Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 23 de marzo de 2003
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Editorial
 

MANIATEMOS AL GULLIVER GENOCIDA


Estados Unidos, Gran Bretaña y España han violado la carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el derecho internacional al agredir a Irak en plenas negociaciones para el desarme emprendidas hasta entonces con éxito por el Consejo de Seguridad, cuya autoridad ellos además han desconocido. Esos países presentan ahora una agresión criminal como una "guerra por la libertad" y las destrucciones y matanzas como "bombardeos humanitarios". Y, por si fuera poco, el presidente George W. Bush, con el apoyo total del Senado y del establishment de su país, proclama el aberrante principio de la "guerra preventiva" como teoría básica de su política internacional. O sea, prepara nuevas guerras contra quienes considere oportuno, sean éstas o no potencias nucleares.

Reaparecen así los principios del nazifascismo en boca del gobierno de la primera potencia mundial, el cual, a diferencia de sus comparsas británico y español, es respaldado por casi la mitad de la población de su país, por el principal partido de oposición y por el gran capital, que está deseoso de saquear y destruir al mundo para mantener una hegemonía declinante y apoderarse de los recursos naturales.

Ante esta violación de la legalidad internacional mediante un verdadero acto de piratería, la ONU no debe quedar impasible so pena de ser cómplice de los fuera de la ley. Millones de personas en todo el mundo se manifiestan todos los días no sólo en defensa de la paz sino también pidiendo castigo contra los invasores de Irak y los que acaban de pisotear a la ONU misma. Los miembros del Consejo de Seguridad que no acompañaron al trío de colonialistas y racistas que están haciendo la guerra contra un pueblo con el pretexto de deponer a su gobierno (otra vez la teoría nazi de la responsabilidad colectiva de un país o una comunidad por lo que hacen sus dirigentes), tienen la responsabilidad de convocar de inmediato la Asamblea General de la ONU para condenar y expulsar de la organización a los violadores de la legalidad internacional, rechazar todo intento de los mismos de ocupar Irak y administrar el país y sus recursos, y exigir sin dilación el retiro de Irak de las tropas extranjeras y una reparación por daños materiales y morales al país agredido. Independientemente de la posibilidad práctica de imponer tales resoluciones a los agresores (los cuales al ponerse fuera de la ley no tienen ni el derecho a voto en la ONU), las mismas tendrían un enorme peso moral y respaldarían a los que en Estados Unidos, Gran Bretaña y España luchan por la paz y contra sus gobiernos respectivos, y defendería los principios básicos de la convivencia internacional, o sea, la independencia de otros pueblos amenazados también por la prepotencia del trío sembrador de muerte.

Mientras tanto, entre los pueblos, tal como piden en muchos países las multitudes que luchan por la paz, debería organizarse un boicot a los productos estadunidenses en particular, ya que Estados Unidos es el jefe de los estados delincuentes a escala internacional, para hacer pagar caro a las grandes empresas su apoyo al gobierno de George W. Bush. Ellas no tienen principios ni los respetan, pero son sensibles en cambio a la evolución de sus negocios mundiales y a las repercusiones en Estados Unidos mismo del repudio internacional organizado a la política colonialista-racista de los agresores de Irak. Al fin y al cabo, con miles de pequeños hilos, los liliputienses consiguieron someter al gigantesco Gulliver.
 

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