Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 31 de marzo de 2003
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Política

Javier Oliva Posadas

El fracaso de la política y la guerra

Cuando Karl von Clausewitz escribió su célebre De la guerra (1832-1837), la opción de la fuerza para acelerar, concluir o iniciar procesos de negociación política era posible en tanto que la onda destructiva de la guerra se encontraba ciertamente limitada a un espacio geográfico. Pero conforme la capacidad tecnológica avanza, la destrucción y masacres en amplios territorios también. Ni bombas inteligentes ni intervenciones quirúrgicas; simplemente, destrucción y muerte a gran escala.

Los intensos y largos conflictos armados que antecedieron, por ejemplo a la Paz de Westfalia o los tratados de Versalles, fueron posibles porque la guerra cumplió, en efecto, una función dentro de una estrategia política de largo alcance. La destrucción y las víctimas eran principalmente integrantes de los bandos militares en lucha. Sin embargo, las visiones neoimperiales y la ampliación de los territorios por someter, fueron uno de los principales motores para que las guerras aumentaran su amplitud territorial con el objeto de sembrar la desesperanza y el pesimismo.

En estos primeros años del siglo xxi, somos testigos de cómo la guerra ha dejado de ser una fórmula que fomente o permita la construcción de acuerdos o bien contenga la expansión de otras guerras. La inminencia de la extensión del conflicto armado en Asia central, como resultado de la invasión de Estados Unidos e Inglaterra a Irak, vendrá a comprobar que mientras se siga suponiendo que mediante la fuerza armada se pueden solucionar conflictos políticos, los fracasos y la suma de odios serán la única cosecha. La imposibilidad de llegar a acuerdos es proporcional a la ignorancia para buscar argumentos y medidas que permitan impulsar ciertas decisiones.

Probablemente el primer caso de este nuevo tipo de aparentes soluciones, haya sido la invasión soviética a Afganistán en diciembre de 1979. En aquel momento, y sin recurrir a las amplias posibilidades de otro tipo de presiones -no estoy planteando si se está de acuerdo o no con dichas medidas- la presencia de la abrumadora superioridad de la maquinaria militar soviética no fue suficiente para lograr sus propósitos. En cambio sí, desde aquella época Afganistán no conoce ni el desarrollo ni la paz. La "solución" allí fueron, como en 1979, ahora en 2002-3, bombardeos masivos, sin distinguir entre población civil, infraestructura (muy escasa) y objetivos militares. Así que sin nadie con quien negociar, se imponen gobiernos, ni siquiera marionetas, sino carentes de todo contacto y por supuesto autoridad política y moral para no representar más que a sí mismos.

Hoy la historia que conocemos (o el cuento) no es diferente. Bombardeos primero, en apariencia, selectivos, ahora, masivos. Muertos por doquier, destrucción, migraciones forzadas, todo mediante la utilización indiscriminada de bombardeos aéreos y artillería. Se ha perdido la inteligencia y capacidad militar para atacar donde y cuando se debe. ƑTiene algún mérito destruir sin criterio alguno? ƑTiene alguna ciencia construir bombas con cada vez más peso por el detonante que portan para ser arrojadas a kilómetros de altura sobre quién sabe qué objetivo?

Paul Kennedy en su muy conocido libro Auge y caída de las grandes potencias subraya claramente que ha sido la incontinencia a las ambiciones y los recursos que demanda un ejército extendido por muchas partes del mundo, lo que ha llevado a las derrotas de los imperios en la historia. Ahora por ejemplo, la ofensiva sobre Bagdad se ha detenido por las largas cadenas de abastecimiento que requieren los efectivos y sus transportes por el desierto en un solo país. De extenderse la guerra a Siria e Irán, ni los recursos ni todos los soldados de Estados Unidos serán suficientes.

Bajo ese contexto, el recurso de la guerra ha perdido su sentido político. La posibilidad de permitirle al adversario la opción de la negociación ha sido suplida por la erradicación de cualquier resquicio de sobrevivencia. Los estrategas militares del siglo xix e incluso de comienzos del siglo pasado, verían con sorpresa la sola idea de imponerse sin resistencia y destruir sin mayor sentido que dominar.

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