Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 30 de marzo de 2003
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Política
REPUBLICA DE PANTALLA

Jenaro Villamil

Los goodfellas de EU contra los periodistas

Bush y Rumsfeld contra informadores

Una teocracia de guerra impone su guión

UNA DE LAS frases preferidas de Al Capone, reproducida por Donald Rumsfeld, el jefe del Pentágono, es la siguiente: "se consigue más con una palabra amable y una pistola que con una palabra amable solamente". En estos tiempos de gangsterismo internacional, las palabras amables se han hecho a un lado para quedarse sólo con la pistola. El gatillo de Rumsfeld está listo ahora para todos aquellos elementos incómodos a la guerra de propaganda y de fundamentalismo militar que el gobierno de George W. Bush pierde en el terreno de la información.

En los pasados tres días el "fuego amigo" ya no sólo causa bajas entre los propios soldados angloestadunidenses que intervienen militarmente en Irak. También han enfocado sus "bombas" inteligentes a civiles, a la televisión árabe Al Jazeera y, particularmente, a los periodistas que se salen del guión de la guerra preventiva y "liberadora" que nos anuncian ya como eterna, como si fuera un dogma de fe.

Con un cinismo fuera de toda proporción, Bush y Rumsfeld han enfocado sus baterías contra la cobertura informativa de los propios periodistas de casa, los mismos que en la mañana del 28 de marzo protagonizaron una rebelión ante el comando central de Doha. Ahí, el corresponsal de The New York Times le reprochó a los militares la falta de claridad sobre los bombardeos contra civiles y el déficit de veracidad de los informes (continuamente desmentidos por los hechos, como la supuesta "toma" de las ciudades de Basora y Um Qsar). La cadena televisiva ABC decidió enviar a su corresponsal de vuelta a casa ante el sesgo informativo del comando central. En las pantallas de Televisa, Joaquín López Dóriga ha criticado las contradicciones entre los partes militares optimistas y maquillados y las imágenes que se observan en las televisoras árabes. Hasta los reporteros de CNN, tan tímidos para salirse del guión, han recrudecido sus críticas y observaciones en los días recientes.

En paralelo, Bush se dijo "algo frustrado" ante la prensa de Estados Unidos, y se ha tomado la atribución de descalificar como "tontas" preguntas tan precisas como los errores de los aliados y la duración y efectividad de los avances militares durante los primeros días de la invasión. No terminaba de extenar sus diatribas contra la prensa, cuando el Pentágono expulsaba al periodista Phil Smucker por haber puesto en peligro una unidad militar con un reportaje muy preciso, según consignó el periódico The Christian Science Monitor.

Los británicos no se han quedado atrás. El ministro de Defensa, Geoffrey Hoon, dijo que las imágenes de los periodistas incrustados que acompañan a las tropas británicas son las responsables de las oscilaciones en la opinión pública inglesa en torno a la efectividad de la guerra. En consonancia con la satanización que se ha hecho desde Washington contra la televisora árabe Al Jazeera, tropas británicas bombardearon equipo de esta emisora qatarí en Basora. Su "pecado" no es sólo transmitir imágenes incómodas de soldados estadunidenses y británicos muertos o presos, sino desmentir las victorias militares y el carácter "quirúrgico" de los bombardeos.

Los goodfellas de la guerra acusan a los periodistas de todo el mundo por sus coberturas y sus preguntas. Basta observar el rostro de hastío y los gestos amenazadores de Rumsfeld cuando se enfrenta a las entrevistas televisivas o las ruedas de prensa. Tampoco a Al Capone le gustaba que le preguntaran por qué mataba impunemente.

Las revueltas periodísticas

El problema central es que ya muy pocos medios y muchos menos periodistas están dispuestos a servir de parapeto para una contienda en donde no sólo se cometen simples "errores", sino crímenes de lesa humanidad, y que la exhibición de estas fallas se transmiten casi al mismo tiempo que ocurren. Los periódicos británicos se preguntan: ¿cómo ocultar o evadir el hecho incontrastable de que 85 por ciento de los soldados ingleses que han muerto ha sido a causa de accidentes, al "fuego amigo" o a errores ostensibles de la coalición angloestadunidense?

El periódico The Independent, al cual pertenece el extraordinario corresponsal Robert Fisk, cuyos reportes se publican también en La Jornada, recordó en un editorial del 27 de marzo que "está claro que la impresión de que era posible acabar con el régimen de Saddam rápidamente y casi sin derramar sangre era, en el mejor de los casos, excesivamente optimista y, en el peor, un esfuerzo deliberado de engañar".

Otro ejemplo es un e-mail enviado a varios sitios en Internet por periodistas españoles de Informativo Tele5. El reportero Pachú denuncia en este correo electrónico que se le han "revuelto las tripas" cuando observa el tratamiento que le dan a sus materiales desde Irak. "Yo no lo entiendo. No me cabe en la cabeza que un gobierno tenga la desfachatez de meterse de esta forma en un medio de comunicación privado(...) No hay cojones para defender una profesión que vive de la verdad y la honestidad cuando se difunde, ante todo, un despacho. Me siento profesionalmente mal, me siento que no he sabido reaccionar a tiempo. Y aislado de mi equipo".

En respuesta a este e-mail, Pedro y Jon Ander, camarógrafo y productor, rematan con un dejo de ironía: "habrá que resignarse a ver la verdad de la CNN y de Moncloa, pero nunca nos resignaremos a ser corderos de un rebaño de 'periodistas demócratas' que no son otra cosa que la voz de su amo. No nos callarán".

En contraposición con el creciente malestar de los periodistas occidentales, se ha querido acusar al gobierno de Irak de atacar a reporteros. No pocas agencias dieron como un hecho que los siete reporteros italianos desaparecidos en la región de Basora habían sido víctimas, en realidad, de un ataque de tropas iraquíes. El sábado 29 de marzo, la BBC y el periódico Il Corriere della Sera informaron que los reporteros fueron liberados y se encuentran en Bagdad.

Los predestinados de la guerra

El problema central es que los profesionales de la información están enfrentándose no a un dictador sanguinario en Irak, sino a una especie de teocracia bélica que no acepta la información, sino el dogma, y en su lógica todo aquel que difunda hechos "inconvenientes" se convierte automáticamente en enemigo del "eje de la guerra".

Esta teocracia formada por un cuarteto de "halcones", o de goodfellas, se concentra en la Casa Blanca alrededor de George W. Bush. Ellos son Richard Cheney, el vicepresidente; Donald Rumsfeld, jefe del Pentángono; el vicesecretario Paul Wolfowitz (autor de la tesis de la "guerra preventiva"), y Richard Perle, apodado el Príncipe de las tinieblas, presidente del Defense Policy Board hasta hace unos días por sospechas de conflicto de intereses, e identificado como parte del fuerte lobby pro israelí.

Estos cuatro fantásticos, junto con Colin Powell -el único con amplia experiencia de combate militar-, fueron los autores de la invasión a Panamá en 1989, sin autorización de las Naciones Unidas para derrocar al "dictador" Manuel Antonio Noriega, ex agente de la CIA, que se convirtió por la magia del control de estos personajes en los medios en un "verdugo de su pueblo", "traficante de drogas" y "pornógrafo". Como recuerda el periodista Ignacio Ramonet en un artículo reciente, este mismo cuarteto (o quinteto) dos años después planeó y ejecutó la Guerra del Golfo en 1991. "Su gran frustración fue no haber derrocado a Saddam", apunta Ramonet. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 establecieron un nuevo guión para confrontar al "eje del mal" (aportación conceptual de Condoleezza Rice, la pianista frustrada que encabeza el Consejo de Seguridad Nacional y comparte con Bush su fervor por las ceremonias religiosas). En su guión, el gobierno talibán de Afganistán cayó sin problemas, salvo por la "prensa incómoda" que les ha recordado que no pudieron atrapar a Osama Bin Laden, tan satanizado como Noriega, Hussein y el gobierno de Corea del Norte, otro objetivo de este grupo.

Poco después de los atentados del 11 de septiembre, Rumsfeld escribió en The New York Times que "si de salida el apoyo público (a la guerra) es débil, el liderazgo de Estados Unidos debe estar dispuesto a invertir el capital político para generar el respaldo dirigido a sostener el esfuerzo durante el tiempo que se requiera".

Las cosas no les están saliendo bien en materia de control informativo en Irak. Este control se perdió antes de que cayeran los primeros misiles contra Bagdad. Ahora ya demostraron que en su misión están dispuestos no sólo a bombardear la verdad, sino a quienes trabajan por encontrarla.

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