones de los aviones estadunidenses y británicos que eran derribados cruzaban la frontera siria y se les daba santuario. Ténganlo por seguro: va a pasar lo mismo de nuevo, sin que haya referencia alguna de esta silenciosa asistencia en la prensa occidental (y, desde luego, tampoco en la prensa siria). Pero si Siria es el siguiente en la lista de "invasiones" de Estados Unidos, temen muchos, entonces hará bien en permanecer callada y volverse el más extraño de los aliados de Washington en su invasión a Irak.

Pero el apoyo de Israel a la guerra estadunidense será el elemento menos cuestionado de la reacción regional al más ambicioso plan para volver a trazar el mapa de Medio Oriente desde la guerra de 1914 a 1918. Si todo sale mal, este elemento ni siquiera será mencionado. Desde el primer ministro israelí, Ariel Sharon, hasta el jefe de su estado mayor, todos han alentado sin titubear este conflicto. El petróleo, las aguas del Tigris y las del Eufrates serán trasladadas a Israel mediante acueductos. Todos los amigos de Israel hablan con asombro de todas estas posiblidades.

No se puede encontrar a mejores amigos de Israel en Estados Unidos que en los miembros de la administración Bush -Donald Rumsfeld, Richard Perle, John Bolton, Paul Wolfowitz y todos los demás-, quienes fueron o siguen siendo integrantes de cabildos israelíes en Washington. Ellos son parte del poder motivador detrás de la invasión a Irak, conflicto cuyos resultados podrían superar incluso los más grandiosos sueños de Israel. Si la aventura de Estados Unidos en Irak es exitosa, estos funcionarios bien pueden esperar un lugar de honor en la historia de Israel. El colapso de Irak puede significar el colapso del presidente palestino, Yasser Arafat, y el de todo poder árabe que se atreva a desafiar a Israel.

Pero si la guerra del señor Bush resulta una catástrofe, la verdera pregunta será igual de simple: cuándo se preguntarán los estadunidenses, no si Irak tiene algo que ver con el conflicto israelí-palestino, sino si los amigos de Israel fueron los que llevaron a Estados Unidos a una humillación en Medio Oriente.

© The Independent
* Periodista irlandés especialista en temas de Medio Oriente.
Traducción: Gabriela Fonseca

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