Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 30 de marzo de 2003
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Cultura
Falta aterrizar en las políticas públicas la idea de respeto a la diversidad indígena

El Estado, renuente a aceptar los cambios en las culturas populares

Prevalece la concepción de que las manifestaciones populares son necesariamente marginales: García de León

ARTURO JIMENEZ ENVIADO

Queretaro, Qro., 29 de marzo. Ante los vertiginosos y permanentes cambios en la cultura y la llamada tradición, el Estado mexicano todavía responde con lentitud y con referentes ya rebasados que tuvieron vigencia durante la Colonia, el siglo XIX o la etapa posrevolucionaria, señaló el antropólogo Antonio García de León.

Durante su participación en el primer foro Regiones Culturales Culturas Regionales, organizado por los consejos Nacional y Estatal para la Cultura y las Artes y el Colegio de San Luis, que se realiza en el Museo de la Ciudad, García de León aseguró que el Estado sigue cultivando una visión de la "cultura popular" que ignora la existencia de los nuevos códigos culturales "en ebullición".

"Todavía el Estado asocia lo popular a lo marginal, a lo que se mantiene fijo, y se obstina por sacar de la jugada todos los códigos que no respondan al viejo esquema, simplemente porque los nuevos no le sirven para sus intereses", dijo en su conferencia magistral Historia y región: territorios en movimiento y vinculaciones relevantes.

En la sesión de preguntas, García de León dijo que, más bien, ahora se trata de precisar cuáles son las políticas culturales que la sociedad civil le tiene que "imponer" al Estado: "habría que profundizar el pacto entre los organismos del Estado y la sociedad civil. Se obtienen mejores resultados donde hay diálogo que atrincheramiento", comentó.

En su conferencia, el investigador y músico indicó que los mecanismos más poderosos de la "obstinación" del Estado se observan en los financiamientos a los pequeños proyectos culturales, donde los criterios se basan en las antiguas nociones de lo que es tradicional y lo que no lo es, utilizando esos subsidios como una forma de desalentar las nuevas expresiones.

"Un subsidio cultural puede ser entonces un lastre, una encubierta subvención a la pobreza, usada para detener y mantener igualmente empobrecida a la cultura popular real, no a la imaginaria."

Por lo general, abundó, el Estado va a la zaga sin percatarse de que estamos en el vórtice de una revolución tecnológica y de las mentalidades que "destruyen a gran velocidad los anteriores códigos", en donde las expresiones "tradicionales" suelen reaparecer recubiertas de nuevas simbolizaciones y de las más inesperadas formas.

Basta ver a Cesárea Evora, de Cabo Verde, o a Luzmila Carpio, quechua de Bolivia, acompañadas en escenarios del mundo por músicos europeos e instrumentos de tecnología de punta, puso como ejemplo. "¿Y si esas manifestaciones no son auténticas, entonces, cómo las catalogamos?", preguntó, y concluyó:

"Hoy más que nunca hemos perdido la inocencia, pero cuesta mucho trabajo reconocerlo. Y por sobre un mundo que configura de nuevo su red de asociaciones, una inmensa marea amenaza con convertirnos muy rápidamente en parte del pasado. Muy pronto seremos tradición y de nuestros desmembrados despojos se alimentarán los nuevos mitos."



La autonomía, en el plano de la enunciación: De la Peña

ARTURO JIMENEZ ENVIADO

Queretaro, Qro., 29 de marzo. Luego de varias décadas de predominio en México de una política "indigenista", que si bien planteaba el reconocimiento a las diversas culturas autóctonas, también buscaba "abrirlas" al resto de la sociedad e "integrarlas" a la modernidad, ahora comienza a predominar, en un giro de 180 grados, la idea de la necesidad de autonomía de esos pueblos, de una educación intercultural y bilingüe e, incluso, de darles cabida en el sistema educativo nacional.

Sin embargo, este cambio fundamental se encuentra "poco aterrizado" en las políticas gubernamentales, dijo el investigador Guillermo de la Peña, quien por otra parte, tras hacer un recuento de tres modelos de autonomía territorial vigentes en América Latina, advirtió que el desafío no es decir cuál de ellos es el mejor sino cómo pueden coexistir y combinarse.

Un segundo desafío, agregó, es buscar formas de autonomía "no territorializadas", pues muchas búsquedas de "formas de ciudadanía étnica" se realizan fuera de las comunidades debido a los crecientes fenómenos de migración a las ciudades, al norte del país y a Estados Unidos.

Los modelos de autonomía territorial mencionados por De la Peña, quien aclara que dicha idea no es nueva pues comenzó a gestarse desde la década de los 30, son los que se centran en la defensa de los recursos naturales y que son reivindicados en el Amazonas o en Centroamérica.

Además, el que plantea los derechos territoriales y agrarios, pero también formas de gobierno comunitario y, por último, el que propone "regiones autónomas pluriculturales", en las que conviven diversas culturas y existe una forma de gobierno con representación de todos los grupos, modelo desarrollado en Nicaragua.

De la Peña expuso otras ideas, como la necesidad de vincular la reivindicación de los "derechos ciudadanos" con la demanda de "territorios autónomos".

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