Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de marzo de 2003
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Sociedad y Justicia

Oscar González*

EU, de campeón a principal amenaza a derechos humanos

Reconocemos en este premio la decisión colectiva de mostrar e impulsar un esfuerzo institucional, también colectivo, para hacer que la educación en el respeto a los derechos humanos, en el estado de derecho, en la cultura democrática y sobre todo en la justicia, prevalezcan.

No sólo porque nos obliga a redoblar esfuerzos sino porque otorga una mayor proyección interna y externa, siempre de manera autónoma e independiente, a nuestra voz y a nuestras tareas, nos da gusto recibir un premio por parte del máximo organismo internacional para la educación, la Unesco, y de manos de un bien probado defensor de derechos humanos, Pierre Sané, antiguo amigo de México y ex dirigente de Amnistía Internacional.

Por nuestra parte, al recibirlo queremos hacerlo a nombre de los cientos e inclusive de los miles de personas que han tomado parte como miembros responsables y participantes en la organización y realización de los cursos, talleres, diplomados, seminarios, publicaciones y producción de materiales que desde hace 18 años ofrece nuestra academia.

Aunque creemos más en las instituciones que en los individuos, y más todavía en las acciones colectivas y anónimas, aprovechamos esta oportunidad para hacer un reconocimiento a quienes han hecho posible la creación, el desarrollo y la consolidación institucional de la Academia Mexicana de Derechos Humanos (AMDH). Entre ellos, a sus creadores: Rodolfo Stavenhagen, Mariclaire Acosta, don Sergio Méndez Arceo, Rosario Green, Jorge Carpizo, Gonzalo Martínez Corbalá, Héctor Fix Zamudio, Guillermo Bonfil Batalla, Leonel Durán; todos ellos sentaron las bases para difundir, promover y defender lo que hace dos décadas sólo en algunos círculos académicos, intelectuales y diplomáticos se sabía acerca de los derechos humanos.

Después vino una segunda etapa en la que, encabezados por Sergio Aguayo, destacados profesionales, artistas y activistas como Carlos Fuentes, Ofelia Medina, Fernando y Luis Ortiz Monasterio, Olga Pellicer, Miguel Sarre, Jorge Bustamante, Gloria Ramírez y Miguel Acosta hicieron los primeros monitoreos de medios en campañas electorales, creando figuras como la del observador electoral, e impulsaron fuertemente los cursos interdisciplinarios, básicos y especializados para diversos beneficiarios del Distrito Federal y del resto de la República. Por último habría que mencionar que en la etapa más reciente, con invaluables presencias y apoyos como los de don Samuel Ruiz, Héctor Cuadra, Laura Mues, Miguel Concha, Magdalena Gómez, Elena Azaola, Laura Salinas y Oscar Ortiz, nos esforzamos por priorizar los derechos sociales, económicos y culturales, principalmente los derechos de los pueblos indígenas, de las mujeres, de las minorías, de los niños de la calle.

No omito mencionar a algunos latinoamericanos que han enriquecido y respaldado nuestras tareas: entre ellos a Noé Jitrik, Luis Díaz Müller, Alvaro Bunster, Marcos Kaplan, Silvia Panebianco y Gerardo Pierre Charles, haitiano, académico y luchador social de toda la vida a quien la AMDH ha tenido el honor de postular para el Premio Nobel de la Paz 2003. Por último, nos da gusto recibir a nuevos miembros reconocidos por sus trabajos y aportaciones a una cultura de derechos humanos en México, como son Adelfo Regino, Luis Villoro, Guadalupe Morfín y Francisco López Bárcenas.

Decir que todos "tenemos" los mismos derechos, que todos debemos ser libres, que todos somos iguales ante la ley o que todos "tenemos" las mismas oportunidades de educación y de trabajo, no es lo mismo que decidir quién tiene en realidad, es decir quién, cómo, cuándo y dónde ejerce efectivamente esos derechos fundamentales.

Es una paradoja que al desplegar con mayor fuerza y alcance sus políticas globalizadoras, el neoliberalismo lo haga en nombre de la democracia y los derechos humanos, cuando precisamente es ahora que presenciamos una exclusión y marginalización mucho mayor de enormes masas humanas que al verse reducidas a la miseria, con índices de nutrición y de bienestar infrahumanos, no pueden ser sujetos de ningún tipo de derechos que, supuestamente, debieran ser universales.

Además de la económica y financiera, una de las formas que ha asumido la globalidad política después del 11 de septiembre de 2001 es la llamada "guerra global contra el terrorismo". Se argumenta que el terrorismo, como arma de lucha política violenta, desconoce en primer lugar los derechos más elementales de las víctimas y a la vez niega, en perjuicio de todos, la convivencia civilizada en un estado de derecho. Este argumento, que es válido, suele sin embargo pasar por alto lo que debiera ser su complemento: las evidencias cotidianas de una "violencia estructural" -de la que habla John Galtung- que el orden establecido ejerce al negar en la realidad los derechos más elementales de los desposeídos, los explotados y los excluídos. Un orden establecido, convertido en instituciones sociales y en políticas de Estado, en el que unos cuantos deciden la suerte de las mayorías, es decir, se arrogan el derecho a decidir quién trabaja y quién no trabaja, quién come y quién no come, quién vive y quién muere.

En un país como el nuestro, en el que la gravedad de las violaciones a los derechos humanos se sigue expresando en elevadísimos índices de inseguridad y delincuencia, de corrupción e impunidad; en el que la dominación y el despojo, la sumisión, la desigualdad, la explotación y la exclusión han sido y son la regla de vida impuesta desde el poder y para el poder de minorías privilegiadas, no podemos menos que hacernos eco, voz, escudo y lanza al lado de quienes rechazan y resisten la violencia estructural, institucional y legal que cotidianamente los oprime y los agobia, de quienes reclaman y hacen valer, a riesgo de sus propias vidas, el respeto a sus derechos humanos, a su dignidad de personas libres.

La lucha contra el "terrorismo" pone también al descubierto el tema del "contraterrorismo" y del "terrorismo de Estado". Lo cual a su vez trae a la mesa de discusión pública el tema de la "justiciabilidad" y de la "rendición de cuentas" por parte de jefes de gobierno y de altos funcionarios, civiles y militares, así como el de la "impunidad" y las "responsabilidades" de Estado frente a las víctimas, los ofendidos y el conjunto de la comunidad internacional.

Para quienes consideramos que la lucha por los derechos humanos pasa por la lucha contra la desigualdad, la corrupción y la impunidad -no importa dónde se presenten- la supuesta "preocupación" y denuncia selectiva y parcial, con criterios de "doble estándar" por violaciones graves a derechos humanos en diversos países, muestra que hay sin duda un movimiento legítimo y un movimiento no legítimo a favor de los derechos humanos en el mundo de nuestros días. Por ello, en este punto hemos preguntado: Ƒcon qué legitimidad se puede cuestionar sólo a algunos países como Cuba, Irán, a veces China, y no también a los propios Estados Unidos en materia de derechos humanos?

El antiguo campeón de los derechos humanos, donde éstos aparecieron hace dos siglos, EU, no sólo ha dejado de serlo sino que bien pudiera haberse convertido ya en unas de las principales amenazas y obstáculos para avanzar hacia un estado de derecho mundial.

Ante una coyuntura internacional tan crítica como la que estamos viviendo, preguntamos si son hechos ciertos y verificables los que enseguida se presentan, y cuáles son su significado y consecuencias:

-EU desconoce la mayor parte de las leyes e instrumentos internacionales en materia de derechos humanos. No ha firmado o ratificado 80% de los convenios universales y regionales de la ONU y la OEA, empezando por el Pacto de Derechos Sociales, Económicos y Culturales o la Convención Americana de Derechos Humanos.

-EU no reconoce la jurisdicción de los mecanismos de justiciabilidad internacional, como son la Corte Internacional de Justicia ni la recién creada Corte Penal Internacional, como tampoco la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

-EU utiliza los foros y organismos internacionales para "politizar" los asuntos de derechos humanos y promover sus propios intereses políticos y económicos, lanzando ofensivas diplomáticas y campañas mediáticas selectivas en las reuniones anuales de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra.

-EU se ha retirado últimamente de conferencias y negociaciones sobre medio ambiente, armas químicas y biológicas, racismo y discriminación, eludiendo compromisos multilaterales y favoreciendo dinámicas de confrontación.

-EU viola dentro de su propio territorio de manera grave los derechos de las minorías étnicas y de trabajadores migrantes con políticas y acciones deliberadamente discriminatorias, crueles e inhumanas.

-EU pretende ignorar que las consecuencias directas de las políticas económicas y financieras que impone al resto del mundo, en la llamada "globalidad del libre mercado", se traducen en violaciones graves, sistemáticas y generalizadas de los derechos más elementales de todo orden de las grandes mayorías de la población mundial, en una suerte de "genocidio silencioso".

-EU se ha erigido en un poder hegemónico que, para cumplir con sus autoasignadas "responsabilidades", ha asumido un papel de soberano universal que sólo responde ante sí mismo. Aunque pretende enarbolar y defender los "valores" de toda la modernidad occidental, la realidad es que enfrenta una contradicción insalvable: al proteger y preservar sus "intereses" reales de seguridad y de comercio no sólo desconoce la universalidad de principios y normas democráticos como los son los derechos humanos, sino que efectivamente aplica dobles estándares y criterios selectivos al enjuiciar y condenar a sus "enemigos".

Difícilmente se puede pensar en una forma de violación de derechos humanos más grave y cruenta que a través de una guerra ilegítima, ilegal y por tanto injusta, como la que se empeña en llevar adelante el gobierno de George W. Bush en contra de Saddam Hussein, manipulando la opinión pública y restringiendo severamente derechos básicos del pueblo de Estados Unidos, dejando en calidad de víctima impotente al pueblo de Irak y al margen de todo ello a las -por fortuna- cada vez menos resignadas y silenciosas mayorías de la comunidad internacional.

Frente a esta situación, no obstante que Estados Unidos presionó y obtuvo del Consejo de Seguridad una resolución que da impunidad transitoria a sus soldados, México ha podido sacar adelante en 2002 un par de importantes resoluciones ante la Asamblea General de Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos, que en esencia demandan a los Estados "cerciorarse de que las medidas que se adopten para combatir el terrorismo cumplan con sus obligaciones con arreglo al derecho internacional, en particular con las normas internacionales de derechos humanos".

Es este, sin duda, el camino que por las vías gubernamentales podrá llevarnos a democratizar las estructuras del sistema de Naciones Unidas: más debate político y más decisiones de la Asamblea General, y menos presiones y resoluciones al interior del Consejo de Seguridad. Por otra parte, desde el ámbito de la solidaridad civil internacional, tenemos ciertamente que buscar y encontrar nuevas fórmulas de resistencia y desobediencia civil más allá de las marchas, tales como las huelgas no violentas, la suspensión del pago de intereses y deudas o el boicot concertado y generalizado contra productos o corporaciones simbólicas. Concretamente, por ejemplo, llamar a un boicot global en el consumo de Coca Cola, en el caso de consumarse la invasión de Irak.

Por último, en esta nueva etapa de acción y protección de los derechos humanos, en redes y coaliciones de alcance cada vez más amplio a nivel nacional e internacional, nuestra academia ha suscrito con un centenar de ONG un documento cuyo contenido no podría tener hoy más vigencia: "No podemos aceptar que por la guerra, declarada en contra de la voluntad explícita de la inmensa mayoría de los seres humanos, se deslegitime y se desacredite nuestra lucha por la paz y por los derechos humanos, conculcando gravemente el derecho humano a la paz, del que son sujetos todos los pueblos" de la Tierra.

 

* Presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos. Discurso pronunciado durante la recepción del Premio de Educación en Derechos Humanos Unesco 2002

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