Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 23 de marzo de 2003
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Mundo
GUERRA CONTRA IRAK

Pese a las fábulas del Pentágono, se mutila y asesina a miles en nombre de la libertad

Civiles, gran parte de las bajas por los bombardeos británico-estadunidenses

Intactos, servicios públicos y medios electrónicos; los nuevos conquistadores los necesitarán

ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL DE THE INDEPENDENT

Bagdad, 22 de marzo. El jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld dice que el ataque estadunidense sobre Bagdad es "la campaña más selectiva que jamás existió", pero ojalá no intente explicarle esto a Doha Suheil, de cinco años. Ella me miraba la mañana de este sábado, con una sonda en la nariz y un ceño que fruncía su carita cuando trataba en vano de mover el lado izquierdo de su cuerpo. Los misiles crucero que explotaron ayer cerca de su casa en el suburbio Radwaniyeh de Bagdad incrustaron esquirlas en sus diminutas piernas -ahora envueltas en gasas-, y lo que es más serio, uno de estos fragmentos se alojó en su columna vertebral. Ha perdido todo movimiento en su pierna izquierda.

Su madre se inclina sobre la cama para enderezar la pierna derecha de su hija debajo de las cobijas. Pareciera que la madre de Doha cree que si las dos piernas de la niña reposan rectas una junto a la otra, se recuperará de la parálisis. Ella fue la primera de los 101 pacientes que fueron llevados al hospital universitario de Al Mustansaniya, después del bombardeo estadunidense que comenzó la noche del viernes. Siete miembros de la familia de la pequeña resultaron heridos por el mismo misil; el más joven de ellos es un bebé de un año que en el momento del ataque estaba siendo amamantado.

Hay algo de enfermo y obsceno en esas visitas a los hospitales. Nosotros bombardeamos. Ellos sufren. Después llegamos y tomamos fotografías de los niños heridos. El ministro iraquí de Salud decidió dar una insufrible conferencia de prensa en los pasillos del sanatorio para enfatizar la naturaleza "bestial" del ataque estadunidense. Washington, a su vez, insiste en que no tiene la intención de lastimar a niños.

Y Doha me mira a mí y a sus médicos co-mo si nosotros fuéramos a decirle que pronto despertará de esta pesadilla, podrá mover su pierna izquierda y ya no sentirá dolor.

Así que olvidemos por un momento la propaganda barata del régimen y las igualmente baratas lecciones de moral de Rumsfeld y Bush y demos una vuelta por el hospital universitario de Al Mustansaniya.

La realidad de la guerra no se encuentra en una victoria militar ni en una derrota, ni en las mentiras sobre "las fuerzas de la coalición" que nuestros periodistas "inmersos" en la acción están vendiendo sobre una invasión que sólo involucra a estadunidenses, británicos y a un puñado de australianos.

La realidad de la guerra, aun cuando cuente con legitimidad internacional -que no es el caso de la que estamos presenciando- es, primordialmente, el sufrimiento.

Bajas civiles

Tomemos como ejemplo a Amel Hassan, mujer campesina con tatuajes en los brazos y piernas, quien ahora yace en una cama de hospital con los hombros hinchados al doble de su tamaño normal y cubiertos de moretones. Estaba visitando a su hermana cuando el primer misil impactó en Bagdad. "Me estaba bajando del taxi cuando hubo una enorme explosión, caí y mi sangre se regó por todos lados", me dijo. "Los brazos, las piernas y el pecho me sangraban". Amel Hassan tiene múltiples heridas de esquirlas en el pecho.

Su hija de cinco años, Wahed, está en la cama vecina y gime de dolor. Ella se había bajado del taxi antes y casi había llegado a la puerta de la casa de su tía cuando la explosión la derribó. Sus pies todavía sangran; la sangre se ha coagulado en sus dedos, y mancha los vendajes que cubren tobillos y pantorrillas.

Hay dos niños pequeños en el siguiente cuarto. Sade Selim, de 11 años, y su hermano Omar, de 14. Ambos tienen heridas de esquirlas en las piernas y el pecho.

En el tercer cuarto se encuentra Isra Riad, con heridas casi idénticas. En su caso, las esquirlas se incrustaron en sus piernas cuando huía aterrorizada de su casa hacia el jardín cuando comenzaba el bombardeo. Imam Ali tiene 23 años y sus heridas múltiples se presentan en el abdomen.

Najla Hussein Abbas aún trata de cubrirse la cabeza con un pañuelo negro, pero no logra ocultar las heridas de sus piernas amoratadas. Tiene lesiones múltiples por esquirlas. Después de un tiempo, "heridas múltiples" suena como si fuera una enfermedad natural para un pueblo que ha sufrido más de 20 años de guerra.

¿Y todo esto -me preguntaba yo este sábado- fue por el 11 de septiembre? ¿Todo esto fue para "responder" a nuestros atacantes, a pesar de que Doha Suheil, Wahed Hassan e Imam Ali no tienen nada -absolutamente na-da- que ver con esos crímenes contra la hu-manidad, ni tampoco el repugnante Saddam? ¿Quién decidió, me pregunto, que estos niños y mujeres sufran por el 11 de septiembre?

Las guerras se repiten. Siempre que "nosotros" venimos de visita es porque hemos bombardeado y siempre llegamos con la misma pregunta. En Libia, en 1986, recuerdo cómo los reporteros estadunidenses interrogaban a los heridos: ¿No habrán sido ustedes heridos por proyectiles disparados por los aviones de su país?

De nuevo, en 1991, "nosotros" hicimos a los heridos iraquíes la misma pregunta. Y hoy un reportero de la radio británica le preguntó lo mismo a un médico: "¿Cree usted, doctor, que algunas de estas personas resultaron heridas por fuego antiaéreo iraquí?" ¿Debemos reír o llorar ante esto? ¿Vamos siempre a culparlos a "ellos" de sus propias heridas? De hecho, deberíamos preguntar por qué esos misiles crucero explotaron donde lo hicieron; nada más 320 de ellos cayeron en Bagdad, por cortesía del portaviones USS Kitty Hawk.

Isra Riad vino al hospital desde la región de Sayadiyeh, donde hay una amplia instalación de barracas militares. El hogar de Najla Ab-bas está en Risalleh, donde están las casas de descanso de los familiares de Saddam. Los pequeños hermanos Selim viven en Shirta Khamse, donde está un depósito de vehículos militares. Ahí está todo el problema. Los blancos selectos están regados por toda la ciudad. Los pobres -y casi todos los heridos que visité son pobres- viven en casas humildes, muchas de madera, que se colapsan inmediatamente con las explosiones.

Es la misma vieja historia de siempre. Si hacemos la guerra -sin importar cuántas tonterías digamos sobre lo mucho que nos importan los civiles- invariablemente vamos a matar y mutilar a inocentes.

El doctor Habib al Hezai, cuyo título de medicina fue obtenido en la Universidad de Edimburgo, dijo que del total de 207 heridos que recibió tras los bombardeos del viernes en su hospital, 85 eran civiles. De éstos, 20 son mujeres y otros seis, niños. Un hombre joven y un niño de 12 años fallecieron mientras se les operaba. Nadie dice cuántos soldados murieron durante el ataque.

Conducir por Bagdad este sábado era una experiencia estremecedora. Ciertamente, los objetivos han sido cuidadosamente seleccionados, aun cuando su destrucción inevitablemente golpeó también a inocentes. Había un palacio presidencial que tenía en cada esquina una estatua de 12 metros del guerrero árabe Saladino, pero el rostro de cada una era el de Saddam. Justo en medio de la fachada del edificio, se había hecho limpiamente un gigantesco hoyo negro. El Ministerio de Producción de Armamento Aéreo quedó pulverizado: sólo quedó una enorme montaña de escombros y trozos de concreto.

Pero afuera, en la reja, había dos trincheras hechas con sacos de arena donde estaban dos soldados iraquíes vestidos con pulcritud, con sus rifles montados en un parapeto, listos para defender el ministerio del enemigo que ya lo había destruido.

El tráfico de la mañana se acumuló en los caminos paralelos al Tigris. Ningún conductor observó por mucho tiempo el Palacio Republicano, al otro lado del río, ni tampoco el chamuscado Ministerio de Procuración de Armamento. Ambos ardieron durante 12 horas después de los primeros ataques con misiles crucero. Era como si los palacios en llamas, los ministerios incendiados y las montañas de escombros humeantes fueran una parte normal de la vida en Bagdad. Pero al mismo tiempo, nadie que viva bajo el actual régimen querría pasar mucho tiempo viendo esas cosas, ¿no es cierto?

Los iraquíes ya se dieron cuenta de lo que esto significa. En 1991 los estadunidenses bombardearon las refinerías, las plantas de energía eléctrica, los acueductos y las co-municaciones. Pero este sábado Bagdad to-davía funcionaba. La línea terrestre de teléfono funcionaba al igual que Internet, y el suministro eléctrico seguía trabajando a toda su capacidad. Los puentes sobre el Tigris no habían sido bombardeados.

Esto se debe a que "en caso" de que los estadunidenses lleguen hasta aquí (posibilidad que todavía hay que mencionar discretamente en estos días) necesitarán sistema de comunicaciones, electricidad y transporte. Lo que se ha salvado no es un regalo para los iraquíes: es un beneficio que se atribuyen los supuestos nuevos amos de Irak.

Perseverancia y victoria

El único diario iraquí apareció hoy con una edición de sólo cuatro páginas con artículos sobre la "perseverancia" de la nación. En árabe, la palabra "perseverancia" se traduce como "samoud", nombre que se le dio a los misiles que Irak destruyó parcialmente antes de que George W. Bush obligara a los inspectores de armas a salir del país para lanzar la guerra. El encabezado de hoy reza: "Presidente: la victoria llegará en manos iraquíes (sic)".

Asimismo, no ha habido ningún intento de Estados Unidos por destruir las instalaciones de televisión, pues presumiblemente harán uso de ellas en cuanto lleguen. Durante el bombardeo del viernes por la noche, un general iraquí apareció en vivo en televisión y reiteró que su nación saldrá victoriosa. Mientras hablaba, las ondas expansivas provocadas por explosiones de misiles hicieron que volaran las cortinas que estaban tras él y sacudieron la cámara de televisión.

¿Adónde nos lleva todo esto? En las primeras horas de este sábado observé, al otro lado del Tigris, la pira funeraria a la que quedaron reducidos el Palacio Republicano de Bagdad y el ministerio vecino. El fuego había dejado su marca por todo Bagdad y el cielo parecía descender sobre nosotros al mezclarse con el humo que cubría la ciudad. Las llamas envolvían las paredes de ese palacio fortificado y amurallado, dándole el aspecto de un castillo medieval incendiado; era Mesopotamia en el momento de su destrucción, como lo ha sido tantas veces durante tantos miles de años.

Xenofonte golpeó el sur de esta tierra; Alejandro atacó el norte. Los mongoles saquearon Bagdad. Luego llegaron los califas. Después los otomanos y posteriormente los británicos. Todos ellos ya se fueron y ahora vienen los estadunidenses. No se trata de legitimidad, es algo mucho más seductor que eso y que el mismo Saddam entiende muy bien. Es una forma especial de poder. El mismo que todos los conquistadores de Irak han deseado ostentar a medida que han arrasado e invadido esta tierra de añejas civilizaciones.

La tarde del sábado los iraquíes encendieron hogueras de petróleo en varios puntos de Bagdad con la esperanza de desviar el sistema de guía de los misiles crucero. Humo contra computadoras. Las sirenas de alarma comenzaron a aullar de nuevo cerca de las 6:30, hora local, seguidas por el absolutamente predecible ruido de explosiones.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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